El mito del Amor

LIMBO, Literatura, Publicación

La media naranja, alma gemela, príncipe azul o mujer ideal. Mi “costilla”. Ese ser único, creado especialmente para mí. Es curioso que en este mundo profano, donde muchos se enorgullecen de sus burlas hacia las iglesias, héroes y otros símbolos, continúa celebrándose el día de San Valentín. Dicen que la fecha es designada con ese nombre por la Iglesia Católica, como homenaje a un sacerdote conocido por realizar ceremonias de casamiento, en secreto y sin la aprobación del entonces emperador de Roma, Claudio II. Claudio consideraba que los jóvenes no debían casarse hasta haber pasado la edad de servicio militar,

La media naranja, alma gemela, príncipe azul o mujer ideal. Mi “costilla”. Ese ser único, creado especialmente para mí.

Es curioso que en este mundo profano, donde muchos se enorgullecen de sus burlas hacia las iglesias, héroes y otros símbolos, continúa celebrándose el día de San Valentín.

Dicen que la fecha es designada con ese nombre por la Iglesia Católica, como homenaje a un sacerdote conocido por realizar ceremonias de casamiento, en secreto y sin la aprobación del entonces emperador de Roma, Claudio II. Claudio consideraba que los jóvenes no debían casarse hasta haber pasado la edad de servicio militar, pues el amor y los lazos con el hogar podrían distraerlos de su deber con el Imperio. Valentín fue ejecutado un 14 de febrero por su osadía.

Esta celebración occidental, que se mantiene aún entre no practicantes de ritos cristianos, sin conocimiento de su historia, puede servirnos como ejemplo de la antigua necesidad cultural del religare. Aún con el desprestigio del matrimonio, eclesiástico o civil, convertido para muchos en trámite burocrático o exhibición de impostura social, parece que seguimos soñando con ese Otro que se complemente perfectamente conmigo, destinado a cumplir un papel significativo en mi vida.

La noción de AMOR es mítica y pertenece al ámbito de lo sagrado, proponemos acá, sin por ello entrar en el terreno de un debate sobre verdades o mentiras. La equivalencia de la palabra MITO con ficción o cuento fabulado es una construcción moderna, usada para elevar la palabra “científico” a la categoría de exacto y cierto, otra forma de “verdad”.

Según Mircea Eliade, entre otros estudiosos de estas cuestiones, lo sagrado tiene que ver con la heterogeneidad del mundo. Una diferencia notoria entre sagrado y profano es la diferencia entre Caos y Cosmos. Entre uniformidad y distinción. Dotamos de sentido el universo es decir lo sacralizamos. Cuando decimos: este es mi hogar, aquí el templo, allá la plaza y el teatro.

Siguiendo este flujo de ideas, para el profano cualquier pedazo de tierra, cualquier cama, cualquier hombre y cualquier mujer dan lo mismo y son intercambiables. Podríamos entrar en una discusión sobre el tema de la identidad, las fronteras o la Patria, como categorías religiosas, pero no es este el tema que nos ocupa en este momento.

La idea de convivir y tener relaciones sexuales con una sola persona por mucho tiempo es contradictoria con la dinámica del deseo: fluctuante, movible, que se alimenta de la falta, del misterio. La proyección de fantasías que hacemos sobre el Otro para construir un enamoramiento, tiende inevitablemente a caer en desilusión cuando entramos en contacto con sus miserias y mediocridades cotidianas.

androgino fresco griego

Y sin embargo, seguimos buscando. Anhelamos a ese Otro que nos complemente y construimos hogar, proyectos, alrededor de la pareja.

No me atrevo a emitir juicios sobre esta tendencia. Ni a favor ni en contra. Pero la reflexión es pertinente. En una época de pérdida de sentido, de ironía y desilusiones, el amor parece un mito aún vigente.

¿O quizá estamos viviendo sus últimos estertores? Un intelectual polaco residenciado hace muchos años en Inglaterra, Zygmunt Bauman, se sorprende de cómo aquellas fotos familiares tradicionales junto al caballo y el perro, animales nobles que se veían envejecer junto al niño que va creciendo en el álbum (al menos es la imagen literaria que algunos manejamos de los ingleses), en esta época son inexistentes. Los niños van cambiando de mascota como de video juego, según los vaivenes de la moda. Este y otros ejemplos los usa en su libro Amor Líquido, donde discurre en torno a la fragilidad de las relaciones contemporáneas.

Quizá sea el destino de occidente la desacralización absoluta, la pérdida de la intimidad y del amor; y como occidentales de segunda nos va llegando más lento, al igual que tantas gracias de la Modernidad. Lento o transfigurado y mestizo, emparentado con las nociones de amor o relación americanas y africanas, así como ha ocurrido con los dioses, la comida y el idioma.

Aparecen, si, críticas rotundas a la puerilidad de las compras compulsivas en estos días, a las tarjetas, flores,  chocolates y sus campañas de mercadeo. Así como señalamientos a la institución del matrimonio como contrato con más sentido económico y patrimonial que romántico. Pero la mayoría aún mantiene algún tipo de relación de sentido con estas figuras, aunque puedan haber variado las formas.

En la escucha psicoterapéutica así como en los “muros” confesionarios actuales de las redes sociales, seguimos encontrando viejas pasiones, antiguos temas. Fidelidad, virginidad, posesión, traición, celos, promiscuidad, compromiso, ilusión, eternidad, hogar, matrimonio, amantes secretos… Pareciera, no hay que ser categórico en estos asuntos, que el mito del amor pervive aún. Que es una tendencia si no humana, al menos de nuestra cultura, sacralizar las relaciones y establecer distinciones. Entre esa mujer y las demás. O aquel hombre que no olvido.

Y no se trata de distinciones fundamentadas en la lógica, ni estética ni económica. Esas palabras garabateadas en un cuaderno de liceo que nunca desecharé, aquel primer beso, este árbol donde marcamos nuestras iniciales, nuestra música y ese modo de compartir el desayuno los domingos. El viejo mito del amor parece sobrevivir aún, como manifestación de lo sagrado entre nosotros. (Fania Castillo, Psicóloga/Psicoterapeuta – ULA/Grupo BORDES, faniacastillo@gmail.com)

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