Crónicas de días inciertos V

Dias inciertos, Literatura, Publicación

Un comportamiento exclusivo del género humano es el culpar a los demás de los errores o desgracias propias. Desde muy pequeños hay un adiestramiento en torno a esta conducta. Cuando un niño es sorprendido en alguna travesura inmediatamente señala a su más cercano compañero que sin saber ni siquiera por qué es quien recibe el castigo por algo que no cometió. Y es así en todos los niveles de la existencia. Siempre se busca un responsable, un culpable de tragedias y desgracias, de dolores y sin sabores. Incluso epidemias y terremotos tienen sus culpables. En esto último los religiosos y

Los Culpables

Anderson Jaimes R.

 

Tito Salas, Terremoto de 1812 (1929)

Un comportamiento exclusivo del género humano es el culpar a los demás de los errores o desgracias propias. Desde muy pequeños hay un adiestramiento en torno a esta conducta. Cuando un niño es sorprendido en alguna travesura inmediatamente señala a su más cercano compañero que sin saber ni siquiera por qué es quien recibe el castigo por algo que no cometió. Y es así en todos los niveles de la existencia. Siempre se busca un responsable, un culpable de tragedias y desgracias, de dolores y sin sabores. Incluso epidemias y terremotos tienen sus culpables. En esto último los religiosos y los gobernantes, poder celestial y poder terrenal, han sido muy sabios y eficientes a la hora de decirle al mundo quienes son los culpables.

    El hecho más emblemático de esto, arquetipo histórico en el país, lo constituye lo acaecido tras el terremoto del 26 de marzo de 1812. Dos sismos, con una hora de diferencia, destruyen las ciudades y alrededores de Caracas, La Guaira, Barquisimeto, y San Felipe, a las 4:07 de la tarde. El otro, a las 5 de la tarde, causa graves daños en Mérida, La Grita y la Villa de San Cristóbal. Es el desastre más significativo de Venezuela, por tratarse de un evento destructor múltiple que irrumpe sobre una coyuntura política decisiva, el proceso de independencia. Causó miles de muertos en todo el país y sus alcances de destrucción no tiene precedentes ni símiles posteriores. Su impacto afectivo contribuyó determinantemente a la caída de la Primera República, pues fue presentado por clérigos y señores favorables a la monarquía, como castigo de los cielos por desprenderse de la tutoría del Rey nuestro señor, puesto allí en el trono por voluntad divina, a pesar de Napoleón. Las palabras de Bolívar sobre las ruinas del convento de San Francisco, a pocos pasos de su casa, no tuvieron la resonancia esperada, pues los mismos hombres del rey, de peluca y de sotana, juzgaron en ellas las huellas impías de los herejes masones. “si la naturaleza se opone aremos que nos obedezca”.

I

Los masones fueron culpables en el Táchira, según las autoridades eclesiásticas que los consideraban como sus más enconados enemigos, de muchas desgracias. Como el terremoto del 18 de mayo de 1875 y la plaga de langostas que se inició 1882 y que perduró por varios años. El 23 de julio de 1884 el obispo de Mérida, Monseñor Román Lovera, remitió al clero y a las autoridades civiles la Carta Encíclica del Papa León XII, donde advierte sobre los errores y peligros de la masonería. En su paternal preocupación el obispo recomienda rituales públicos y privados de devoción al Sagrado Corazón de Jesús, el rezo del santo rosario, la enseñanza del catecismo e incluso, para los más devotos, el ingreso a la tercera orden franciscana. En la carta pastoral del 1 de septiembre de 1884, escrita durante su visita a La Grita, el obispo señala claramente que los masones son culpables de muchas desgracias que se viven, que son enemigos jurados de la Iglesia, que son los culpables de las descalificaciones sufridas por el Papa en la prensa regional y nacional, así como de los ultrajes y violencias sufridas por los miembros del clero. Invita a los fieles a protestar por los ataques de la prensa, reiterando la disposición que deben tener los creyentes, no especifica si los curas y obispos también, a ofrendar la sangre y la vida para testificar la fe.

