Este sábado 18 de diciembre se dio un encuentro de esos que ocurren muy poco. Quizá los estudiosos de la astrología podrían explicarlo con alguna coincidencia de planetas de esas que advienen de tanto en tanto.
Se presentaron tres nuevos libros, de distintas casas editoriales, escritos por tachirenses. En papel, impresos, de buena calidad en forma y contenido, con una delicadeza en el cuidado de su edición tanto en los textos como en la diagramación y diseño que cuesta mucho y da gusto encontrar.
El poeta Ernesto Román Orozco nació en el Zulia, pero su juventud y su carrera profesional se han desarrollado en la ciudad de San Cristóbal y acá lo sentimos nuestro. Como escritor y como gestor cultural, al frente de la coordinación del Ateneo del Táchira desde hace muchos años. Desde allí organizó recitales, exposiciones de arte visual, lecturas. Desde El Árbol editores publicó a Luis Alberto Crespo, Rafael Cadenas, Rafael Martín Gómez y escritores tachirenses como Elsa Sanguino.
En esta ocasión lo celebramos como autor, con una obra ya consolidada y premiada en marzo de 2021 con la edición bilingüe de su más reciente libro, Ángel Áspero por el Encuentro Roiz de Poesía Música, celebrado el 23 y 24 de julio en la ciudad portuguesa Castelo Branco. Este evento, organizado por la Junta de Freguesia de Castelo Branco, presidida por Leopoldo Rodrigues, se realiza con periodicidad bienal y se complementa con la entrega del Premio Internacional de Poesía António Salvado, que en esta edición fue otorgado al libro de nuestro paisano Ernesto.
Se trata, como enfatizó Jhoel Arellano, director de Ediciones Acirema, de un logro importantísimo en un momento muy difícil para el mundo y especialmente para Venezuela, donde las impresiones están casi suspendidas. Destaca además que Ángel Áspero no tiene un representante internacional que le hiciera “lobby” para facilitar que sea considerado en estos concursos europeos. Ernesto Román envía su libro modestamente a título personal, y así es leído, evaluado y galardonado. Un aplauso para él.
Comparto uno de los poemas que pueden encontrarse en el ejemplar que tuve el honor de recibir como regalo.
ASFIXIAS
Bajo esas cenizas yace un infarto;
un brinco de sangre
con cola de fresa.
Jamás te pregunté
por qué la tristeza
guarda luz de mermelada
bajo la alfombra.
Entonces,
extraviaste mi boca
en alguna recóndita palabra.
El poeta se conmovió hablando de su libro, que encarna momentos dolorosos de su vida, y le cedió la palabra al Profesor Luis Hernández Contreras, quien además de amigo suyo es cronista de la ciudad de San Cristóbal, músico, lector y promotor cultural. Luis Hernández hace una lectura honesta, describiéndolo como un libro “difícil”, destacando la facultad del autor para transfigurar el dolor en negro sobre blanco y compartiendo la apreciación expresada antes por Jhoel Arellano sobre la doble fortaleza de este trabajo a nivel acústico y de imagen, coincidencia extraña y valiosa.
Luego el profesor Hernández nos comenta su impresión del capítulo dedicado al Bambuco tachirense que podemos encontrar en el libro de Jhoel Arellano, primero que publica como autor, después de unos años dedicado a editar a otros desde Acirema. Hernández agradece la inclusión en el texto de una revisión de este tema que le interesa especialmente, y reconoce el aporte que representa para los musicólogos de nuestra región.
Bitácora del Mirlo, sonoridades de un mapa es un ensayo etnográfico que nos invita a acompañar a Jhoel en un viaje que emprendió en su juventud temprana, para encontrarse con los rastros de una identidad cultural extraviada en los estudios académicos de las universidades y en los proyectos folkloristas de los gobiernos.
Si seguimos el hilo que nos deja en estas páginas, muy didácticas y fáciles de digerir para cualquier lector interesado en el tema, podremos reencontrarnos con una memoria ancestral oculta y quizá animarnos a emprender un viaje propio para trazar nuestras lecturas alternativas. Es un esfuerzo que vale la pena difundir y discutir, y ojalá anime a muchos estudiosos y amantes de la música tradicional venezolana a registrar, documentar y publicar para contribuir con la preservación de nuestra memoria.
Jhoel es amigo personal y se niega a asumir la etiqueta de autor, escritor o poeta. Se reconoce más como gestor, un trabajador de la cultura, a veces como músico. Pero hay valor literario también e imágenes hermosas en su texto, que esperamos sea el primero de muchos, porque es un sujeto que tiene cosas valiosas para contarnos y ante el encuentro con el interlocutor se pueden descubrir caminos que la reflexión en soledad desconoce.
El recorrido que conduce desde la ciudad de Coro a Pueblo Nuevo de la Sierra y llega hasta la Cruz de Taratara o San Luis, nos devuelve en el tiempo. Cada kilómetro es un encuentro con lugares vibrantes en episodios y personajes que dan colorido y textura a la historia del país. Allí, en una banca de madera junto a la vía que conduce a Caburé, nos esperaba Víctor Castro, fabricante de instrumentos musicales, artesano de herramientas sonoras heredadas de la estirpe de la sierra, objetos de musicalidad que extienden lazos con diversos membranófonos y cordófonos de apartadas regiones del occidente venezolano.
El paisaje serrano hace del húmedo verdor su singular retrato. Se guarda para sí el encantamiento de su música, que goza de características estéticas únicas con las que plasman los salveros todo su contenido identitario.
El poeta y editor José Gregorio Vásquez cerró la noche con la presentación de su libro más reciente, Salvo el Fulgor, editado por el centro editorial LA CASTALIA, que comprende lecturas comentadas del texto publicado antes por ACIREMA, Decir un día. Incluye un texto de Ernesto Román y una entrevista a José Gregorio realizada por Karibay Velásquez, acuciosa lectora y crítica literaria además de periodista cultural.
Comparto algunos fragmentos:
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Escribir así es escribir para dejar una pequeña huella, una cercana marca, una grieta en el papel.
Cuando escribimos no hacemos sino interrogarnos, algunas veces en directo, otras de manera lejana, y otras quizá silenciosamente.
El poeta reescribe el tiempo y lo hace porque es capaz de preservar lo más antiguo en él que ha sido manifestación de esa necesidad incansable de querer comprender el misterio y todo lo que ese misterio guarda en el destino de cada uno.
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José Gregorio tiene una trayectoria destacada como docente, investigador, poeta y editor. Casi no tengo nada que decir porque es muy querido como persona y apreciado su trabajo, en círculos tan distintos que parece un sujeto incapaz de despertar malos sentimientos, qué rareza. Quiero señalar que es diseñador y diagramador, que ha creado hermosos libros, en su mayoría a partir de textos de otros. LA CASTALIA y su colección de poesía ALFABETO DEL MUNDO se encuentra disponible online de forma gratuita y aún así, sigue imprimiendo libros de papel, para nosotros los nostálgicos, empecinados amantes de los objetos materiales.
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Fania Castillo
San Cristóbal, sede de la fundación BORDES, 18 de diciembre de 2021
Fotografías de Porfirio Parada
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