Pelo Malo (Reseña)

Cine

Pelo Malo: un escalón de desarrollo en el cine venezolano Por Martín Pérez Es inevitable tener un horizonte de expectativas antes de ver una película, mucho más si es venezolana. Debo comenzar diciendo que tenía muchas ganas de verla porque bueno, es la película del momento (o lo era) y ni siquiera había llegado al cine de la ciudad donde vivía, la bella San Cristóbal. Así que aproveché mi estadía en Caracas para poder verla. Estaba prejuiciado hacia lo positivo, y esa impresión la confirmé al salir de la sala. La película es una excelente muestra de que podemos hacer

Pelo Malo: un escalón de desarrollo en el cine venezolano

Por Martín Pérez

Es inevitable tener un horizonte de expectativas antes de ver una película, mucho más si es venezolana. Debo comenzar diciendo que tenía muchas ganas de verla porque bueno, es la película del momento (o lo era) y ni siquiera había llegado al cine de la ciudad donde vivía, la bella San Cristóbal. Así que aproveché mi estadía en Caracas para poder verla. Estaba prejuiciado hacia lo positivo, y esa impresión la confirmé al salir de la sala. La película es una excelente muestra de que podemos hacer cine venezolano y hablar del barrio y de nuestras debilidades como sociedad de una manera distinta a la comercial, sin clichés, sino contando las cosas como son realmente. Una historia cuyo peso es prácticamente llevado por dos personajes: el de Júnior y su mamá, que despierta en algunos espectadores un estado de incomodidad porque ciertamente revela parte del lado feo que todos tenemos, ese lado que dice: “Si estuviera en mis manos, preferiría que mi hijo (a) no fuera gordo (a), o con el pelo malo, ni mucho menos homosexual”. Complace ver cómo se muestra la violencia de una forma trasgresora pero sin necesidad de la sangre, del show, del escándalo, sin perder el carácter nacional de la historia pero a la vez pudiendo abordar asuntos tan universales como los prejuicios humanos, la pobreza y su eterna marca sobre quienes no pueden traspasar el borde hacia mejores posibilidades económicas, así como la represión, entendida como un estado psicológico construido en sociedad y la homofobia como una hierba mala que nace, crece y se reproduce en los hogares, independientemente de que sean patriarcales o matriarcales. Aunque todavía faltan muchas cosas por mejorar, hay que decir que cada vez más nuestros cineastas están logrando hacer un discurso audiovisual con mejor calidad, no solo desde el punto de vista técnico, sino abordando esos temas por los que siempre se ha criticado a nuestro cine. En Pelo Malo no hubo miedo de mostrar el barrio, e incluso los disparos, se logró hacerlo con el suficiente tacto para que no pase solapado, pero tampoco con un sentido apologético. Esta es, a mi juicio, la característica de mayor mérito sobre la película. No es un film sobre homosexualidad Están muy claras las razones para pensar que estamos ante una película sobre la homosexualidad o incluso sobre la discriminación. Sin embargo, estos no son los temas centrales. El enfoque sobre homosexualidad se da más bien en cuanto a la forma en como está siendo vista todavía en una época donde se hacen desfiles, se enarbolan banderas de orgullo gay, y las organizaciones LGBT quizá exigen más de lo que realmente pueden dar. Más bien, Pelo Malo es una forma de poner en un gran proyector la palabra relatividad, donde nada te garantiza nada, donde una cosa puede aparentar algo que en realidad no es, o al menos no tiene conciencia de serlo todavía, donde cada quién ve lo que quiere ver. Si pensamos que Júnior será homosexual cuando sea grande, ¿Qué sería lo más adecuado que debemos hacer como sociedad, o como su madre? ¿Interferir en su comportamiento para intentar ajustarlo a nuestro antojo? Este asunto nos lleva a preguntarnos qué hemos logrado como humanidad y qué cosas podemos intentar cambiar todavía. No quiero parecer un soñador, pero es inevitable pensar estas cosas. En todo caso, como siempre se ha dicho, es muy importante al menos que esta realidad  sea expuesta, aun cuando nosotros mismos somos practicantes de la intolerancia como un valor legitimado. Esta intolerancia no es solamente hacia un grupo social, hacia personas con características específicas, es una intolerancia contra nosotros mismos que se va contagiando por todo el mundo. Eso es lo que necesita frenarse. Para que la película funcione, para que uno como espectador se meta dentro de la historia y se atreva a hacer especulaciones sobre la misma, sobre la trascendencia social que puede tener, deben funcionar de manera articulada todos los elementos técnicos y artísticos que la componen. De allí que hay que reconocer la destacada actuación de los actores, muy a pesar de que los personajes no están mostrados de forma suficiente como para comprender el porqué de sus haceres y decires. Igualmente, el buen manejo fotográfico y el sonido contribuyen a lograr que el mensaje se envíe de una manera correcta, digamos. La película no es la panacea del cine venezolano, pero sí es un impulso más hacia la construcción de un cine nacional que no solo tenga un discurso completo sobre nosotros, sino que también nos invite a reflexionar sobre la realidad, nos cambie la mirada, y que además lo haga de una forma distinta a lo que estamos acostumbrados, aun usando el esquema inicio, desarrollo y fin. Una vez que se logre esto, el reconocimiento internacional será un aliciente para seguir esforzándonos y no la vía para que podamos valorar nuestras producciones.  
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