    El prelado dispone además la recitación diaria del rosario, incluyendo en cada misterio la letanía “regina santisssimi rosarii”. También ordena que “…durante un año, a partir de la fecha, en cada iglesia se lea la encíclica del 20 de abril”, Recuerda que “los masones caen en censuras por el sólo hecho de serlos” y señala la “obligación de los cristianos de denunciarlos”. Como testimonio de la misericordia inherente a su cargo, autoriza a un grupo de sacerdotes autorizados por él a “absolver de dichas censuras a los masones que se acercan contritos al santo tribunal de la penitencia” además de decir misas al santo patrón de la diócesis con procesión y recitación del versículo “a peste fame et bello”, exposición del santísimo y oraciones en todas las misas “pro omni grado eclesiae”. Toda la artillería espiritual en contra de esa logia secreta y misteriosa a la que pertenecían, incluso, sacerdotes y benefactores (como comerciantes, funcionarios públicos y hacendados) de las parroquias de la región.

En San Cristóbal se sabe de la existencia de una logia francmasónica para el año 1889. Pero la creación de la misma, según lo deja constar el documento que se refiere a ésta logia llamaba “Sol de los andes nº 46”, es de varios años antes. Dicho documento se refiere a una queja que realiza el secretario de dicha logia R.I. Quintero, ante el Concejo Municipal de San Cristóbal por los prejuicios infundados con que la Junta del Bazar de los pobres del Hospital San Juan de Dios justifica su negativa de aceptar los obsequios de dicha logia a los necesitados y enfermos. La misma está fechada el 6 de febrero de 1889. Desde entonces y hasta el presente han existido varias logias y huellas de la simbología masónica en muchas partes del estado. Y es que la riqueza cafetalera atrajo también practicantes de la masonería y miembros de otras sociedades secretas. La tradición oral señala que los alarifes especializados en la construcción de grandes edificaciones practicaban “extraños rituales” e incluso eran miembros de ciertos “grupos secretos”. En su mayoría los corsos e italianos eran los “principales” de estos grupos de constructores, artesanos y artistas que construyeron desde finales del siglo XIX y bien entrado el siglo XX, las grandes casonas de las prósperas familias ligadas al comercio cafetalero. Muchas de ellas de ellas propiedad de descendientes europeos, así como también importantes edificaciones públicas gubernamentales e incluso iglesias católicas, en los pueblos tachirenses

La ornamentación de estos edificios tiene sin duda alguna una particularidad que los marca visiblemente. Diseños hechos con moldes traídos de Europa o sobre patrones de estilo francés, abundan en la arquitectura de la región para la época. Hermosas estructuras y trabajos de mármol con un estilo similar auténticas obras de arte, se encuentran también los principales cementerios. En casas de residencias es común identificar la flor de Liz señal de belleza y tranquilidad; la lira, símbolo de armonía. En edificaciones comerciales la rueda del progreso, signo de prosperidad. También en paredes en antiguos frescos que adornaban el interior de las espaciosas salas se podía observar esta simbología, así como en los trabajos de hierro forjado en ventanas y rejas. Eran tan vistosos estos elementos que posteriormente fueron usados, con mucha frecuencia, pero fuera del contexto primero usado en estas construcciones. De esta manera casas construidas posteriormente usaron mampostería que intentaba imitar estas primeras construcciones que ciertamente daban un toque de distinción a las enormes casonas de la región.

Otros rituales asociados a las construcciones de estas viviendas y siempre bajo este imaginario, se trata el de especies de ofrendas o sacrificios que se realizaban en determinados periodos. En las gruesas paredes de tapias pisadas aun hoy se han encontrado vasijas de barro, que a muchos ha alegrado el creer que se tratan de entierros de oro. En tales recipientes se colocaban cenizas y estas eran colocadas en los espacios de la cocina. Otros, encontrados en salas y habitaciones, parece que contenían agua y alimentos. De esta manera se garantizaba “que no faltara ni el agua ni la comida y se protegían las familias con el calor del hogar”. También en esas casas se encontraron enterrados en espacios como el zaguán el patio o la sala, huesos de animales al parecer sacrificados para tal fin. Restos óseos de perros se han hallado en el zaguán, corredor de acceso desde la calle al interior y, en patios traseros. Gatos y perros en habitaciones y salas. Incluso caballos en los patios principales de aquellas casonas donde existió algún tipo de establecimiento familiar. Esto se relaciona con la creencia de “el pariente” o una especie de protección espiritual de estos animales, que ha sido reportada en casa de los llanos y del centro del país, correspondiente a la misma época y al mismo esquema de pensamiento religioso.

Los habitantes de estas casas y sus descendientes, como ya se ha señalado, construyeron la burguesía de estas poblaciones. Eran centro de la vida económica y social y su participación en el gobierno y la religión era constante. Concejales y Presidente del Concejo Municipal, Jueces y Jefes Civiles eran cargos muy conocidos. Igualmente, la conducción de las cofradías e instituciones benéficas estaban marcadas por la participación de éstos. El prestigio de las mismas, incluso se medía por los apellidos de estas familias.

