Los puentes rotos: Diosas, brujas y mujeres en el Incinerador

Artes Escénicas, Publicación

Julio 2016.- En estos días San Cristóbal ha estado cargada de actividades culturales. O digamos mejor de eventos artísticos, puesto que de cultura está cargado todo nuestro quehacer cotidiano (desde el desayuno con pastelitos, pasando por la buseta y la melodía de los saludos, risas y regaños, entre otras cosas que no solemos tomar en cuenta). La agenda ha sido nutrida, y lamentablemente los amantes del arte hemos tenido que renunciar a la difícil meta de lograr asistir a todo lo que oferta la cantidad de artistas y promotores culturales que hacen vida en nuestra ciudad. Uno de los encuentros

Julio 2016.- En estos días San Cristóbal ha estado cargada de actividades culturales. O digamos mejor de eventos artísticos, puesto que de cultura está cargado todo nuestro quehacer cotidiano (desde el desayuno con pastelitos, pasando por la buseta y la melodía de los saludos, risas y regaños, entre otras cosas que no solemos tomar en cuenta). La agenda ha sido nutrida, y lamentablemente los amantes del arte hemos tenido que renunciar a la difícil meta de lograr asistir a todo lo que oferta la cantidad de artistas y promotores culturales que hacen vida en nuestra ciudad.

Uno de los encuentros que logramos cumplir, afortunadamente, fue el de asistir al estreno de Los puentes rotos, texto del dramaturgo y psicoanalista caraqueño Jhonny Gavlovski, en versión de José Castillo, director del Grupo Experimental de Teatro UNET y El Incinerador Teatro, con la interpretación de Amarú Vanegas, antigua integrante del grupo de teatro universitario y de las pocas egresadas que han seguido desarrollando su carrera como actriz, además de ejercer el oficio de escritora y promotora de la lectura.

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La interpretación de Amarú bajo la dirección de José es algo que no podíamos perdernos, y recomendamos a quienes no hayan vivido esa experiencia, que asistan a alguna de las 3 funciones que quedan pendientes de Los puentes rotos, anunciadas para el miércoles 13,  jueves 14 y viernes 15 de julio a las 5:00pm.

Amarú es una mujer extraordinaria, con una fuerza descomunal, quien se entrega entera en cada interpretación así como en todas sus acciones. Y José Ramón Castillo ha mostrado desde hace ya tiempo atrás un interés en abordar las relaciones humanas en general y la psicología femenina en particular desde el teatro, seleccionando piezas donde la maternidad, la pareja y lo femenino ocupan un lugar central. Este interés y trabajo continuo de exploración ha ido madurando a lo largo de los años y ya revela la mano de un autor consistente.

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Siempre recordaré Feroz, de Diego Aramburo, en manos de este grupo. Con este director y esta misma actriz, quien trabajó junto a otras dos muy talentosas intérpretes en aquella ocasión. Fue la primera vez que presencié esta explosiva combinación: La poética de un texto sólido; una puesta en escena magnífica que reinterpreta la pieza o la reescribe buscando el discurso visual de los cuerpos; y una interpretación visceral, vibrante, que nos hizo estremecer a todos los espectadores. Es una sensación que de algún modo reviví con este nuevo montaje.

El Incinerador y el GET (agrupaciones hermanas) se han destacado por generar un discurso propio, donde la dramaturgia del cuerpo es esencial. En los últimos años han buscado incluir también elementos de las artes visuales y música en vivo, en su proceso de experimentación constante, puesto que se trata de un laboratorio de investigación corporal permanente. Algo que debemos destacar como admirable, ante la dificultad que suele haber en el entorno universitario para la consolidación de los grupos de arte (ni qué hablar de su situación en el momento presente, en Venezuela).

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En su trayectoria, el grupo ha tendido a alternar entre proyectos de creación colectiva o del propio director donde el texto es poco importante, construido a base de expresiones cotidianas, y otros trabajos donde se asume la dirección de textos destacados del teatro latinoamericano contemporáneo, como la misma Feroz del boliviano Aramburo, Mujeres bajo sospecha, Los adioses de José y Lo obsceno II (El asesinato de una niña) de Víctor Viviescas, extraordinario dramaturgo y director colombiano, quien ha podido presenciar algunos de estos trabajos locales en sus visitas a San Cristóbal. Y una de mis preferidas del grupo, su versión del monólogo mexicano Viva la vida, de Humberto Robles, sobre Fridha Kahlo.

