Los espacios socavados (Reseña)

Literatura

Los espacios socavados Manuel Rojas (1994) Fondo Editorial Fundación Museo de Artes Visuales y del Espacio   La convergencia de dos o más géneros literarios en uno solo es una tarea que requiere de la considerable práctica del ejercicio creador. A través de esta ingeniosidad se pueden encontrar en el campo literario grandes tesoros de producción artística que no solo impresionan por su innovación sino que además sirven como muestra de la flexibilidad del arte de las letras. Este tipo de pericia está vigente en Los espacios socavados del escritor tachirense Manuel Rojas, por cuanto permite la convivencia narrativa y

Los espacios socavados

Manuel Rojas (1994)

Fondo Editorial Fundación Museo de Artes Visuales y del Espacio

  La convergencia de dos o más géneros literarios en uno solo es una tarea que requiere de la considerable práctica del ejercicio creador. A través de esta ingeniosidad se pueden encontrar en el campo literario grandes tesoros de producción artística que no solo impresionan por su innovación sino que además sirven como muestra de la flexibilidad del arte de las letras. Este tipo de pericia está vigente en Los espacios socavados del escritor tachirense Manuel Rojas, por cuanto permite la convivencia narrativa y poética en unas mismas páginas. Sobre Rojas de más está decir que es poeta, galardonado como “Hijo Ilustre de la Ciudad de San Cristóbal” en 2012, el autor tachirense tiene en su haber el Primer Binacional Fronterizo Colombo-Venezolano (1990) con su obra “Hojas de Ceniza”, poemas; miembro activo del quehacer cultural del estado Táchira, Manuel Rojas forma parte del canon contemporáneo de la literatura regional tachirense, y es de estudio obligado para entender el sendero que traza el arte de las letras de la región. Al considerar el elemento poético presente en los breves relatos de su libro, cabe destacar que el texto está compuesto por veinte historias, las cuales contienen en sí la sensibilidad poética propia de Rojas, evidenciando la influencia de su producción en verso en su creación en prosa. Aquello que García Márquez consideraba como la poesía del día a día, como la “repetición de las imágenes en los espejos”, está contenida en los cuentos cortos del libro, y es que el tejido narrativo se hilvana con el poético y permiten la génesis de la veintena de relatos con la dupla cuento-poesía. Como muestra de la limpieza narrativa de Los espacios socavados sobresale mencionar “El último infierno”. Este breve cuento contiene como personajes a grandes figuras de la narrativa universal -tanto reales como imaginarios- entre los cuales destacan Dante, y personajes de su Comedia como Beatriz y Virgilio; Fausto y Mefistófeles, las ingeniosas creaciones de Goethe, y el mismísimo Lucifer, quienes se juntan para dar existencia a un cuento que roza las orillas de la ya destacada poesía en medio del contexto narrativo del libro. Pero los cuentos no solo enfocan la narración del ojo exterior del autor, se encuentra una mirada intrínseca en “Paraje del memorioso”, relato en el cual el narrador -protagonista- sueña y a la vez crea un mundo propio de lo onírico, que recuerda el epígrafe del libro que cita al Rimbaud acostumbrado “a la alucinación simple”; el cuento reza así: Una noche, en medio de horribles pesadillas, pensé que enloquecería. Vi espectros terroríficos, impresionantes escenas. No sé qué signo de la discordia fustigó el emblema de la cordura. Un emisario del reino maligno cercenó la cabeza de los grandes corsarios, cuya única salvedad era la lucidez de la memoria. (…) Vi rostros fundidos en el fuego, sudé imperiosamente y por último fui desterrado al olvido. (p. 49-50) El elemento creador va en otros cuentos más allá de lo explícito del sueño, Manuel Rojas desenvaina el factor inventor de mundos, que Huidobro exponía en su Manifiesto Creacionista, y escribe acerca de “un limón de cuatro puntas”, pasando por el alargamiento de unas piernas “como si fuesen de goma” y terminando en “el barco de los trece niños asfixiados en el ascensor”. No hay cuento en Los espacios socavados que no esté cargado de impresiones al lector; alguna imagen detiene la lectura, invita a la reflexión de lo leído y a la continuidad de las restantes diecinueve historias que pueden leerse ipso facto al sentarse a deleitar.

Jhonn Benítez Colmenares

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