Mayo 2016.- Lorenzo nació en Caracas, 25 de octubre de 1989, ciudad en la que actualmente reside. Estudió Derecho en la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab) y tiene un postgrado en derecho del trabajo. Por lo tanto describe entre una de sus actividades la de resolver los problemas de la gente, además de escribir, leer, descubrir música nueva, jugar y ver fútbol.
«No tiene premios de ningún tipo, escribe por motivos y procesos personales, alguna mujer de senos pequeños o de ojos multicolor, alguna anécdota, algún vicio, algún amor que no fue amor, sueños, cualquier cosa que en general puede ser leída, entendida y percibida por cualquier persona. Escribe para sí mismo, es decir, que otros individuos puedan obtener algo de lo que escribe es una consecuencia inevitable, pero no es la intención. La vida consiste en descubrir para quién y por quién hacemos las cosas, buscamos tanto reconocimiento como sea posible, vivimos para otros creyendo ser felices y solo unos pocos aciertan a reconocer que el hombre debe vivir para sí mismo».
El cuadernito de D° Civil: V
Me gusta verte danzar sobre el pasto,
girando de un lado a otro, caprichosa,
selectiva, amante, tan llena de vida, tanto,
como aquellos que anhelan llenar las
redes de ti. Y luego tomarte con euforia
entre mis brazos, gritarle a la popular… Tú…
«Mi envoltorio de magia y gambetas»
«Ella es mi amor, con ella todo lo puedo,
regálame este domingo la alegría de gritar un gol»
A mi nonna.
Lápices e ideas
Hoy, estamos ahogados en odio,
¿Cuánto más puede descender la
cuota de esperanza de todo un pueblo?
200 años de historia, de sangre,
de espadas blandeando en busca
de sueños de libertad.
Ayer, sólo éramos principiantes
en el deseo difuso de nuestros derechos.
Y aun hoy, nos hallamos tan a la deriva.
Cuanta tristeza.
A veces me pregunto, ¿si hemos olvidado
la deuda que tenemos con nuestros antepasados?
¿La perenne misión de conservar la
libertad a través de la democracia?
Doscientos años después, Bolívar es tan solo
una cara acuñada en una moneda,
Miranda un Estado gobernado por la incertidumbre,
El Gran Mariscal, una calle; Bello, una universidad
que está próxima a olvidar los valores de ser ciudadano.
Y otros tantos ilustres que ahora solo son billetes,
avenidas, y un centenar de papelillos que encarecen
la lucha de nuestros próceres.
Me pregunto, ¿Qué necesitamos? ¿A dónde vamos?
Dios y treinta millones de personas conocemos nuestras
penas, pero a muchos se nos está olvidando encararlas.
¿La democracia es el fin o el camino hacia la libertad?
Sentimos tristeza, desesperanza, nostalgia.
Pero también sentimos vergüenza; o debiéramos, al menos.
Porque sin darnos cuenta estamos abandonando la patria,
La tierra que nos has parido y nos ha criado.
Cuando una madre llora, nosotros lloramos con ella y por ella.
Cuando una madre pare a un hijo, espera lo mejor de él.
Cuando una madre sufre, sus hijos están allí para alzarla.
A un bicentenario de lucha y sacrificio,
Venezuela es la única mujer a la que nos debemos,
por la que lloraríamos, gritaríamos con brío,
con los huesos, con el alma, la bien amada libertad.
Que el mundo sea testigo que los hijos de esta tierra,
siempre estarán firme ante las adversidades.
Que nuestros padres se enorgullecen de ver en
nuestros ojos, la mirada de la independencia.
Queremos que este continente americano
sepa que no existe un criollo como el nuestro.
Que 1811 aun arde en nuestros corazones.
A la juventud venezolana, a los estudiantes,
tengamos estas frases como estandarte
ante la batalla contra la ineptitud y la desgracia.
«Si este país nos necesita, no iremos corriendo
a alistarnos a las FF.AA; no lo haremos. Tomaremos
nuestros lápices y cuadernos y construiremos
una nación con nuestras ideas.
Y cuando deseen callarnos, recitaremos a Gallegos,
Y si quieren dividirnos nos pintaremos angelitos negros.
Y si nos exilian o encarcelan Miranda
se dibujará en nuestros pechos.
Y si nos quieren ver morir, lo haremos de pie
con la frente en alto, con los ojos abiertos,
para que nuestro verdugo, sienta en sus tripas,
como quema nuestra mirada de emancipación,
y pueda ahogarse en el llanto de nuestros sueños,
Y asfixiarse con el hambre de justicia que clamamos
los hijos, el futuro…de América Latina.