Los puentes rotos de Jhonny Gavlovski representa una ligera desviación con respecto a la temática y tono que ha venido manejando El Incinerador. Si bien aborda de nuevo lo femenino, se aleja de su tendencia usual a la crítica social. En lugar de tragedias que acontecen a personajes víctimas del destino que representa un sistema injusto, nos encontramos con una mirada hacia el drama moderno de la construcción de un individuo. Del sujeto femenino, específicamente. Se trata de un drama intimista: las disquisiciones de madre-hija atrapadas en una relación neurótica y repitiendo historias familiares ocultas de expectativas frustradas, desilusiones y fracasos. Un drama moderno y muy occidental, como ha sido la obra de Gavlovski. El psicoanálisis también es un mito moderno occidental, y este texto es hijo de esa tradición de la cual los latinoamericanos también hemos bebido y seguimos representando cíclicamente. Se trata de una pieza que ha sido montada previamente, con mucho éxito, incluyendo en 1988 el Premio Municipal de Teatro, en Caracas. El dramaturgo/psicoanalista ya tiene una decena de publicaciones y de reconocimientos nacionales e internacionales.

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Es decir que El Incinerador, GETUNET y Púrpura Poesía Escena se enfrentaron a un reto importante. Como les ha caracterizado, proponen revisiones de textos vivos, contemporáneos, establecen diálogos con el autor y se exponen a la confrontación.

Nos ha sorprendido un poco la cantidad de referencias europeas. El ballet, la música, los trabajos de arte visual proyectados de fondo durante la función. Son referencias del autor de la pieza, antes que todo, pero no deja de extrañar que el director haya escogido respetar esto y no re-ubicar la historia en nuestro contexto. La extrañeza no es necesariamente negativa. Ni positiva. Curiosidad de espectadora acostumbrada a un estilo y preguntándose a qué viene este cambio. La atmósfera de la pieza por momentos se rompe con los paréntesis brechtianos que acostumbra Castillo, una manera de recordarnos que se trata de un juego teatral y de sacudir el peso de la historia, destacando su presencia como director y distanciándose de Gavlovski. Sin embargo sentimos que el monólogo de estos personajes es tan privado que esas irrupciones de realidad son completamente prescindibles. Probablemente esta impresión se deba a la experiencia personal de inmersión en la historia, acompañando a la actriz en sus emociones y siguiendo emocionados el hilo del drama a lo largo de toda la narración, entre el sueño y la memoria.

La puesta en escena es sencilla. Las cuerdas colgantes por un lado y el marco de madera por el otro: espejo, ventana, himen, brecha y puente a la vez… Una poética con economía de lenguaje, de belleza sombría, que nos mantuvo absortos durante toda la función. No hay cambios de vestuario, color ni escenografía para indicar los cambios de tiempo o de personaje. Tampoco se propuso una interpretación que acentuara demasiado los cambios de voz o actitud corporal entre madre e hija.

La sobriedad del montaje jugó a favor del texto, en esta oportunidad, permitiendo que las palabras asumieran cierto protagonismo que suele desaparecer en el teatro de esta agrupación. La interpretación de Amarú, extraordinaria. Quizá ligeramente excesiva, en algunos momentos. Esta actriz se ha distinguido en papeles de carácter, por la interpretación de grandes tragedias, y en esta ocasión tuvo que asumir un drama burgués convencional. A fin de cuentas el drama de todas nuestras familias de clase media, cada una con sus variaciones particulares. Por ello atrapa, seduce, y también requiere de un esfuerzo de moderación que la ha costado mucho trabajo, para alcanzar la contención que requieren algunas escenas. La energía es tan grande que por momentos se le sale de las manos y nos creemos en medio de una tragedia. Lo cual quizá nos sucede un poco a todos, con nuestros propios dramas personales. (Por Fania Castillo)13393042_10154175636399043_1186995576_n

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