Una lectura del Monumento a la Paz

LIMBO, Publicación

Abril 2016.- (Por Osvaldo Barreto) Recientemente, en el mes de marzo, se inauguró en la avenida Carabobo, en San Cristóbal estado Táchira, el “Monumento a la Paz”, una obra escultórica realizada por Ivan Romero, artista que actualmente reside en Caracas pero cuya formación se remonta a la escuela de artes plásticas de San Cristóbal y que durante muchos años ha hecho vida artística en el Táchira. El Monumento a la Paz se erige en un punto álgido de la ciudad, un lugar de protestas violentas, donde antiguamente habían: la escultura de un soldado y un viejo tanque de guerra que

Abril 2016.- (Por Osvaldo Barreto) Recientemente, en el mes de marzo, se inauguró en la avenida Carabobo, en San Cristóbal estado Táchira, el “Monumento a la Paz”, una obra escultórica realizada por Ivan Romero, artista que actualmente reside en Caracas pero cuya formación se remonta a la escuela de artes plásticas de San Cristóbal y que durante muchos años ha hecho vida artística en el Táchira.

El Monumento a la Paz se erige en un punto álgido de la ciudad, un lugar de protestas violentas, donde antiguamente habían: la escultura de un soldado y un viejo tanque de guerra que era la referencia del lugar, ambos (el soldado y el tanque) fueron destruidos por los manifestantes al calor de las protestas. En el vacío trepidante y buscando invocar la calma a través del arte, se plantea este monumento.

Su referencia a la paz es más que obvia, por el uso de la paloma, un símbolo que se ha consolidado en occidente desde el antiguo y bíblico Noé, hasta el moderno y afamado Picasso. Pero más allá de este símbolo me interesa hacer una lectura personal, porque creo que la obra se presta para ello. Ya en la prensa regional el periodista Freddy Durán planteó una lectura cristiana ligando la obra a la noción del espíritu santo y la trinidad, esta interpretación es probablemente la que la mayoría realizará porque las estructuras simbólicas de la cristiandad son las que predominan en nuestro contexto y es sin lugar a dudas una lectura correcta, pero sobra decir que no es la única.

Quiero comenzar, igualmente, refiriéndome al número tres. En este monumento vemos tres palomas, tres círculos, tres pilares atravesados cada uno por tres cilindros. El tres es un número que siempre ha estado asociado a lo divino, a lo espiritual, no solo en la cristiandad con la trinidad: Padre, hijo y espíritu santo, sino en el hinduismo con Brahma (el creador), Vishnu (el preservador) y Shiva (el destructor)  y en el antiguo Egipto con la familia divina constituida por Osiris, Isis y Horus y así en muchas otras mitologías, cosmogonías y religiones. Pero también son tres los elementos que participan de la escultura, estos son: La tierra, el aire y el agua. El fuego ha sido excluido, lo cual es simbólicamente conveniente porque aunque todos estos elementos ostenten opuestos simbólicos, en el fuego solemos ver violencia y destrucción cuando también existe el fuego que purifica y apacigua.

La tierra. Está presente en el material del que está hecho: el concreto. Al ser de concreto es como si  fuera una piedra moldeada que se yergue densa y pesada como una mole. Desde lo técnico, me impresionó ver el espesor de la esfera donde están las figuras de las palomas, ese espesor (como el de una pared de bloque) da cuenta de un compromiso con la densidad, lo fuerte, lo corpóreo, lo que está dispuesto para resistir.

El aire. Pese a su carácter de mole la obra exhibe su vaciedad, es hueca, está para ser atravesada por el viento, me imagino el movimiento sinuoso y juguetón del viento que al entrar por una de las palomas-ventana se arremolina en el interior de la esfera para salir por alguna de las otras dos palomas. Una mole que permite ser atravesada por el aire tiende a lo afable y por ende aumenta su nivel de resistencia.

El agua. La obra diseñada para ser fuente contempló el elemento agua desde el inicio. La esfera como mundo que destila agua se convierte en símbolo de vitalidad, pues el agua aunque llanto y sudor, es primordialmente vida.

Así pues, el Monumento a la Paz, es monumento a la vida, al planeta y a la diversidad.

Y hablo de diversidad porque en una sociedad como la venezolana, tan fuertemente polarizada, donde solo hay otro que es el contrario, donde parece que solo puedes ser de derecha o izquierda, donde estás a favor o en contra, como si el mundo fuera blanco y negro, hablar de tres para decir PAZ, es reconocer que no solo hay otro sino otroS, que el camino no es solo hacia adelante o hacia atrás sino que se bifurca constantemente,  en definitiva, PAZ también tiene tres letras y no es una noción estática, tenemos que hacerla verbo.

En ese sentido esta lectura del Monumento a la Paz es ecológica y política. Leer arte es algo que va más allá del gusto, aunque el gusto podría dar inicio a la lectura. Estos monumentos habrá que seguirlos leyendo y en lo posible compartiendo las lecturas que de ellos hagamos. Convirtamos los monumentos en libros, libros de la calle, que se pueden leer de muchas maneras y que cumplirán una función profunda, más allá de la ornamental, en tanto propicien reflexión y diálogo.

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