Elucubraciones pandémicas infantiles

Crónicas Pandémicas, Publicación

El otro día estaba en la cola del supermercado y delante de mí había dos niños, quizás de 6 y 7 años, a quienes la mamá había dejado cuidando el carrito con la compra mientras ella buscaba algunos productos que le hacían falta.   Al principio me pareció indignante que la madre llevara a los niños al súper en plena cuarentena, exponiéndolos a un contagio, por más que les pusiese tapabocas les hacía correr un riesgo innecesario, pero luego pensé que quizás era una madre soltera y no tenía con quien dejar a los niños, entonces dejé de pensarla como

El otro día estaba en la cola del supermercado y delante de mí había dos niños, quizás de 6 y 7 años, a quienes la mamá había dejado cuidando el carrito con la compra mientras ella buscaba algunos productos que le hacían falta.

 

Al principio me pareció indignante que la madre llevara a los niños al súper en plena cuarentena, exponiéndolos a un contagio, por más que les pusiese tapabocas les hacía correr un riesgo innecesario, pero luego pensé que quizás era una madre soltera y no tenía con quien dejar a los niños, entonces dejé de pensarla como una irresponsable para verla como una mujer altiva y luchadora que hacía frente a la situación como mejor podía. Estaba entretenido en esas reflexiones ociosas, en esa mala costumbre de juzgar al prójimo, cuando me detuve a escuchar la conversación que sostenían los niños.

El más pequeño llevaba un muñeco en la mano, un monstruo de alguna serie de televisión o de alguna película, y mientras lo movía en dirección al hermano, como si estuviese vivo, decía:

—Soy el Monstruo coronavirus y te voy a matar.
—No seas bobo, el coronavirus no es un monstruo.
—Claro que sí, porque se le mete a la gente y la mata de forma asquerosa, hasta los convierte en zombie.
—Esas son puras bobadas. Primero: no convierte a nadie en zombie y segundo, no mata de forma asquerosa.
— Claro que sí, a los infectados les salen una burbujas por todo el cuerpo, luego las burbujas explotan y se mueren, y quedan como si fueran unos monstruos.
—Todo eso es mentira,  a los contagiados les da tos, gripe y fiebre, y se mueren de eso, no es nada asqueroso, y el coronavirus no es un monstruo, la misma palabra lo dice, es un virus.
—Sí, es un virus, pero tiene forma asquerosa como de monstruo.
—¡Claro que no! No tiene ninguna forma asquerosa, incluso parece una pelota.
—¿Cómo que una pelota? ¿Qué tipo de pelota?
—Se parece a esas que usa mi mamá para el estrés, de las que tienen unas puyas con la punta redonda.
—Pero… eso no da miedo…
—Pues sí debería darte miedo, porque aunque no tenga forma de monstruo y no sea asqueroso igual te mata, y puede matarnos a todos.

El pequeñín guardó su monstruo en el bolsillo y se quedó callado, al instante llegó la mamá con un montón de cosas y las acomodó en el carrito. Luego, ellos pasaron a la caja y yo me quedé absorto con la conversación de los niños que siguió resonando como un eco en mi cabeza.

La idea de lo monstruoso y lo asqueroso asociada a la pandemia es parte de un imaginario que tal vez heredamos del Medioevo, quizás producto de episodios grotescos como el de la viruela o la peste negra. Entonces hice una comparación instantánea y deduje de manera simplona que el coronavirus resultaba de alguna forma más benévolo…Hay tantas enfermedades que matan de formas terribles, pero esta, después de escuchar aquella conversación, creo que podría catalogarse dentro de las no tan terribles, teniendo en cuenta que en todo esto se han manejado unos niveles de asepsia que evaporan lo asqueroso e instauran un imaginario mucho más pulcro, como de laboratorio, por aquello de: el distanciamiento corporal, todo el mundo usando tapabocas, la soledad de las calles, la información manejada en cifras y por medios digitales.

Salí del supermercado como un autómata mientras mi cabeza seguía divagando, recordé una película de ciencia ficción llamada La guerra de los mundos (2005), dirigida por Steven Spielberg y basada en la novela homónima de ‎H.G. Wells (1898), en la que la humanidad enfrentaba su extinción a causa de unos monstruos alienígenas. Probablemente la asocié porque en esta historia los marcianos invasores mueren de gripe (lamento el spoiler). Luego, no sé por qué, las divagaciones me llevaron a recordar un cuento de Ray Bradbury, en el cual se plantea que los auténticos marcianos invasores somos nosotros mismos…

Obitual Pérez
San Cristóbal, abril de 2020
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