Al común de los residentes de nuestra querida ciudad se nos escapa el visualizar todo el movimiento que existe alrededor de este bello arte y aún más la capacidad de entrega de estos artistas que con tiempo y esfuerzo han logrado progresar en sus respectivas carreras.
Esta práctica conlleva a una transformación de algunos aspectos en el comportamiento de sus ejecutantes, cualidades que se van desarrollando paulatinamente, estos puntos varían de acuerdo a cada individuo, sobretodo en función de cuál fue su primordial intención al ingresar a una academia de este género, creo que a grandes rasgos podrían enumerarse 4 razones principales por las que las personas se interesan en esta actividad:
1) En su mayoría están quienes no sabían bailar salsa.
2) Los que tienen nociones y desean mejorar.
3) Otros los motiva superar la timidez de su expresión corporal.
4) Algunos simplemente los impulsa una simple afición y hacer ejercicio.
A veces sin darte cuenta deduces cuales fueron esas causas al observar las clases.
Sea cual fueren estos motivos, todos nos vemos influenciados por el halo de la inmensurable tradición que respalda esta forma ancestral de interacción humana, si notamos los detalles que relucen dentro en una rueda de casino vemos por ejemplo que a cada bailarín lo acompaña una singularidad hermosa, especial, así sus participantes estén realizando las mismas figuras a la voz de quien la dirige, unos son más vistosos en sus movimientos, otros más recatados, con mayor o menor fuerza hay quienes se tardan más en aprender y sin embargo cuando destapan son como una orquídea que aunque se demora su flor es distinta. Creo que como principio general se caracterizan por poseer otra sensibilidad, como cualquier artista, es una forma de liberar tensiones por medio de la circulación de energía, de tener momentos de no pensar sólo fluir, que nos ayudan a aumentar la flexibilidad, la creatividad, ya que estas enseñanzas podemos aplicarlas en la vida diaria a través de la actitud.
En una conversación con Rafael Figuera fundador de Quimbao, al preguntarle que aprendizajes ha obtenido como director de su academia nos comentó:
“Me ha enseñado que hay que ser positivo, por dos razones la gente
positiva triunfa y es gente con quien los demás se identifican y
quieren estar. El baile te enseña a ser humilde a través de las derrotas
y de la misma manera te enseña a respetar el trabajo de los demás,
aprendes que en equipo puedes llegar más lejos y alcanzar grandes
metas, conoces gente maravillosa con múltiples talentos y cada una
de ellas es un potencial maestro, ahí justamente radica la belleza
de este estilo de vida.”
En conclusión, me parece que para cualquier persona sería muy positivo cultivar, no necesariamente el baile, sino cualquier parte artística en su vida, así sea como hobby, esto va a dar como frutos un sinfín de viajes, de colores que de otra manera no se emprenderían. Yendo más allá ¿Qué es lo peor que podría suceder si como colectivo nos dedicamos un poco más a la belleza y menos al trabajo? Existe el riesgo de que apreciemos más la vida, de ser más ricos verdaderamente de trascender, en a lo largo de ese camino tendríamos quizás un mundo más solidario, ecológico, pacífico. Quizás sería mejor.
Por José Antonio Pérez Domador