«Laberinto», de Marisol Pérez Melgarejo (Reseña)

Literatura, Publicación

Marisol Pérez Melgarejo Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses (BAT) (1999) La figura masculina ha predominado los escenarios del arte; esa es una realidad innegable, incluso lamentable. Desde Christine de Pizan, escritora gala del siglo XIV, hasta Sor Juana Inés de la Cruz, la mujer se ha abierto espacio en el protagonismo intelectual y artístico, y las mencionadas escritoras son solo una de las evidencias de que la mujer puede situarse a la par de la figura del hombre en escenarios dominados por estos. Aun así, han sido ellos quienes han materializado, mayormente, el producto de sus inquietudes, de su

Marisol Pérez Melgarejo

Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses (BAT) (1999)

La figura masculina ha predominado los escenarios del arte; esa es una realidad innegable, incluso lamentable. Desde Christine de Pizan, escritora gala del siglo XIV, hasta Sor Juana Inés de la Cruz, la mujer se ha abierto espacio en el protagonismo intelectual y artístico, y las mencionadas escritoras son solo una de las evidencias de que la mujer puede situarse a la par de la figura del hombre en escenarios dominados por estos. Aun así, han sido ellos quienes han materializado, mayormente, el producto de sus inquietudes, de su ingenio, de su capacidad creadora, desplazándolas a ellas a una especie de estado entre las sombras, de letargo, como una tregua que la realidad se niega a finalizar.

En el campo de la literatura, y enfocando directamente el escenario en el estado Táchira, se evidencia nuevamente la ya mencionada ventaja (no la supremacía). Así, los nombres de Manuel Felipe Rugeles, Marco Ramírez Murzi, Ramón J. Velásquez, Pedro Pablo Paredes, y otros, forman parte del canon literario de las letras regionales; canon que difícilmente abre espacio para que una fémina forme parte de la lectura, si bien no obligada, sí de destacable mención en las producciones del estado.

En medio de esta realidad aparece una mujer que se abre espacio en ese canon, y quien merece la estima de los lectores de literatura tachirense: Marisol Pérez Melgarejo (1961). Nativa de la ciudad de San Cristóbal, la autora de esta edición de «Laberinto» (compilación de cuentos) obtuvo el primer lugar en el Primer Premio de Narrativa, en 1988, auspiciado por la Dirección de Cultura del Estado Táchira, con el cuento «Los vuelos de María», que forma parte de este compendio. Además, la escritora formó parte del Taller Literario «Zaranda», grupo con el que obtuvo varias publicaciones, aunadas a las de la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses.

Precisamente, «Laberinto» es un texto que sirve de muestra exacta para conocer la prosa de esta autora sancristobalense, que también ha incursionado en la poesía con «Al regreso de la guerra» (Editorial Lealón, Colombia), género que se inmiscuye muchas veces en los diez cuentos que integran el conjunto. De esta manera, Pérez Melgarejo nos presenta unos relatos sencillos, que representan el quehacer cotidiano, cargados de un lenguaje rico en imágenes poéticas, que no solo enaltecen el imaginario de los relatos, sino que también muestran la sensibilidad que puede lograr la óptica femenina, sin duda con matices distintos a los acostumbrados por los hombres.

Pero comentar la obra de Marisol Pérez Melgarejo no es contraponer su escritura a la de los hombres, es decir, su obra no aborda el tema de lo femenil ante lo varonil. Si bien su visión poética dista de ser la masculina, el trato de los temas se emparenta mucho más con el antecedente de aquellos que han sido nombrados. El amor, la niñez, la muerte y el imaginario colectivo ligado a lo sobrenatural serán referentes temáticos tratados en «Laberinto». En el caso de la niñez, por ejemplo, la presentación se lleva a cabo a través de la narración desde el recuerdo; en «Amar a mamá no es fácil» una niña es la narradora:

A veces me escapaba del colegio y me internaba en el bosque, así le decíamos a los pocos árboles que se enmarañaban cerca de la quebrada, allá atrapaba renacuajos o imitaba el sonido del agua que se deslizaba torpemente por entre las piedras (…) hasta fui capitán: sentía cómo el mar se me venía encima y me arropaba con su enorme lengua quedándome inmóvil (…) y las naves se hundían poco a poco (P48-49)

La presencia de la niñez también será constante en otros cuentos, como «El espejo» y «Ana Teresa», en donde también es una niña quien relata la historia. Vale decir que el contexto, aunque no se define directamente, se ambienta en la tierra de la autora, en Los Andes, lugar del que una descripción será presentada en «Arrastrando la muerte y la tristeza», al referirse a los pueblos propios de la zona andina: «En estos pueblos Dios ni se acuerda de uno, lo tira al olvido y lo deja solo como un avechucho, mientras la soledad se lo come y uno ni cuenta se da» (P52).

Con esta décima cuentística que ofrece «Laberinto», Marisol Pérez Melgarejo forma parte de la mención merecida al referirse a las mujeres que hacen vida literaria, y en este caso también de docencia, en el estado Táchira. Por consiguiente, la literatura muestra que no es complaciente para con ningún tipo de género sexual, y se muestra a través de una prosa femenina capaz de superar, modestamente, la creatividad literaria de muchos hombres, aun sin perseguirlo, demostrando una vez más, al igual que Pizan y De la Cruz, que el oficio de escribir también tiene su gala en la pluma de una dama. (Jhonn Benítez Colmenares)

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