El lenguaje del albatros: narrativa y poesía de Erasmo José Sayago (Reseña)

Literatura

Por Erasmo A. Sayago H Duerme y no duerme, pudiésemos concluir, mientras hace su recorrido migratorio entre la vastedad del cielo y del océano. Recomiendo no apresurarnos hacia lo definitivo. El albatros, con una mitad despierta de su cerebro percibe y analiza todo el entorno y su información, decide cuál ruta es mejor a seguir en su vuelo, si debe cambiarla en caso de una tormenta, y recuerda cual será el lugar donde llegará luego de su largo viaje, entre otras cosas, y con la otra mitad duerme, descansa. Los pensamientos sobre el albatros llegarían a su término, si no

Por Erasmo A. Sayago H

Duerme y no duerme, pudiésemos concluir, mientras hace su recorrido migratorio entre la vastedad del cielo y del océano. Recomiendo no apresurarnos hacia lo definitivo. El albatros, con una mitad despierta de su cerebro percibe y analiza todo el entorno y su información, decide cuál ruta es mejor a seguir en su vuelo, si debe cambiarla en caso de una tormenta, y recuerda cual será el lugar donde llegará luego de su largo viaje, entre otras cosas, y con la otra mitad duerme, descansa. Los pensamientos sobre el albatros llegarían a su término, si no tuviésemos por un instante, si no nos asaltara de golpe, aunque fuese por un segundo, el sueño que es común a todos nosotros, el sueño por el que murió Ícaro, uno que se queda y los alumbra por dentro luego del paso de una o varias aves, uno que como pocos hizo avanzar a la humanidad: el sueño de volar. ¿Si fuésemos como el albatros o como cualquier ave? ¿Qué pasaría si viéramos un huracán acercarse, si aun estando lejos nos empezara a mecer con violencia y a la vez pudiésemos estar en el corazón de nuestros sueños más profundos? Pocos han sido los que han contestado esas preguntas en la narrativa y en la poesía, entre ellos el gran poeta venezolano Eugenio Montejo, el cual sentenció que si alguna vez ha de volver, sería en el canto de los pájaros, y que tal canto lo habitaría en su mayor inocencia; en el Táchira hay pacientes artesanos de la palabra que intentan responder tales preguntas y saben la gran belleza y dificultad que implica semejante labor; Erasmo José Sayago (Zulia, 1956), ganador del Premio Regional de Literatura en el año 2000 (mención Cuento), y en el año 2002 (mención Poesía)  es uno de ellos: su narrativa tiene su fundamento de forma parcial en el gran bagaje no sólo literario que posee el autor, sino también en su contacto con distintas ramas del arte: música, pintura, danza, cine, escultura, que le han dado una percepción amplia de la estética occidental, además de algunas de gran relevancia como la estética china, japonesa, africana, entre otras,  y lo que completa ese fundamento es la profunda sensibilidad, empatía y capacidad de fabular con la que va construyendo sus relatos a través del tiempo, estando estos inclusive en forma oral y fragmentaria, luego, cuando el lector incursiona en la palabra decantada de cada uno de sus cuentos en el papel físico o virtual, se presentan ante él personajes, situaciones y eventos que se mueven entre lo real, lo soñado e incluso entre planos más allá de su propia narración (el cuento dentro del cuento) que lo llevan a perderse maravillosa y lúdicamente en la realidad reconstruida y ensoñada del autor, lo que Umberto Eco nombró “Los bosques narrativos”. La poesía de Erasmo José Sayago con la fuerza, la claridad y la concisión de sus metáforas es una tentativa en las que las voces secretas del pulso orgánico de la Tierra, de los familiares ausentes, y de la cotidianidad hablan y dialogan entre ellas desde el brillante reverso del mundo, ese que casi se ha olvidado, que nombra lo aparentemente  innombrable y además de esto el autor en ocasiones no sólo hace converger sino que expande el horizonte estético de sus cuentos con su poesía. Invito a los tachirenses a leer la obra de Erasmo José Sayago. Más que imaginarnos como un albatros, con su lenguaje nos re-crearemos en vuelo como una de esas aves, y soñaremos no ser náufragos para siempre, como una vez él escribiera. He aquí un cuento y un poema de su autoría. No imitemos a las aves y su vuelo, convirtámonos en ellos. Iniciemos el viaje:

