Miami en San Cristóbal (Crónica)

Artes Visuales, Cine, Publicación

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El viernes pasado, finalizando febrero, asistí a una proyección especial que se hizo en un café de la ciudad. Un lugar muy lindo, por cierto, aunque no diseñado para este tipo de actividades, pero la buena disposición hace maravillas. También había un público muy ávido, limitado por invitación estrictamente a 15 personas, con nuestros tapabocas.  Sentí, como en una función de danza unos días antes en la plaza, que la convocatoria funcionó como un llamado a encontrarnos y ver algo relacionado con el arte, sin mucha conciencia sobre la programación planteada. 

¿Cuál era? Una muestra internacional de video-arte, que había sido seleccionada por un museógrafo y curador zuliano, Jimmy Yánez. En principio ésto me atrae, pues se trata de una persona que tiene muchos años trabajando con las artes visuales, en los últimos años desde el museo de arte contemporáneo de Maracaibo. Me trae buenos recuerdos, además, saber de Jimmy. De un par de visitas que hizo a San Cristóbal a propósito de su participación en el Seminario Bordes. Recuerdo especialmente el montaje de Más allá de lo humano en 2014, donde nuestra querida galería Manuel Osorio Velasco se pintó de verde, entre muchos otros detalles que hicieron de esa exposición un acontecimiento extraordinario. 

Por otro lado, es una invitación de dos jóvenes artistas y promotores culturales que estuvieron en Bordes y ahora han formado su propia compañía de producción audiovisual, El Grito (homónimo de un festival de cine fantástico y de terror, que es de su creación). Daniel Peñaloza, a quien conocí en 2010 cuando se acercó a los Encuentros para Cinéfagos o cine foros que orgánizabamos desde el Cine Club de la ULA Táchira, antes de que Bordes tuviera identidad jurídica, es decir que de algún modo lo vimos nacer juntos. Aunque se ha ido más de una vez ya, siempre formará parte de nuestra historia. Y Hassler Salgar, quien llegó en 2018 y me sorprendió desde el principio no sólo con su talento para la fotografía y la diagramación, sino especialmente por su disposición amorosa a la enseñanza de jóvenes estudiantes del liceo donde hicimos el seminario ese año, y luego por su ímpetu para la producción. Parece que han hecho un dúo muy efectivo y aunque están radicados principalmente en Cúcuta, del otro lado de la frontera, vienen a hacer toques a tierra como rodar un cortometraje de ficción recientemente o esta actividad de promoción del audiovisual.

La introducción presenta a la fundadora y directora general del Miami New Media Festival (que así se llama la entidad que organiza esta muestra) Andreina Fuentes Angarita. La verdad, escuchar que esta edición del festival se encuentra dedicada a la Censura me hizo prever panfletos contra el gobierno venezolano o, después de escucharla con cuidado, declaraciones contra las políticas automáticas de discriminación de contenido de las redes sociales. Porque el título completo de la 25ta edición del festival es New Media Art and Censorship in the Information Era. Es decir que promueve la reflexión sobre la generación de contenido artístico en esta época, desarrollada en y para los medios que imperan, dentro de sus límites.

El programa fue breve. Ocho videos realizados por Hernando Urrutia, 
José Cruzio & Isabel Pérez del Pulgar de Portugal, María Beatriz Granero de Brasil, David Anthony Sant de Australia, Chalet Comellas-Baker de Estados Unidos, Rina Momose de Japón, Daniela Lucato y Andrea Leoni de Italia. 

Fotograma de Geomelodies de Andrea Leoni

Algunos muy performáticos, como el brasileño, uno muy plástico, el trabajo de Andrea Leoni. En general parecen concebidos, en su mayoría, para espacios más abiertos que este donde los vi. Quizá para galerías de museo. También podrían funcionar como instalación en un espacio público, para ser consumidos fugazmente por los transeúntes.

En cuanto al contenido, resultó una muestra diversa. La censura se tomó como el tema o hilo conductor, pero cada artista aludió a un tipo específico de violencia o forma de opresión de las libertades humanas en sus distintas formas.

Recuerdo especialmente la propuesta del australiano David Anthony Sant, quien nos muestra las paredes de una ciudad, los grafitis, afiches, propaganda, señales de protesta… 

David Anthony Sant

Y otra de Chalet Comellas-Baker, quien desde el título me llamó la atención: Sisterhood is for everyday people. Un título que me resulta menos atractivo al tratar de escribirlo en español (¿La sororidad es para todos?). Este video es el más largo, de treinta minutos. Además de mostrarnos íconos de la historia del movimiento de liberación femenino, nos va dando un texto que yo iba leyendo con atención durante al menos los primeros diez minutos, cuando ya me sentí cansada y empecé a distraer la mirada. Me pregunté entonces si esta podía ser la intención de la autora y no me gustó, porque lo que leía me parecía importante, como que debería estar leyendolo de un libro y no en una pantalla de video a esa velocidad ni con esos colores que se me hacían perturbadores. 

Fotograma de Sisterhood is for everyday people de Chalet Comellas-Baker

Dado que me interesó ese trabajo, busqué luego el nombre de la artista y consigo su sitio web. Me parece demasiado joven y demasiado blanca para lo que leí. Así que esforzándome un poco más en la búsqueda, descubro que ella toma largas citas del libro Sisterhood is Still Powerful de bell hooks (sí, así, en minúsculas), una escritora estadounidense y activista del feminismo y los cruces entre género, «raza» y clase social. 

De modo que ese discurso es también un ícono del feminismo y también es exhibido así, en «loop» para que lo veamos como se ven los rostros de mujeres que han formado parte de esa historia y como vemos esos colores que decide usar la video-artista hoy. Como un conglomerado de significantes que se pueden trivializar, percibir desde lejos como el ruido de una emisora de radio que habla de elecciones que no me interesan, o usar como bandera, o guardar en la mesita de noche junto al rosario.

(Yo personalmente prefiero leer a estas mujeres y sus vidas y me conmueven sus particularidades, no quiero verlas masificadas ni en loop). 

Con esto no quiero decir que el trabajo no me haya gustado. Tampoco puedo decir que me guste. Pero generó en mí algunas emociones contradictorias y un conflicto, también me hizo pensar y buscar cosas. Así que cumple de algún modo un cometido. Expresar algo que el artista sintió necesario, y movilizar al espectador. Misión cumplida, diría yo.

Me sucede como siempre que pienso en el video-arte. Siento que hay mucho que estudiar y aprender, porque el audiovisual hace rato que asumió un papel protagónico y se está usando para casi todo. Vale acotar que soy organizadora de un festival de Cine-Arte donde el video-arte es una categoría importante, nos llega material de distintas partes del mundo. Definitivamente es algo que debo seguir reflexionando. 

Por ejemplo, vuelvo al tema del espacio y condiciones de proyección. Estos contenidos ¿son para verlos en una sala de cine o son para los museos? 

Esta pregunta me hizo pensar en que tenemos dos museos en San Cristóbal, en extremos opuestos de la ciudad. El Museo del Táchira en Paramillo, y especialmente el Museo de Artes Visuales y del Espacio, el MAVET, abierto a pesar de la pandemia todas las mañanas de lunes a viernes, con exposiciones permanentes y temporales, pero sin público. No se planteó la posibilidad de hacer esta muestra allí. Me pregunto si, de hacerla, habría tenido la misma asistencia. Me pregunto por la situación de los museos aquí y en el mundo.

Fania Castillo

ULA/Fundación BORDES

 

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