Vagones tras trenes (Cuento)

LIMBO, Publicación

Abril 2016.- (Por María Daniela García) Encuentro de Mercedes con él… Llegué a una estación de Inglaterra. El humo de las chimeneas de los trenes salía a vapor, bajé como cualquier otro día de los meses de otoño, vi pasar personas como era lo habitual, tropecé en un charco, mis pies estaban húmedos al igual que mis zapatos, escuché reír a unos niños, al mismo tiempo reí. Era agotador mi trabajo, ciertos jefes al igual, vanos, cretinos de por medio… Salí del trabajo a esperar en los vagones, me senté en el banco de siempre, vi el mismo charco, esta

Abril 2016.- (Por María Daniela García) Encuentro de Mercedes con él… Llegué a una estación de Inglaterra. El humo de las chimeneas de los trenes salía a vapor, bajé como cualquier otro día de los meses de otoño, vi pasar personas como era lo habitual, tropecé en un charco, mis pies estaban húmedos al igual que mis zapatos, escuché reír a unos niños, al mismo tiempo reí. Era agotador mi trabajo, ciertos jefes al igual, vanos, cretinos de por medio… Salí del trabajo a esperar en los vagones, me senté en el banco de siempre, vi el mismo charco, esta vez no tropecé, saqué el periódico y empecé a leer un artículo de uno de mis jefes sobre política y derechos, el cual me parecía sucios en términos… Respetaba la libertad pero detrás de esas palabras había un hombre incrédulo.

Terminé de leer el artículo aun viendo entre sus palabras falsedad, guardé el periódico en mi cartera, vi como el reloj de la esquina de los vagones marcaba las 4:15pm, hora de abordar y regresar al trabajo, subí esperando sentarme en la ventana como de costumbre pero mi puesto estaba ocupado por un hombre de piel morena , boina gris, lentes sepia, pensé que era una broma pero ambos teníamos el mismo boleto, mismo número, no tenía gestos de estar en problemas después de leer el artículo, me senté al lado izquierdo, subí mi maleta, lo observé mientras me sentaba, un día como hoy debía mirar hacia la ventana mientras los vagones pasaban en nuestros ojos en la trayectoria, no sé cómo ni cuándo pero él me causaba tranquilidad, a pesar de que seguía pensando en la inutilidad y falsedad de mis jefes, en el transcurso del viaje escuchaba los sonidos de los carriles, saqué de mi cartera un pequeño libro, abrí la página número 9, decía justamente en la línea superior: “Los días son tan inmensos como la paz de las tardes”, el sujeto estaba observándome, ¿qué lees?, ¿debía responder? (pensándolo), nada me acaba de interrumpir, «disculpe usted señorita», faltaban dos vagones más para regresar al trabajo, me quedé dormida un poco, el sujeto en realidad no habló más ni citó preguntas, sentí el golpe de los carriles, ya faltaba poco para bajarme, el sujeto ya no estaba sentado allí, me levanté y me senté en la ventanilla, llegando a la estación saqué mi cartera y bajé como el resto de los pasajeros, me pregunté dónde estaría el que robó mi asiento en la ventanilla, vi el reloj ya eran casi las 4:45 de la tarde, debía apresurarme antes de la 5:30 para el trabajo, tropecé y caí y cuando levanté la mirada era nuevamente ese sujeto, lo miré y respondí enojada, fruncí el ceño, levanté apresurada y corrí al trabajo. No fijé mis ojos más en aquel hombre.

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Llegué antes de la hora, me senté en mi silla de cada día y empecé a trabajar en los contables, y números, el jefe pasó con su ropa elegante y su perfume fino, lo observé y recordé el artículo del periódico, se me revolvió todo, olvidé por momentos y recordé el sujeto del tren después de tener el mismo número de boleto y tropezar con él, debía terminar los números para salir antes de las 8:00pm y regresar a casa, mientras terminaba de releer los números en los libros pensé en la vida corta y la vida larga, en la trayectoria divina y elevada, en los niveles de ser más que un simple humano, en ello se hicieron las 8:15pm, terminé todo y salí del trabajo.Los jefes se habían retirado mucho antes, cerré todo, y caminé hasta el vagón más cercano para dirigirme a casa.

En plena Inglaterra de noche es notorio sentir el frío y las estrellas ver interlineadas en cuestión de momentos, monté en el tren, recordé el instante momentáneo cuando mi padre de niña solía discutir con mi madre imparablemente y luego reírse de lo sucedió y abrazar a mamá, sonreí simplemente de saber que a pesar de ello sus abrazos significaban su amor, vi los paisajes pasar durante el curso de los carriles, pasar como dibujos en un cuaderno dando una historia, llegué a casa, las luces de los faroles alumbraban toda la calle, abrí la puerta y subí, Lunático estaba allí esperándome ronroneando, vi la estufa y cociné algo antes de ir a la cama, hice agua miel caliente, le di leche a Lunático y recosté en la cama mientras la ventana me mostraba las nubes y la luna en cuarto creciente.

Puede ser tan doloroso como tan vivido cuando sales de tu hogar y vez en la calle niños sin hogar o simplemente personas sufriendo, realidades donde la vida me resulta esperanzadora y aquellos jefes del mundo sin creer en lo que es más real que el artículo del periódico… Volví al vagón más temprano eran las 12:30 del mediodía, en el transcurso de la espera vi pasar mil personas y más que esas mil, el tren llegó justo 12:45, subí, uno de los jefes iba sentado a unos puestos del mío, ignoré el asunto, no deseaba hablarle, escuché mientras éste hablaba de la ignorancia del ser humano, sentí irracionalidad en sus expresiones, no presté más atención a esto ya que sabría que indagaría más sobre el tema, revisé mi cartera y busqué el libro, no aparecía ¿lo habría dejado en casa?, recordé que no estaba conmigo, de seguro lo habría perdido en el vagón de ayer cuando tropecé… Pensativa, con el sujeto que robó mi asiento seguí observando la ventanilla, en un momento vi pasar dos jóvenes caballeros de estilo singular, diferente diálogo a otros hombres como los del trabajo, sentados delante de mi asiento, hablando de filosofía y cosas de vida muy bellas, les miré de reojo y estos sonrieron, noté apreciar que aquellos jóvenes apreciaban la vida, asunto que otros no hacían, regresé la mirada a la ventanilla, y saqué de mi bolso un pequeño dulce de maní, lo probé y sentí como mi paladar endulzaba los paisajes pasando en mi mirar, aunque perdiese mi libro alguien estaría disfrutándole cada página, si era el sujeto roba asientos quizás lo estaría leyendo.

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