II

Pero también es culpable de tantas desgracias, la inmoralidad de las poblaciones que se manifiesta especialmente en las fiestas patronales de los pueblos. Era costumbre que dichas festividades en homenaje al santo, santa o a la advocación mariana protectora de la ciudad, la organizará directamente la iglesia. El párroco disponía y autorizaba las actividades que se realizaban y recibía buena parte del usufructo de ellas. Pero pronto las autoridades civiles, imbuidas por el espíritu liberal que desde tiempos de Guzmán Blanco señalaron las nuevas formas de gobernar y conscientes de las notables ganancias que significan tales celebraciones, deciden asumir la organización de tales eventos. A partir de entonces, según la circular del gobierno superior eclesiástico de enero de 1885, las fiestas patronales pasaron a ser consideradas como “motivo de atraso para la moralidad de las poblaciones al unir las celebraciones de los santos patronos con los más extravagantes y perjudiciales atrasos y con graves daños a las buenas costumbres, obstáculo para la salvación de las almas”. Así y a pesar que desde la colonia las corridas de toros se organizaban para brindar fondos a la iglesia, son vistas ahora como “juegos de toros que la sana moral y sentimientos de humanidad reprueban… extravío de crueldad y horror viendo correr la sangre de los animales… caduco paganismo que por inconcebible aberración permanece todavía incrustada en las costumbres como repugnante anacronismo” se condena también los juegos de azar por su “moral de latrocinio”.

    También se ve con preocupación algunos hechos sociales, como la aglomeración de gran número de personas en estos pueblos de poca población, “el abundante concurso en los pueblos superior al número que por la noche pueden contener sus hogares con inevitables desórdenes, violencias, robos, asesinatos y abominaciones que no es dable consignar aquí”. Por esto “…no podemos seguir tolerando ese abominable y monstruoso consorcio de la religión y el espíritu mundano en nuestras solemnidades”. De tal manera y siempre en función de corregir los entuertos, se decide que “los programas religiosa no deben anunciar actos no religiosos, cuando los toros y otras actividades coincidan con la fiesta del patín, correr esta al domingo siguiente. Si las diversiones se hacen en la plaza frente a la iglesia se celebra la misa en una capilla lejana o en otra iglesia parroquial”. Y para evitar cualquier mundana tentación por parte del párroco, se exige el cumplimiento de estas disposiciones “bajo pena de suspensión de licencias ministeriales por espacio de un mes”

    Las tragedias sufridas por la población, vistas como castigo de Dios por las acciones de los masones y por la inmoralidad de los pueblos como consecuencia del espíritu liberal de los gobernantes, también van a afectar las arcas de la diócesis. Así lo testifica el obispo Lovera en su pastoral del 31 de diciembre de 1887 con motivo del jubileo sacerdotal del Papa León XIII, “… la diócesis de Mérida azotada cruelmente por guerras fratricidas, por trastornos políticos de todo género y empobrecida además por la plaga de langostas, apenas ha podido en estos últimos años enviar algún socorro a su santidad”.

III

Pero pronto un nuevo enemigo aparecerá en el panorama, las sectas protestantes. Estas vienen a sumarse a los enemigos de la iglesia y a profundizar las circunstancias adversas que esta vive. Rafael Antonio González, para 1893 vicario capitular sede vacante de la diócesis de Mérida, en una pastoral del 1 de febrero, resume así la precaria situación de la iglesia diocesana. “Días angustiosos han corrido para la diócesis que hoy está encomendada por las recientes y deplorables calamidades de la guerra y por la viudez en que se ve sumida desde hace 10 meses (esto por la muerte del obispo). Y a esos males de carácter particular se les agregan los que afligen la Iglesia en general por los embates que diariamente sufre y la diversidad de enemigos que contra ella se levantan el espíritu innovador del siglo”.

