Elucubraciones pandémicas desde Casa

Crónicas Pandémicas, Literatura, Publicación

Ahora que estamos obligados a quedarnos en “casa” por la cuarentena, vale la pena preguntarnos… ¿Qué entendemos hoy en día por “casa”?  La pregunta parece tonta, porque todos manejamos una noción de “casa” más o menos convencional, que no solo se refiere a las paredes y al techo sino que incluye otras nociones importantes como: hogar, intimidad, familia, e incluso otras más abstractas como; centro, arraigo, apego, etc. Lo anterior evidencia que estamos ante una noción compleja que vista desde una modernidad acelerada da la impresión de ser algo claro y establecido, bastante estereotipado, con lo cual estamos cómodos desde

Ahora que estamos obligados a quedarnos en “casa” por la cuarentena, vale la pena preguntarnos… ¿Qué entendemos hoy en día por “casa”? 

La pregunta parece tonta, porque todos manejamos una noción de “casa” más o menos convencional, que no solo se refiere a las paredes y al techo sino que incluye otras nociones importantes como: hogar, intimidad, familia, e incluso otras más abstractas como; centro, arraigo, apego, etc. Lo anterior evidencia que estamos ante una noción compleja que vista desde una modernidad acelerada da la impresión de ser algo claro y establecido, bastante estereotipado, con lo cual estamos cómodos desde hace mucho tiempo, y justamente son esas razones las que justifican la pregunta.

Siendo reduccionistas podríamos decir que en esta cuarentena hay dos tipos de personas; los que están felices de estar en casa sintiéndose liberados de sus rutinas laborales y los que están asfixiándose entre sus cuatro paredes con unas ganas incontenibles de salir corriendo al mundo, como si el mundo estuviera afuera y no adentro.

Ya que somos occidentales creo que es propicio recordar a Hestia, la diosa del hogar de la mitología griega, de la cual se dice que es la encargada del fuego que da calor a los hogares. Esta diosa juró permanecer siempre virgen, es decir que decidió reservarse, quizás de allí sintamos que nuestro hogar tiene una cuota de sacralidad o cuando menos supone un lugar reservado para nosotros mismos, aunque esta idea es algo que ha venido debilitándose con la pérdida de la intimidad y la fragmentación de lo que entendíamos como familia tradicional. Me refiero a una concepción de familia muy deudora de la cristiandad, en la que había un padre trabajador encargado de buscar dinero (carpintero, proletariado), madre santa obligada a mantener la casa, parir y criar, y los hijos preferiblemente pocos (uno o dos). De esta concepción, quizás aún vigente, nos decían en la escuela: es el núcleo fundamental de la sociedad. Hoy por hoy ya no se ve tan nucleico ni  tan fundamental.

En la mitología griega, Hestia es la diosa del hogar y la lumbre.

Retomando a Hestia, suele ser representada en las esculturas junto a una columna y en otras muestra una pose tan erguida y rígida que ella misma parece una columna, es el símbolo de lo que es pilar o sostén, sostiene el techo de la casa, ese techo puede ser el del individuo, el de la familia, el de la comunidad, el de la nación e incluso el del mundo, por lo tanto es una diosa con un papel muy importante, pero paradójicamente de ella se habla poco, no figura entre las famosas del Olimpo, precisamente porque no sale a librar épicas batallas ni tiene una vida de aventuras y pasiones (estereotipos de lo que entendemos por interesante), lo de Hestia es la sencillez, quedarse en casa y mantener la calma.  Para aquellos que han comprado el paquete completo de los ideales modernos, una vida como la de Hestia es justo lo que hay que evitar, y son esas personas las que están ahora mismo deseando que se acabe la cuarentena para volver al trajín, a la marcha, a los negocios cara a cara, a la movilidad, a la lucha “real” por sobrevivir y progresar.

Pero nuestro tiempo se presenta muchísimo más complejo, pues la concepción del hogar como lo privado e íntimo ha sido minada y progresivamente desmantelada frente a nuestras narices y con nuestra inconsciente aprobación. En la contemporaneidad casi todo espacio interior, toda intimidad, todo adentro, incluso los “adentro de sí mismo” se han volcado hacia lo público, gracias a una diosa muy venerada de mitología reciente llamada Internet. Esta deidad abrió una puerta, más bien un vórtice dentro de nuestro hogar para que accediéramos a un nuevo hogar donde no hay paredes ni techo, donde la familia tradicional fue sustituida por miles de amigos intangibles que tienen fotos sonrientes en sus perfiles y hacen comentarios a borbollones para que desde nuestra “libertad de elegir” hagamos lo mismo y podamos prescindir de la realidad “aquella” para seguir vigente en la nueva realidad. A esta perdida del hogar interior que se vuelve hogar en el exterior se refirió el antropólogo francés Marc Augé como descentramiento:

Descentramiento; al descentramiento del mundo se unen (con la aparición de las nuevas megalópolis y de los nuevos polos de referencia), el descentramiento de la ciudad (enfocada hacia lo exterior), el descentramiento de la vivienda (donde el ordenador y la televisión ocupan el lugar del hogar) y el descentramiento del mismo individuo (originado por el conjunto de instrumentos de comunicación de los que dispone -auriculares, teléfonos móviles- y que le mantienen en permanente relación con el exterior y, por así decirlo, fuera de si mismo). (2007)*

  Parecería que Hestia tiende a quedarse sin trabajo, como si estuviera en proceso de jubilación. Pero no hemos de engañarnos, eso es solo un efecto ilusorio, porque por más puertas o vórtices interdimensionales que abramos la figura del hogar parece ser una necesidad humana fundamental. Y es que podemos salir a conquistar el mundo y viajar a otras galaxias siempre y cuando tengamos un hogar al cual regresar, y si por alguna calamidad ese hogar es destruido tendremos que construirlo nuevamente y con urgencia, o por lo menos simbolizarlo o convertirlo en recuerdo, añoranza, nostalgia. 

Ahora que estamos en “casa”, unos disfrutando de la tranquilidad, otros con ganas de tumbar la puerta y otros perdiéndose en el laberinto de la virtualidad, cabe preguntarse: ¿Esta casa (civilización occidental consumista tecnológica) que hemos construido se nos puede caer encima? …y si es así… ¿Qué haremos al respecto cuando acabe la cuarentena?

Osvaldo Barreto Pérez

Grupo de investigación Bordes

San Cristóbal, mayo de 2020

*  Augé Marc. Por una antropología de la movilidad. 2007. Editorial Gedisa. España.

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