VII Jornadas de Literatura, historia y arte rupestre del municipio Ayacucho (Crónica)

Literatura

Por Jorge Ramírez Galán Mi madre una vez me regaló un libro. No sé si supo lo que hizo. Aquel pueril recuerdo invade mi mente cada vez que entro a una clase de literatura, la primera vez que pisé un aula de clase en la Universidad de los Andes fue para la materia Lenguaje y Comunicación, pero la primera vez que me sentí parte de ella y la sentí mía ocurrió dos años más tarde, en una clase de Teoría Crítica. Aún recuerdo la voz de la profesora, esa manera de leer poesía, de amarla, su canto, de sirena, hacía

Por Jorge Ramírez Galán

Mi madre una vez me regaló un libro. No sé si supo lo que hizo. Aquel pueril recuerdo invade mi mente cada vez que entro a una clase de literatura, la primera vez que pisé un aula de clase en la Universidad de los Andes fue para la materia Lenguaje y Comunicación, pero la primera vez que me sentí parte de ella y la sentí mía ocurrió dos años más tarde, en una clase de Teoría Crítica. Aún recuerdo la voz de la profesora, esa manera de leer poesía, de amarla, su canto, de sirena, hacía el amor con el poeta o el poeta se lo hacía a ella, no sé; se llamaba Gustavo Adolfo Becquer y ella Bettina Pacheco. Sus cadencias, las de ambos, nos inmutaron. Nunca supe, ni siquiera en mis momentos de mayor lucidez, quién me acercó más a las letras: mi madre, Bécquer o la voz de aquella profesora; pero esos dos recuerdos son los que evoco en cada momento de encuentro con una manifestación literaria, les estoy muy agradecido. Las jornadas de Literatura, historia y arte rupestre del municipio Ayacucho se desarrollaron este año en su capital, Colón, ciudad ubicada al oeste del estado Táchira en Venezuela, conocida coloquialmente como “La ciudad de las palmeras” por ser un sector prolífico en estas plantas; el año pasado se realizaron en San Pedro del Río, hermosa ciudad colonial perteneciente igualmente a dicho municipio El evento, que empezó como un encuentro de poetas, hoy día es un referente de la literatura del estado Táchira, con la participación de buena parte de la comunidad académica y cultural que hacen vida en la entidad. La fundación formada este año, promete grandes cosas para la región, más tarde la profesora Félida Caicedo, una de las organizadoras, me comentaría que la intención es llenar los espacios abandonados dentro de la literatura regional y los inexistentes en la historia y arte rupestre regional, cuando le hablé de mi inquietud sobre el futuro de las jornadas, qué expectativas tenían y hasta dónde querían llegar, soltó un poderoso “hasta el infinito” entendí el carácter idealista de estas jornadas, y si me quedaba alguna duda, a la pregunta – ¿Cómo empezó todo esto?, afirmó, Fue una quijotada de Eudes. Mágico. Apenas entramos a la autopista de Colón, percibo el cambio de clima, mi abuela decía que cambiar de clima enferma -Dios, ¿si me da gripe se convierte en AH1N1? La TV es una caja de pandora- los expertos aseguran que esto se debe a la altura, resulta lógico pensar que si bajamos una montaña nos alejamos del cielo y el calor aumenta, no quiero saber más. Entonces dejo de divagar y ya estoy en Colón, tengo el bolso guindado en el hombro, Vallejo en una oreja y muchas ganas de llegar. Las jornadas de literatura se van a desarrollar en el auditorio de la ciudad, me comentan, al tiempo que camino, ansioso al lugar donde vamos a pernoctar estos días. Lógicas y convenciones, inicio, desarrollo y cierre, cada evento debe empezar con un acto inaugural, a mí me gustaría llegar a la pulpa de la naranja sin tener que pasar por la concha, pero las cosas son así, las convenciones debemos, a regañadientes, aceptarlas. Cumplidas las ceremonias inaugurales, cae la noche, entre algunas charlas, literatura embotellada, saludos, reencuentros y poetas; levanto la cabeza: la luna sonríe. Primer día, podría jurar que estoy en San Cristóbal. “Éste es mi Woodstock regional” Sin título Yo los veo en sepia, añejados, están varios de mis profes de la ULA, algunos poetas, estudiantes de literatura, historiadores, curiosos, gente de arte, de las carreras de humanidades, sin sorpresas. Las carreras de humanidades deberían estar más unidas, tenemos el mismo objeto de estudio, la misma preocupación y nuestras áreas del conocimiento no excluyen los sentimientos. Por eso me gusta Bordes, siento que rompen los istmos, me llena de alegría ver que las jornadas de literatura en su séptima edición ahora incluye historia y arte rupestre dentro de sus ponencias. Tan amplio que es el concepto de arte, y ya aparece esta palabra en el título de las jornadas, luego veremos cómo evoluciona con los años. Llegué a la hora del refrigerio, los que me conocen aseguran que no fue casual, no los culpo; sin embargo esta vez fue la excepción, quise llegar temprano, la posada no me dejó. Antes de eso me topé con el desorden típico san cristobalense, esta suciedad en la que vivimos parece aludir una falta de pertenencia y una desgana por parte de los habitantes de esta ciudad que…, momento, estoy en Colón. Extraño a San Pedro del Río. Después de cazar algo del refrigerio, saludar, abrazar, sonrisas van y vienen, empiezan las ponencias, empezaron horas antes; pero apenas lo hacen para mí. Literatura, literatura, historia, El hijo de mamá Dana y El país de la canela. Otra vez Amarú con uno de sus muy buenos performance, soy casi fan. Me agradó bastante el trabajo de la antropóloga, le tomaré la invitación al museo, primera anotación importante. Almorzar en Colón es como almorzar en San Cristóbal, apenas salgo