El arte es un espacio fronterizo

Artes Plásticas

Esa necesidad de encontrarle el “mensaje” al arte, a los cantos de ballena, a los sueños… Es también, por supuesto, un impulso casi irrefrenable. Pero al parecer exclusivamente humano. Esa obsesión por el sentido. La búsqueda del significado. Queremos apropiarnos de la comprensión del fenómeno artístico, aprender a cultivar la creatividad como un huerto hidropónico.


Desde la psicología, la filosofía, la historia, la antropología, la neurociencia, se ha intentado explicar el fenómeno creativo. Y sabemos que cuando la ciencia dice explicar, hay una intención de control. ¿Qué es el arte? ¿Qué hace un artista? ¿Cómo se desarrolla el talento, la creatividad? ¿Se nace con ello o se cultiva?
Mi padre se queja de “no tener oído”, dice a menudo que él se haría un implante o invertiría en el dispositivo o proceso artificial necesario para ser músico, si eso estuviera disponible en el mercado.
Uno de mis amigos músicos, en cuyo criterio confío mucho, dice que todos tenemos “oído”. Yo me quejo de no saber bailar, ¿pero acaso no siguen un ritmo preciso mi respiración y los latidos de mi corazón? La naturaleza se rige por armonías perfectas y funciona en redes, con una sincronía impecable. Los colores del mango, la parchita, de algunas serpientes y ranas de nuestro país, son deslumbrantes.
Admiramos la genialidad, los intérpretes virtuosos, obras plásticas que parecen inmortales, que nos siguen hablando siglos después de su concepción. Ciertamente, parece que hay seres especiales, cuyo discurso es tan potente, que logran conectar con el colectivo.
Pero nadie ha encontrado el gen del artista. No existe un implante. Dispositivos: los generadoeres automáticos de melodías o mezcladores de colores y formas, que usan sistemáticamente el archivo milenario de una memoria ancestral de producciones humanas.
El psicoanálisis en sus primeros tiempos, pretendió explicar la obra de arte como un producto psíquico. Que lo es, como todo lo que hacemos. Pero qué limitante, qué pobreza pretender que las muñecas de Reverón sean su forma de sublimar el erotismo que no se permitía consumar carnalmente. Puede que lo hayan sido. Pero recuerdo como un privilegio haber conocido esas muñecas, y el Castillete, una especie de santuario, de guarida o recinto sagrado. Fue el 15 de diciembre de 1999 en la mañana, un día antes de desaparecer bajo el mar. Hay un misterio insondable allí, más allá de los complejos del artista, su voluntad o su vida personal, atormentada o no.


Tengo la misma sensación al ver unas piezas de Pedro Delgado en casa de una amiga, o eventualmente durante alguna interpretación mágica (no todas lo son) de alguno de tantos músicos maravillosos que tenemos en la región. La tuve una noche disfrutando de un monólogo bajo la lluvia de Nilka Vélez en la belleza arquitectónica que es la Escuela Regional de Teatro. Puropié danza contemporánea siempre estará en mi memoria afectiva y lo veo vivo aún con los trabajos de Entredanza y de compañías nuevas como Lizard Project. Me gusta ver cine experimental. Es decir, el que no se acopla a los géneros y cánones ya establecidos que funcionan. El que explora, trasgrede, arriesgándose a no conectar, a dejar perplejo al espectador.
Expresar no es lo mismo que comunicar.
Más allá de ser el producto de una neurosis, de ser catártico o terapéutico, que puede serlo, hay un instinto creador que pertenece a la naturaleza humana, como a las plantas se les da el verdor y a los pájaros el canto. Las nubes despliegan formas espectaculares, en una danza hipnótica, y no siempre logramos descifrar siluetas comprensibles. Hay figuras abstractas, no menos impresionantes.
Esa necesidad de encontrarle el “mensaje” al arte, a los cantos de ballena, a los sueños… Es también, por supuesto, un impulso casi irrefrenable. Pero al parecer exclusivamente humano. Esa obsesión por el sentido. La búsqueda del significado. Queremos apropiarnos de la comprensión del fenómeno artístico, aprender a cultivar la creatividad como un huerto hidropónico.
Quizá haya que admirar nuestra tendencia a acompasar pasos cuando camino junto a alguien. Si estamos más cerca aún, pueden acoplarse las respiraciones, o hasta los ciclos menstruales. Admiro a veces el cómo me sale de pronto un dibujo espontáneo mientras hago una cola, o una perfecta articulación de palabras en una carta íntima que empezó con trivialidades y devino en una reflexión profunda, o en compartir un dolor que no había logrado verbalizar. Pero ¡cómo me cuesta escribir una tesis o un artículo de investigación con fecha de envío y comité de arbitraje!
Los misterios del arte y la creación seguirán siendo misterios, no son de la ciencia ni la filosofía, de lo divino ni lo profano. O son un poco de todos, porque cruzan varios bordes.
Fania Castillo
Psicólogo clínico / Psicoterapeuta
@fania_psi / @fundacionbordes

*Autorretrato con muñecas (y barba). 1949. Carboncillo, creyón, tiza y pastel sobre papel encolado a cartón.
64,7 x 83,8 cm. Colección de la Galería de Arte Nacional de Venezuela.

Share this