A mi país.
Inventario
Detesto el silencio que nos adelgaza,
El inventario matutino de lo que nos sobra y nos falta,
La revisión exhaustiva de nuestras miradas esculcando defectos.
Nueve pares de medias, ocho interiores,
Una caja y media de condones
Y la memoria engavetada hecha un revoltijo.
Busco…un par de ideas,
Y cuatro recuerdos escondidos
(hechos olvido) en machas de café,
Mi cepillo de dientes y todos los suspiros
que salen de tu pecho antes de las once.
Detesto el ruido de las cosas
que hablan por nosotros antes de las seis,
La cafetera chirriando en la cocina
Y la puerta corrediza del closet,
Tus ronquidos crepusculares
Y el despertador de mis anhelos martillando mi conciencia.
Sin embargo, cuando me percaté de lo sucedido,
El inventario se había convertido en historia,
En otro capricho (in)voluntario para ordenar las tristezas,
Las vergüenzas, los abrazos,
Para encontrar el recuerdo adecuado que nos acompañe el invierno,
Para desempolvar la canción de los viajes largos,
Para llorar con las fotos correctas y los olores selectos.
Fue un motivo perfecto para justificar el insomnio,
Para rebobinar una y otra vez los besos y
gemidos en colchones ajenos.
Con el tiempo sobrevendrá el colapso,
Un inventario de sueños estáticos,
De colores opacos y olvidos repletos de misterios.
Inmóvil frente al refrigerador sostuve que el universo
no era infinito,
Con mis ojos alcanzaba a ver los bordes de tu mirada.
Cualquier paisaje me resultaba pequeño,
Insignificante, una postal apenas,
Comparado con las bondadosas hectáreas de tus ojos.
Luego de treinta y cinco minutos en el área de lácteos,
Cerré la puerta y contabilicé las veces que fui tragado por tu boca
Y salí expulsado de tus ojos, como la mirada laser de Dios.
Necesariamente debo resolver el sudor en mis huesos,
Encontrarme con la verdadera oportunidad
De navegar en aguas oscuras,
De sentirme desnudo e indefenso.
Desfilar a través de tu mirada a paso indetenible,
Y sentirme como cuando atravieso la maquinita
que desnuda pasajeros en el aeropuerto,
Pero que funciona con una suerte de energía mística y natural.
La misma que usan los médicos
para diagnosticar el mal de amor,
el susto…
… y la mentira.
Coloquialmente… Te amé
Lo nuestro fue… Digamos… Un amor brutal, tan brutal como un diamante que todavía es carbón.
Nos quisimos como bestias, sin pensarlo,
como perros olfateándose.
Cada mañana era un ritual,
mordiscos, hambre, sudor,
dos guerreros jugando a cortarse.
¡Cómo te amé!
te amé hasta comerme tu sexo,
te amé entre tus senos,
adentro, entre tus piernas
donde no existen los carteles de precaución.
Y como me amaste,
«líbranos de todo bien»
porque mi paraíso se encuentra
en la humedad de tu boca.
Cuando me amaste el cielo Trancó sus puertas y ese Dios en el que no crees cerró sus ojos.
En las tardes, esas tardes,
no hubo lugar que no conociera tus nalgas,
ni paredes que no sintiesen mis manos.
Siempre me encantó que me gimieras,
siempre me sentí como un animal,
como un lobo a la luz de la luna,
celoso, rabioso, del olor que transpiras…
me dan ganas de morir entrelazados por el cuello.
Lo reconozco, fue miserable como te ladré
para decirte te quiero,
lo difícil que fue ocultar mi erección
para que no supieras que me gustabas.
Y cuando supe que ese calor en tu vagina
lo generaba mi deseo,
decidí quedarme e invernar en tu cueva.
Cuando el colchón era el testigo de nuestras masacres
siempre fui violento, siempre fuiste insaciable.
Para revolcamos como perros bastaba el colchón, para que mis manos hicieran temblar tus tobillos, No olvides…como…nos ahogamos en tus orgasmos
y te bañaste bajo mi pene.
Nadie nos entendería Nadie comprendería Lo delicioso que es meter mis manos entre tus nalgas
y comerte el oído con todo el deseo de esas palabras
que erizan tu espalda y calientan tus senos.
Sencillo…
Nuestro amor fue sencillo, Pero violento, insano pero natural,
indecente y sin contemplación. Sin víctimas, sin rehenes,
solo nuestros corazones al borde de un coma sexual.
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