de Leonardo Bustamante
Gracias, pandemia... He aprendido a lavarme las manos He arriesgado mi vida para dar y recibir un abrazo He jugado hasta hacerme intemporal con el gato He adivinado si mi interlocutor sonríe observando su mirada (cuando salgo a comprar al pequeño mercado) Sé, gracias al gato, cuáles son los lugares más frescos para tenderme en el suelo de la casa He logrado controlar mi mente ante un enemigo invisible He considerado que mequetrefe y presidente pudieran ser sinónimos (exceptuando la figura de Angela Merkel) He visto el movimiento de un árbol He descubierto las preferencias musicales del gato He admirado el discurso contundente de cuarenta segundos de una presidente científica He contabilizado cuántas veces quiero tocar mi nariz en un día He visto cómo transcurre un día en la vida del gato He concluido que el imperio estadounidense es solo cinematográfico He sumado las horas de sueño al día del gato He perdido mi última confianza en el "desarrollo" de los países del primer mundo He disfrutado el esplendor del cine mudo con el silencio de la calle He visto que los derechos humanos no son todavía una conquista del proletariado He muerto un poco, digamos que he perdido tres o cuatro vidas. Pero tampoco pretendo buscarle cinco patas al gato...
