Tormentas, paradojas y cacofonías

LIMBO, Publicación

Una visión del conflicto venezolano desde Táchira por Osvaldo Barreto Pérez La noche se avecina, estoy parado en el umbral de mi casa contemplando un trepidante atardecer, al fondo las montañas y sobre ellas una legión de nubes oscuras y densas que dejan oír esporádicamente el rugir de sus entrañas. Una bandada de pericos ha llegado al jardín y se ha posado en lo más alto del árbol de guayabita, mientras comen hacen un bochinche y arman una alharaca que no pasa desapercibida. Mi ciudad, San Cristóbal, está retratada en el paisaje que acabo de describir, más aún hoy cuando

Una visión del conflicto venezolano desde Táchira

por Osvaldo Barreto Pérez

La noche se avecina, estoy parado en el umbral de mi casa contemplando un trepidante atardecer, al fondo las montañas y sobre ellas una legión de nubes oscuras y densas que dejan oír esporádicamente el rugir de sus entrañas. Una bandada de pericos ha llegado al jardín y se ha posado en lo más alto del árbol de guayabita, mientras comen hacen un bochinche y arman una alharaca que no pasa desapercibida.

pericos en la tormenta

Mi ciudad, San Cristóbal, está retratada en el paisaje que acabo de describir, más aún hoy cuando se ve envuelta en un conflicto tildado de “político” dónde los valores esenciales y los derechos y deberes que pactamos como sociedad están siendo devorados por nosotros mismos. Odio, tristeza, miedo, rabia, histeria y mucho ruido inundan las calles de la ciudad y del estado en general, pues varios municipios también se desbordan a gritos, a piedras e incluso a balas.

¿Por qué este estado es de los que genera más ruido? Quizá por su condición fronteriza que lo hace un grupo humano signado por la movilidad,  esta movilidad se ha visto sesgada desde el 2015 por razones complejas con responsables y dolientes en ambos lados generando un quiebre profundo en el modus vivendi, también hay algunos ingredientes igualmente relacionados con su condición fronteriza que no se pueden obviar como: paramilitarismo, guerrilla, contrabando y delincuencia organizada que orbitan en la región desde hace mucho tiempo.  Lo anterior son solo algunos factores que pueden facilitar la chispa y esto no quiere decir que los tachirenses seamos de naturaleza belicosa, todo lo contrario, somos gente tranquila y cordial, pero al parecer nos sacaron la piedra y eso históricamente ha traído consecuencias para el país tales como: rebeliones, dictadores, presidentes.

Pero el conflicto que vivimos hoy me resulta amorfo, complejo y sobre todo ruidoso. Ideas simplistas como el cambio de presidente que lo soluciona “todo” me resultan ruidosas, las que suponen que incendiando el transporte público o haciendo barricadas se tumba un gobierno me resultan muy ruidosas, esa en la que nadie se acredita las acciones violentas es aún más ruidosa, que se piense que duele más la muerte de un estudiante que la de un guardia resulta más que ruidosa ensordecedora y las peores son las que hablan de genocidio e invasiones extranjeras que más que ruidosas son sórdidas, todo esto termina siendo una gritería insulsa y frenética: la cacofonía perfecta. Y nada como el ruido para matar el pensamiento reflexivo. ¿Dónde quedó el silencio? ¿Si todos queremos ser escuchados y gritamos lo que pensamos al unísono qué mensaje estaremos emitiendo? …obviamente uno ininteligible.

Cuando hay entendimiento las palabras sobran, pero hemos llegado al punto paradójico de acusar a los que hacen silencio por no alzar su voz cuando justamente el silencio es su compromiso y su voz. Estamos imbuidos en el ruido, nos dedicamos inconscientemente a sumarle decibeles, y una de las formas en que más contribuimos a esta gritería es a través de las imágenes, haciéndonos eco de ellas, reproduciéndolas como si fuéramos autómatas, sin conciencia e irresponsablemente, incluso caen en este juego profesionales de la comunicación que postean imágenes sin fuente o veracidad alguna. ¿Quién puede negar que al asomarse a cualquier red social no corre el riesgo de revolcarse en un muladar? ¿Pretendemos salir ilesos si nos sometemos a ellas diariamente con la excusa de estar informados? Creyéndonos inmunes a las imágenes  terminamos devorados por ellas, así lo plantea Baitello en su libro La Era de la Iconofagia (2008) cuando dice que “alimentarse de imágenes significa alimentar imágenes, confiriéndoles sustancia, prestándole los cuerpos. Significa entrar en ellas y transformarse en personaje. Al contrario de una apropiación, se trata de una expropiación de sí mismo (…) el ritmo de los tiempos de la productividad y muchas otras imágenes no hacen otra cosa que devorarnos diariamente”.

