Cine selecto del 2022: The banshees of Inisherin

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Los cine foros regulares del Cine Club ULA Táchira y la fundación Bordes, que se llevan a cabo los días jueves a las 6:30pm en la sede de Bordes en Barrio Obrero, San Cristóbal, se reanudan el próximo 19 de enero para ver y comentar el film: The banshees of Inisherin, de Martin McDonagh, director londinense de padres irlandeses quien viene del teatro, y debutó en el cine en 2008 con una película de escasa visibilidad al momento de su estreno, In Bruges, que se ha convertido con el tiempo en una especie de pieza de culto. Viene al caso recordarla, pues su más reciente trabajo de autor, que escribe, dirige y produce, cuenta de nuevo con el protagonismo de Colin Farrel y Brendan Gleeson, una dupla que en ambos casos resultó efectiva en una dinámica de humor negro, disparatado y casi surreal, aunque las temáticas tratadas sean distintas y otros los personajes abordados.

En esta oportunidad McDonagh nos presenta a Inisherin como escenario, una isla ficticia que para los amantes de la literatura inglesa e irlandesa resulta la encarnación perfecta de un imaginario folk de personajes campesinos melancólicos y solitarios, cuyas ocupaciones principales son el chisme y la bebida. No podían faltar el tonto del pueblo, el bartender, el cura, el policía y la bruja, aunque hay dos tipos de bruja en Inisherin: la presencia oscura que presagia la muerte (banshee es el nombre tradicional de este espíritu en la mitología irlandesa popular) y la otra, más insidiosa y asfixiante, que encarna la maledicencia envidiosa de la mediocridad.

De este panorama destacan dos individuos un poco extraños por la incomodidad que sienten con el ambiente que les rodea. Colm Doherty primero, quien se sabe distinto: violinista, compositor, evidentemente un melancólico reflexivo, con una casa pequeña que incluye objetos inusuales, máscaras y otras piezas de arte o artesanía. Y libros, pues la afición por la lectura es algo que tiene en común con Siobhán Súilleabháin, hermana de su compañero de tragos, Pádraic. Este último, coprotagonista de la historia, es un hombre sencillo, amante de los animales, de su hermana y de su amigo, pero no es el otro sujeto extraño del pueblo, sino Siobhán, a quien él ingenuamente le sugiere que no lea novelas tristes, para que pueda mantenerse de buen ánimo. Como él, quien no se hace preguntas y toma por sentadas las condiciones de su existencia, incluyendo la estabilidad de sus relaciones.

Pero la preciada tranquilidad de Pádraic es frágil, como lo anuncian los disparos que se escuchan desde la otra orilla, donde se lleva a cabo la guerra civil de Irlanda, ubicando esta historia aproximadamente en 1923, pues se percibe un cansancio colectivo que el director retrata con sátira como indiferencia ante quién muere o quién mata y por qué, a estas alturas. Y una consciencia de que se trata de una guerra absurda: «todo era mucho más simple antes, cuando nos matábamos con los ingleses, ahora es muy confuso».

Colm entra en impaciencia por la improductividad de sus días, se propone dedicar el tiempo que le resta de vida a componer, y decide terminar drásticamente la amistad con Pádraic. Esta ruptura es tratada por el director con la gravedad de un rompimiento amoroso, usando elementos tragicómicos y gore que le brindan una intensidad muy particular, imposible de ignorar. A través del absurdo genera reacciones de asombro, rechazo, incredulidad, y especulaciones metafóricas, existencialistas, homoeróticas. 

La dirección e interpretación actoral están tan bien ejecutadas que logramos empatizar por momentos con Colm por su rechazo a la banalidad y exasperarnos ante la estupidez tozuda de Pádraic, pero también éste nos logra convencer de la importancia de la amabilidad aunque sea perecedera, verle las costuras a esa pose de superioridad del artista que se considera demasiado genial para molestarse con nimiedades como la bondad, la amistad y las relaciones humanas efímeras, cuando lo único importante es la obra que trasciende a la posteridad.

Al final, la locura de estos extremos y su camino inevitable hacia la autodestrucción nos llevan a preguntarnos si habrá más inteligencia en la valiente Siobhán que busca otro destino o hasta en el idiot savant, Dominique, quien aún atrapado en sus limitaciones y la crueldad de sus circunstancias, suelta unas cuantas perlas.

No es un film que gustará a todos, pero siento que tiene una belleza inusual y que será difícil de olvidar. Me ha quedado dando vueltas desde hace varios días y después de verla un par de veces. Espero que al público de la ciudad le interese compartir su visionado y discusión en el foro posterior, pues con este tipo de obras que se alejan de lo que estamos acostumbrados a ver, vale la pena detenerse un poco y aprovechar la invitación a mirar dos veces y reflexionar un poco, cada quien desde su perspectiva, y enriquecer las miradas en el diálogo, a fin de cuentas la finalidad de esta actividad. 

Fania Castillo

 

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