del auditorio es un golpazo (soy un entusiasta de los eufemismos) con la realidad. ¿Qué le hicimos a tu alfombra, Morachón? Cierro los ojos e imagino La boheme, no pasa nada Jorge, la belleza es subjetiva y mental, y si esto no funciona siempre está la frase conformista de mamá: “El que va pa’ fiestas chupa de éstas”. Continúan las ponencias, empiezo a notar la presencia de escritores importantes de la región, Manuel Rojas con su mirada tensa intimidante de siempre, sus ojos parecen esconder todos los secretos del universo o el universo mismo, un viento helado choca con mi cara, acabo de notar que tenemos aire integral, qué bueno, por eso no tengo calor; en otro sector del auditorio veo entrar con su peculiar sombrero a Don Segundo Medina, un grande, uno de los más reconocidos y admirados, me empiezo a emocionar con todo esto, luego apunto mis ojos al programa y leo “Generación del 80” ahora todo tiene sentido. Se montan los escritores, no sentí la ausencia de Ernesto, quizá otros asistentes sí, pero yo pienso en el momento, cuánto escritor junto, cinco premios nacionales en un mismo lugar, estoy muy emocionado. Éste es mi woodstock regional, de la literatura. Segundo día, Nuestro rockstar Gabriel Jiménez Emán. “El escritor es un tipo normal” Cuánta ironía puede haber en colocarle un título de la cultura pop a un escritor de tendencia “izquierdista”, la política es nuestro pan diario, no puedo evadir mi condición de venezolano dentro de este escrito, los argentinos con su fútbol y los venezolanos con su política, ya nos describirán más profundamente los sociólogos, en fin, la ironía… ah, sí, no es irónico. Los seres humanos solemos hacernos fanáticos de las cosas, admiramos e idealizamos, viene en nuestro código genético y cultural, sin importar color, raza, clase social, lugar político, etc. basta con hacer una búsqueda somera sobre la palabra tótem para comprobarlo. Desde el día anterior todas las miradas caían sobre GJE, hoy, día de su conferencia, más. La ansiedad se puede olfatear en el ambiente, la siento entre las miradas brillosas de los presentes; incluso hay nuevos referentes literarios dentro del público, veo pasar a la profesora Luz Marina Sarmiento, zaranda se dibuja en mi mente. Entonces preparan el escenario, ya pasamos los teloneros (aquí es donde me regodeo por haber sido ponente el día central del evento), es hora del invitado especial, se hace la respectiva presentación, crece la ansiedad dentro del público asistente, esas pupilas ahora brillan más, se sienta GJE, a partir de este momento las pupilas son reemplazadas por luceros muy al estilo comic japonés, juro que no he fumado nada. Entre anécdotas de su infancia, de su quehacer literario, de su creación literaria, se explaya en la descripción de sus referentes literarios, con los que compartió una época, esos que influyeron directamente en su escritura, los culpables quizá de que estemos todos hoy aquí, los titanes de la literatura venezolana, maestros de otras épocas. El escritor es un tipo normal, mortal, con una profesión, la de escritor, un tanto arrogante, pero bastante agradable, pienso en esa combinación como característica inexpugnable de los artistas, he conocido muchos, poseen una arrogancia amable que te atrapa e intimida a la vez, es una constante, aunque no definitoria. Ese día también, aunque no muchos lo recuerdan, Camilo Morón y Anderson Jaimes hicieron un paseo importantísimo por el arte rupestre regional, específicamente de Colón, me llamó la atención todo lo que puede hacer una piedra, desde adivinar hasta curar enfermedades, recordé fragmentos del Quijote y las piedras de la invisibilidad, me reí, mis vecinos me miraron raro. Al final surgió la inquietud por ir a ver La piedra del mapa, pude saciarla. Baja el telón, cae otra noche, la luna vuelve a sonreír. Tercer día, No es un adiós. “nos pusimos los pantalones largos, ahora vamos por el traje de gala” Las palabras de cierre suelen ser muy emotivas, cuando algo termina, sea una relación de noviazgo o un evento de literatura deja un hálito de melancolía entrañable, nos apasiona sentirnos así, es la prueba de que hemos vivido algo maravilloso, digno de ser repetido. En el caso de las relaciones de pareja no es común una segunda parte; pero un encuentro entre escritores y artistas claro que sí, y ya van siete, muchos esperamos ansiosos las octavas, ver a los profes con el anunciado traje de gala. Antes de las emotivas palabras de cierre a cargo del profesor Elí Caicedo y Eudes Alexander Moncada, presentó su trabajo el profesor José Antonio Pulido, lamentablemente llegué un poco tarde, aún así estoy seguro de la calidad del trabajo del profesor, conozco muy bien de qué van sus investigaciones porque trabajé sobre ellas y con ellas en diversos momentos dentro de la universidad. No cabe duda que sus aportes serán con los años un referente ineludible de la historia del estado Táchira, y en especial de San José de Bolívar. Ahora es donde redacto mi emotiva despedida, no soy bueno para ellas, prefiero no hacerlas, pienso en las despedidas como una sentencia, no quiero sentenciar mis reseñas dentro de Bordes, ésta es la primera de muchas, espero. Esta relación, como la mayoría de las artísticas debe ser eterna. Llego a San Cristóbal justo al momento en que cae la última noche del viaje, la vida es un viaje y la literatura es vida, aún seguimos viajando, gracias mamá por aquél libro. Vuelvo a voltear al cielo: La luna hoy sonríe más grande. Jorge Ramírez Galán, ULA Táchira – Español y Literatura.
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