    La acción protestante es vista con mucha preocupación. Una circular del 25 de Mayo de 1894 del vicario capitular de san Cristóbal monseñor José de Jesús Carrero, señala que “la acción de los evangélicos atenta contra la integridad y pureza de la fe en Cristo, en el centro de la unidad católica, propagando disidente divulgación de biblias reprobadas por la Iglesia y escritos apoyando dichas propagandas o con reproducción o circulación de obras también reprobadas”. Recuerda además que las biblias o sus partes, “…al ser publicadas en lengua vulgar deben llevar las notas de los Santos Padres so pena de incurrir en condenas fulminadas por los sagrados cánones contra los que se atrevieran a infringir estas necesarias y terminantes prescripciones”

    El protestantismo llega al Táchira con los comerciantes de origen alemán, sin embargo, estos conservaron sus prácticas religiosas dentro de sus círculos sociales, bastante aislados del resto de la comunidad. Con la extensión del cultivo del café y su exportación internacional a gran escala, muy pronto nuevos grupos de personas de otras nacionalidades comienzan a visitar estas tierras, trayendo consigo sus creencias y religiones. Antillanos y norteamericanos pertenecientes a grupos religiosos con una clara vocación proselitista comienzan a realizar los primeros rituales protestantes en casas de familias y entre grupos muy pequeños de personas.

Estas acciones serían juzgadas como las causantes del terremoto del 24 de abril de 1894. El 10 de mayo de ese año el vicario de la diócesis Ezequiel Arellano, escribe así al vicario de San Cristóbal. “La mano del omnipotente está amenazante sobre nuestros pueblos, en donde desgraciadamente la inquinidad ha hecho plaza. Toca a los rectores de las parroquias combatir el mal y predicar la penitencia, único camino de salvación que nos queda…”. Dispone que se realicen “rogativas públicas en las iglesias con ayuno general, muchas comuniones y una limosna destinada al alivio de los estropeados en el último terremoto”. 

A comienzos de 1913 Juan Christiensen, pastor de la “Alianza Escandinava Misionera”, denominada después como “Alianza Evangélica”, se establece en Rubio, buscando el centro poblacional y económicamente más importante del eje cafetalero tachirense. Desde allí comienza las actividades proselitistas hacia la capital tachirense y otras poblaciones del el Sur del lago y Colombia. En Rubio funda “El Colegio Americano. Entre 1917 y 1920 se construye el primer templo evangélico, el más antiguo de Venezuela, a escasos metros de la iglesia católica de Santa Bárbara de Rubio. En 1929 Christiensen se muda a San Cristóbal donde venía funcionando desde 1912 una “Escuela Bíblica Dominical”, allí establecería una nueva iglesia. Un seminario e instituto bíblico. En 1937 se inician las labores religiosas del templo del “Buen Pastor”. En 1956 se establecen en San Cristóbal los pentecostales de la Iglesia Cuadrangular. En Santa Ana del Táchira las labores de los grupos evangélicos se inician cinco años después, ya disponen de un local propio y en 1931 se inaugura un nuevo edificio con un auditorio propio y amplio.  

Durante este período las incomprensiones, insultos y vejaciones mutuas entre los dos grupos cristianos, católicos y protestantes, eran el pan de cada día. La intransigencia ha sido una característica mutua de estos dos grupos. De esto no escapó la iglesia católica de los andes venezolanos que fue particularmente dada a emitir duros juicios y a promover una actitud de intransigencia que permanece intacta durante toda la primera mitad y un poco más, del siglo XX. Una turba intenta sacar a golpes de Rubio al misionero Christiensen, quien debe ser protegido por las autoridades policiales que incluso cuidaban su casa. Los primeros conversos de Santa Ana del Táchira son hechos prisioneros por causar la alteración del orden público en esta tranquila población. Las autoridades católicas pronto inician también una intensa campaña antiprotestante. Así el 3 de septiembre de 1931 Mons. Tomás Antonio Sanmiguel, primer obispo de la Diócesis de San Cristóbal, escribe una intensa y apasionada carta pastoral para advertir sobre “el peligro de las herejías protestantes de evangélicos y adventistas”. En ella invoca la intervención de la Virgen del Rosario contra los errores del protestantismo. 

