Elucubraciones pandémicas cinéfilas…

Cine, Crónicas Pandémicas, Literatura

Debo confesar que mi acercamiento a la ciencia ficción inició con el cine y luego pasó a los libros. Primero vi 2001: Odisea del espacio de Stanley Kubrick (1968) y posteriormente leí el libro homónimo de Arthur Clarke. Algo muy curioso es que muchas de las obras que me fascinaron ubicaban su futuro hipertecnológico o distópico en lo que es hoy nuestro presente, lo cual resulta todo un desacierto, porque si bien el mundo se ha interconectado informáticamente, lejos estamos de andar en naves espaciales, y no es por falta de tecnología sino por un sospechoso apego a los combustibles

Debo confesar que mi acercamiento a la ciencia ficción inició con el cine y luego pasó a los libros. Primero vi 2001: Odisea del espacio de Stanley Kubrick (1968) y posteriormente leí el libro homónimo de Arthur Clarke.

Algo muy curioso es que muchas de las obras que me fascinaron ubicaban su futuro hipertecnológico o distópico en lo que es hoy nuestro presente, lo cual resulta todo un desacierto, porque si bien el mundo se ha interconectado informáticamente, lejos estamos de andar en naves espaciales, y no es por falta de tecnología sino por un sospechoso apego a los combustibles fósiles del cual emana un hedor nauseabundo al que nos hemos acostumbrado. Además la tecnología más popularizada son los teléfonos móviles cuya señal satelital suele fallar continuamente. Y la pandemia actual,  provocada por el coronavirus, está lejos de generar escenarios distópicos como los de: Stalker: la zona (1979), Mad Max (1979), 1997: Escape de Nueva York (1981), Blade Runner (1982), Brazil (1985), Gattaca (1997), Dark city (1998), Matrix (1999), etc, etc, etc.

Sin embargo, en la mansuetud de esta cuarentena han revivido en mi memoria dos películas de Ci-fi que tratan el tema de la pandemia con argumentos que en su momento me parecieron descabellados, aunque convincentes en su ejecución, los cuales parecen, al día de hoy, ajustarse con naturalidad a la realidad que estamos viviendo.

La ciencia ficción especula y especula, tratando de atinarle al futuro, y de tanto especular logra, de vez en cuando, asestarle al blanco, de allí que sea un constructo cultural para ser tomado mucho más en serio y no como cosa de frikis, además suele ser esgrimir un sentido crítico muy punzante.

Las dos películas a las que me refiero son: Al final de los sentidos (2011), una producción germano-inglesa dirigida por David Mackenzie, y la otra es una realización española titulada Los últimos días (2013) dirigida por: Àlex PastorDavid Pastor.

En Al final de los sentidos, el argumento gira en torno a una extraña pandemia en la que las personas comienzan a perder, de manera progresiva, los sentidos, empezando con el olfativo, luego con el gusto y así sucesivamente. En medio de esta crisis una pareja (los protagonistas) conformada por una epidemióloga y un chef, se enamoran y tratan de salir adelante con su relación. Hablamos de ciencia ficción sin efectos especiales, los cuales en este caso no se extrañan en lo absoluto. El director logra su cometido al involucrarnos y convencernos de tan improbable tragedia. Es una pieza con actuaciones en su punto justo y un guión redondo, de esos que permiten seguirlo pensando. Y si la he recordado en estos días es porque algunos de los síntomas del Covid-19 son precisamente la perdida del olfato y del gusto. Esto quizás no signifique asestarle al centro de la diana pero sí supone un “casi, casi”, que a mi realmente me sorprende.

 

Si bien la anterior historia me pareció en su momento muy improbable, el argumento de Los últimos días me resultó improbable a la enésima potencia. Porque trata de una pandemia mundial de agorafobia. Hay que ser muy loco o muy creativo para tener una ocurrencia como esta, y además poseer unos altos niveles de atrevimiento u osadía para arriesgarse a llevar dicha idea al cine. Pues los hermanos Pastor se arriesgaron y a mi juicio salieron airosos de semejante apuesta. Si bien la critica no fue nada generosa con esta realización, a mi parecer el resultado visual impacta gracias a un buen trabajo de fotografía, es cierto que el guión recorre muchos lugares comunes que este género ha agotado pero a veces como espectador también se puede disfrutar más allá del guión. La trama es un thriller que se desarrolla en una Barcelona totalmente distópica. A mi me ha convencido y la he recordado porque ahora estamos todos encerrados y con miedo a salir, no es precisamente agorafobia pero… Este tampoco es un tiro que le haya dado al blanco pero se vuelve escalofriante por lo cerca que está de nuestra actual realidad.

Películas como estas hacen el ejercicio que el espíritu de la modernidad siempre ha esquivado, como sociedad moderna solemos eludir la discusión sobre el final, y no solo el final como individuos, del cual somos un poco más conscientes (no tanto), sino el final de la humanidad entera. Es obvio que dicho ejercicio carece de sentido porque el final es el final, pero me intriga el hecho de que nos resulte tan fascinante y que haya ganado tanto terreno en el concierto de la producción de ciencia ficción mundial ya sea cinematográfica o literaria.

Si argumentos tan insólitos como estos lograron acercarse tanto a la realidad presente, no sería una insensatez pensar que cualquier cosa que imaginemos también pueda lograrlo.

Osvaldo Barreto Pérez

Grupo de investigación Bordes
San Cristóbal, mayo de 2020
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