El bosque de los cerezos3El bosque de los cerezos

Kumi Onahara se debate entre lo ético y lo que le dicta su corazón. Ella tiene que tomar una decisión terrible desde el punto de vista occidental, pero valedera para los principios de la cultura social japonesa. Al atardecer ella espera una señal. El tatami extendido, el kimono blanco como la nieve que cubre el Monte Fuji están esperando la hora señalada para acompañarla en el dramático trance que, aún con su corta edad, está por vivir. Cuando Kumi nació, nadie imaginó que el lunar en forma de mariposa ubicado en su cuello, sería el símbolo que marcaría su destino. Han pasado dieciocho años desde entonces. Hoy, abatida y triste, desde muy temprano descuenta las horas del atardecer. Como un reloj de arena de estrellas, su corazón en cada latido le avisa que está próxima la hora. Va al lago y largamente observa su figura reflejarse en el agua, su tez de porcelana parece más pálida aun, tanto, que ni ella misma distingue claramente su imagen. El ruiseñor, que en otras oportunidades dando saltos le acompañaba y con trinos le cantaba, a lo mejor siendo mensajero de un amor lejano con melodías que endulzaban su espíritu, hoy no comprende y silenciosamente va a su lado. Los peces dorados, que como pájaros hacían cabriolas en un cielo de agua, están detenidos, están suspendidos como muñecas de cuerda que una insistente niña hubiese dañado su mecanismo. Más triste aun que cuando salió, regresa a casa. Un leve saludo reverencial ante sus padres y con paso silencioso se dirige a su cuarto. Tomando la flauta empieza a tocar. La estancia se inunda de las notas musicales, cada nuevo esfuerzo por expulsar el aire por el pequeño trozo de madera hace la melodía más triste. La madre disimula mientras una lágrima rueda por su rostro. Sin pronunciar palabra, el padre, como un Buda espera un gesto, una acción que aun sin comprender, piensa que está marcada por el destino. Solamente el viento la comprende. Hace mucho tiempo, en su ir y venir, conocía la flauta, esos trozos de caña que al borde de ríos y lagos hacía soñar como flautas primigenias y sabe que va a estar involucrado en el destino de la pequeña. Al atardecer, todo está dispuesto. El bosque de cerezos que está contiguo a su casa parece estar más florido. El kimono blanco, impecable, al ella caminar, emite suaves sonidos como diminutos tambores que fueran redoblando con cada paso. Se detiene en el sitio que con anterioridad ha elegido; arrodillándose, deja que su cuerpo descanse sobre sus pantorrillas; respira profundamente y de un estuche, saca la daga ceremonial. Sus ojos rasgados parecen dos líneas perdidas en el horizonte. El viento hace un esfuerzo para mantenerse distante; el sol pareciera esconderse ante la fatalidad que se acerca y las flores de los cerezos pretenden no desprenderse de los tallos. Para una de ellas es imposible y lentamente cae para a los pocos instantes ser arrastrada por la brisa. Basta esa sola señal para que Kumi, blandiendo la daga haga un corte horizontal sobre su vientre. Muy despacio, su cuerpo se va desplazando hasta quedar tendido en el suelo. Parece una bandera del Japón, una pequeña bandera arrastrada por el viento con una mariposa pintada. De esa manera escapa del rigor terrenal para convertirse en una mariposa transparente. En alguna ciudad, al otro lado del mundo, la creación de Giacomo Puccini inunda el espacio. Madame Butterfly es tarareada por una joven, mientras el sonido de la radio le sirve de fondo. Erasmo J. Sayago. elsueñodelacigarraportadaNiño de mirada nocturna Una mariposa transparente aletea en los ojos del niño ciego, la persigue con dedos infinitos sonríe queriéndose llenar del universo sólo él la ve en su noche de siempre. Erasmo J. Sayago.   *: Las imágenes de la reseña fueron realizadas por Elinor Carrillo Ferrer Erasmo A. Sayago H Fundación Cultural Bordes.
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