La pasión desenfrenada nos lleva a creer que aportamos nuestro grano de arena a la causa reproduciendo imágenes-ruido, las cuales consideramos vitales para que la “verdad” salga a flote, pero lo cierto es que toda imagen, video o audio, por más datos que aporte y sin desestimar su importancia, no son más que fragmentos de una realidad, nunca son el rompecabezas completo, algunos pensarán que si reproducimos muchas imágenes armaremos el rompecabezas de la “verdad” cuando lo que ayudamos a construir es un Frankenstein mediático. Es así como la foto donde violentan a una persona, al ser reproducida exponencialmente, se convierte en la foto de la masa violentada, es decir que contribuimos con un proceso de hiperbolización donde las cosas dejan de tener su justa medida y se agigantan, se vuelven monstruosas, y además abundantes, asistimos pues, y en primera fila, al concierto cacofónico y paradojal de la abundancia. Sí, somos abundantes en quejas, en lamentos, en acusaciones, en dolor, en terror, en tragedias, en distorsiones y en realidades disímiles. Ciertamente nuestra forma de vida ha sido la abundancia, al parecer somos millonarios en miserias tanto como en petróleo, la crisis económica es profunda pero hay dinero a borbollones, de no ser así ya hubiésemos sucumbido, un país pobre no soportaría ni un round de una lucha como esta, es decir que pese a la crisis y a la escasez de alimentos somos un país rico, quizá siempre lo hemos sido, no solo por el petróleo, si hacemos una lista de riquezas puede resultar larga y dolorosa. Cuán necesaria la reflexión sobre la “abundancia” que nos devuelve a la pregunta de ¿qué son y dónde radican la riqueza y la pobreza?

Hay paradojas que contribuyen a la reflexión, como los kōan de la tradición zen, pero las paradojas en las que este conflicto nos ha sumergido se vuelven ruido en nuestras cabezas, contribuyen a la pérdida de sentido, propician lo demencial, me llevan a pensar que la locura se aventura en aguas revueltas para dar un golpe de estado y tomarnos a todos por sorpresa, y a sabiendas de que somos homo sapiens-demens, me pregunto si no le habremos dado las llaves de la casa al “homo demens” que mencionaba Morin en “El paradigma perdido” (1973), ese “hombre irracional, inconsciente, incontrolado, inmaduro, destructor, iluminado por quimeras, temerario” ¿hemos dejado que tome el control ese ser desequilibrado y delirante?, algunas voces lúcidas, provenientes del centro, de la izquierda y de la derecha, me hacen creer, no sin dudar, que el homo sapiens sigue siendo el homínido que prevalece en Venezuela.

Ante este paisaje atronador algunos se tapan los oídos, otros salen corriendo, muchos marchan gritando consignas, otros se marchan para gritar de lejos y el concierto cacofónico se prolonga al ritmo de la desesperanza trayendo feas consecuencias a la psique nacional. Sin embargo tanto ruido podría ser buena señal, Morin plantea que “Los cambios evolutivos favorables sólo pueden tener lugar a partir de perturbaciones, «ruidos» o «errores», que no por ello dejan de ser a un mismo tiempo mortalmente peligrosos para toda auto-organización”, esperemos entonces que este conflicto sea parte de una evolución social favorable.

El sol se ha ocultado, la bandada de pericos se ha ido con su alharaca a otro lado pero seguramente volverán mañana, las nubes oscuras se revientan sobre San Cristóbal, revientan sobre el Táchira y sobre Venezuela, la tormenta arrecia. Pese a todo sigo pensando que este es el mejor lugar para estar, para aprender, para cultivar, para despertar, para poner atención, para educar los sentidos y la sensibilidad, para vivir y morir, porque desde aquí hemos atestiguado y vivido el crecimiento de muchas tormentas en un tiempo relativamente corto. Son tantas las tormentas que hemos soportado que ya las máscaras se transparentan y no hablo de capuchas o máscaras antigás, comenzamos a vernos como somos en el espejo de la crisis. Contemplo el cielo que se desborda, ahora es la lluvia la que hace ruido al golpear los techos de San Cristóbal, de Venezuela, pero el ruido de la lluvia es propicio para reflexionar y pienso que nuestro país no tiene ninguna necesidad de ser como era antes, porque no seremos los mismos después de semejante aguacero, sin embargo habrá un país que será a su manera cuando amanezca y eso es seguro: Amanecerá.

Osvaldo Barreto
San Cristóbal, mayo de 2017
Imagen: Omau©
Referencias:
– BAITELLO, Norval. (2008) La Era de la Iconofagia: Ensayos de comunicación y cultura. España. Arcibel Editores.
MORIN, Edgar. (1974) El paradigma perdido. España. Editorial Kairós.
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