Muy pronto también, los sacerdotes de la parroquia católica de San Juan de Colón comienzan a realizar campañas anti-evangélicas y caracterizadas por el rezo del rosario, procesiones en las calles, enseñanza del catecismo en las escuelas y un constante ataque al protestantismo para hacer que las “ovejas regresen al redil”, como sucedió con las llamadas abjuraciones o procesión de fe donde se deja constancia del “engaño y falsedad de las doctrinas protestantes”. “Abjuración y procesión de fe de Julia Eva González, de 18 años. Circunstancias especiales de familia hanme obligado a tomar parte en las reuniones de culto que en esta población celebra la herejía protestante, pero dicha participación en el referido culto ha sido contrariamente a mi voluntad… debido a i próximo matrimonio con Manuel de Jesús Maldonado, me someto gustosa a las disposiciones de la iglesia. Felipe Lopera, Víctor Rivera, testigos. Pbro. Víctor Manuel Valecillo Párroco. 28 de octubre 1932.  Abjuración y procesión de fe de Felicia Castro de Medina, mayor de edad, casada con Vicente Medina, natural de esta parroquia… Duéleme en el alma haber errado gravemente contra esta iglesia, habiéndome dejado seducir para adherirme y profesar con fe los errores del protestantismo… detesto y maldigo los demás errores y sectas contrarias a la santa católica y apostólica iglesia romana… Declaro además que protesto finalmente contra los engaños y promesas del protestantismo, las que emplea para seducir a los católicos y conducirlos por las vías del error y la mentira… por no saber firmar. Jesús M. Castillo. Por Vicente Medina P. benjamín Chacón. Testigos: Rodolfo Medina y arcángel Medina. P. Víctor Manuel Valecillo párroco. 5 de noviembre de 1935

En 1932 se crea en Colón, una escuela para niños de familia protestantes. Ese mismo año se emprende la construcción de una capilla destinada a sus cultos. Como consecuencia el cura párroco de San Juan Bautista se dirige a la autoridad civil representada por Numa Pompilio Croce para protestar por esta construcción ubicada, “para colmo”, en las inmediaciones de la casa parroquial y el Colegio Sucre. “En vista de los peligros de diversas índoles que pudiera surgir con tal sitio próximo a la residencia parroquial y habiendo sido firmado el decreto por el presidente del Estado, el cura párroco ocurrió a exponer verbalmente a dicho funcionario la inconveniencia de la capilla allí en construcción; atendida pareció tal exigencia porque el Sr. Presidente prometió proceder a la suspensión de la obra por medio de la autoridad civil cuya promesa no tuvo ningún cumplimiento”. La reacción de los católicos, encabezados por su párroco, el Pbro. Víctor Manuel Valecillos, tiene la intransigencia característica de esas “guerras de religión”. El 4 de junio de 1934 el padre Valecillo envía al Presidente del estado Táchira Gnl. José Antonio González, un telegrama en los siguientes términos: “… esperamos todavía cumplimiento de la promesa suya atender favorablemente intereses católicos esta parroquia, asunto tratado personalmente. Si Ud. No puede atender exigencia sociedad y pueblo católico esta feligresía preparan espontáneamente protestas públicas y elevaran suplica Presidente de la República ser atendidos justísima petición…”.

Al parecer el Presidente del Estado consulta, al leer esta misiva, al mismísimo Presidente Juan Vicente Gómez conocedor de la idiosincrasia de su región de origen. Este le preguntó al presidente del Táchira:

– ¿Y cuánto le cuesta al gobierno la construcción de ese templo?, a lo que aquél respondería que se trataba de una iniciativa privada donde estaban metidos algunos comerciantes extranjeros.   

-Entonces, no se meta en eso, bájeles los sumos al curita ese y cualquier bochinche me lo controla usted mismo. 

Lo cierto del caso es que la contestación del Presidente del Estado emitida en san Cristóbal el 4 de junio de 1934 no podía ser más elocuente y disuasiva: Sr. Pbro. Valecillo impuesto del contenido de su telegrama de esta fecha le manifiesto que en el asunto a que ud. se refiere me guiaré por lo que sobre el particular dispongan las leyes de la República y en lo que hace a las protestas públicas que dice Ud. se prepara allá, las autoridades de policía reprimirán eso y cualquier otro acto que tienda a perturbar la paz y tranquilidad que felizmente reinan en el Estado. Su amigo J.A. González”. Esta actitud del gobierno de Juan Vicente Gómez se hace ver constantemente en todo el país. El buen general protegía las iniciativas de los protestantes y cuidaba a sus líderes de cualquier acción fanática, violenta en aras en mantener el orden público y la paz en La Nación en un estricto cumplimiento de la ley que pregonaba la libertad de cultos. Es el respeto a la única libertad que les interesaba ya que no representaba ningún peligro para el régimen. Así se permitía debatir sobre religión, pero nunca de política. El 1º de agosto de 1934 un despechado párroco escribe en su Libro de Gobierno: “Consta, pues, por los documentos copiados las diligencias practicadas a fin de impedir la erección de una capilla evangélica en esta católica parroquia que, desgraciadamente, fueron frustrados por no haber contado con la cooperación del ejecutivo del Estado. Dios proveerá

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