Sin título (Cuento breve)

Literatura

Por Indira Casique Esa tarde fría con la montaña de fondo, ella le confesó que se casaría con él. No fue una proposición, fue un anuncio. Los anaranjados del atardecer se confundían con el índigo y el gris de las nubes. Alguna estrella empezaba a brillar mientras ella hablaba de los hijos que tendrían. Ella se aferraba al torso de él, en parte para calmar el frío y por otra, porque el corazón se le encogía de puro arrebato. Lo amaba tanto. Tomó sus cabellos para decirle que así sería el de sus hijos. Le recordó que eso fue lo

Por Indira Casique

Esa tarde fría con la montaña de fondo, ella le confesó que se casaría con él. No fue una proposición, fue un anuncio. Los anaranjados del atardecer se confundían con el índigo y el gris de las nubes. Alguna estrella empezaba a brillar mientras ella hablaba de los hijos que tendrían. Ella se aferraba al torso de él, en parte para calmar el frío y por otra, porque el corazón se le encogía de puro arrebato. Lo amaba tanto. Tomó sus cabellos para decirle que así sería el de sus hijos. Le recordó que eso fue lo que la enamoró de él. Habló de cómo atravesaron distintas vidas para estar juntos en esta. Calló un momento para soñarlo cómo una palmera agitándose al sol en su anterior vida. Frente a ellos, se encendían una a una las luces en los edificios. A ella esto siempre le pareció un momento mágico. Pensar que alguien allí dentro empezaba a vivir. Ella era de esas personas etéreas, místicas que les llaman. Sólo que en ese momento, no hablaba con poesía. Lo decía en serio. Durante los minutos que tardaron en encender las luces de la plaza no hubo luz a su alrededor. El sol ya no daba en las perfectas facciones de él. Llevaban un par de años siendo novios, pero por unos instantes, fueron desconocidos. Unos rostros ensombrecidos hablando en una banca. En ningún momento fue un diálogo, fue un monólogo. Y mientras ella contaba que harían los domingos en la tarde cuándo viviesen juntos, él pensó que ella había leído tantas historias de amor, y vivido tan pocas. Él tanteó su cuello en la oscuridad y le plantó un beso en los labios. El día había muerto, así como su amor por ella. Su cobardía le obligó a irse mientras aún eran extraños. Indira Casique Comunicación Social (ULA Táchira), Fundación Cultural Bordes.
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