Crónicas de días inciertos III

Dias inciertos, Literatura, Publicación

Cuaresma en Cuarentena             La cuaresma es uno de los tiempos del calendario litúrgico de la Iglesia católica que tiene, junto al adviento, una especial significación para el creyente por ser un tiempo de preparación para la celebración del principal misterio del cristianismo: la muerte y resurrección de Jesucristo, conocida también como la fiesta de Pascua. Cuaresma hace referencia a los 40 días anteriores a esa celebración que se usan para que los cristianos se preparen espiritualmente para la conmemoración del misterio pascual, mediante prácticas ascéticas. Es ascetismo es la doctrina moral que impone al creyente una vida austera, dedicada

Cuaresma en Cuarentena

            La cuaresma es uno de los tiempos del calendario litúrgico de la Iglesia católica que tiene, junto al adviento, una especial significación para el creyente por ser un tiempo de preparación para la celebración del principal misterio del cristianismo: la muerte y resurrección de Jesucristo, conocida también como la fiesta de Pascua. Cuaresma hace referencia a los 40 días anteriores a esa celebración que se usan para que los cristianos se preparen espiritualmente para la conmemoración del misterio pascual, mediante prácticas ascéticas. Es ascetismo es la doctrina moral que impone al creyente una vida austera, dedicada a la perfección espiritual con renuncia de los bienes terrenales y permanente lucha con los instintos carnales. Todo esto con un marcado acento en el sacramento de la confesión o reconciliación y en la penitencia o mortificación personal ofrecida como sacrificio para lograr el perdón de los pecados.

            El origen de la cuaresma es posterior al siglo IV. Su origen remoto, en la Roma de los Papas, consistía en la práctica de ayunos diarios, exceptuando sábados y domingos, durante las tres semanas anteriores a la pascua. La práctica actual de los 40 días, que va desde el primer domingo de cuaresma hasta el jueves santo, fue adoptada por la iglesia de Roma entre 353 y 384. Al principio eran únicamente días de reunión con lecturas propias los días lunes, miércoles y viernes. El Papa San León (440 – 461), sería quien le daría una organización y lecturas propias a esos días en un proceso que se extendería hasta los siglos V y VII. Aún más posterior es la idea de adelantar el comienzo de del ayuno de los 40 días al miércoles anterior a la primera semana convertido en miércoles de ceniza por la costumbre de los penitentes de cubrirse de cenizas para mostrar dolor y arrepentimiento, en una costumbre proveniente de los tiempos veterotestamentarios.

            Pronto en todas las iglesias se organiza este tiempo de preparación del hecho salvífico de la muerte y resurrección. Pero no pasaría mucho tiempo para que el tema del bautismo y de la iniciación cristiana entrara a formar parte de este tiempo. En otra etapa, el sentido bíblico de los 40 años que pasó el pueblo de Israel en el desierto tras la salida de Egipto y particularmente los 40 días de Jesús en el desierto donde enfrenta al demonio y vence todas las tentaciones.

            Toda una rica ritualidad se ha venido constituyendo en estos días de cuaresma que tienen su culmen en las celebraciones litúrgicas del llamado “Triduo Pascual”, jueves, viernes y sábado santo. Una liturgia cargada de profundos simbolismos a la que se le han agregados sacramentales, ritos y manifestaciones extralitúrgicos generados por la dinámica y particularidades locales de la dinámica eclesial. Ejercicios piadosos como el vía crucis, procesiones, visita a iglesias y lugares santos, completan el panorama. Vivencias religiosas que han pasado a la cultura de los pueblos en una seria de prácticas y creencias propias que se practican y se transmiten de generación en generación. Los 7 potajes, los 33 credos, la mata de sábila, las adivinaciones, sahumerios y muchas otras prácticas, están relacionadas, en la cultura venezolana, directamente con esas fechas.

            Pero este año 2020, ese agrupamiento de fieles y creyentes en las iglesias y en las calles no se realizó. Esto como una de las medidas preventivas ante la epidemia del virus del coronavirus y su enfermedad el covid 19. El Papa Francisco fue el primero en dar ejemplo al suspender las concentraciones multitudinarias en Roma y realizar las liturgias de la semana mayor en sobrias y solitarias ceremonias transmitidas al mundo por la televisión y las redes sociales. Este año no hubo las vistosas y llamativas procesiones en pueblos y ciudades de todo el mundo, algunas de ellas generadoras de importantes beneficios económicos a muchas ciudades de Europa y América por la cantidad de turistas que viajan para participar en ellas.

            En el Táchira tampoco se realizaron estas ceremonias. Sin embargo, muchas formas celebrativas, algunas muy curiosas, se desarrollaron es estos días inciertos. Ya no salieron los fieles en procesión tras las imágenes del nazareno, la virgen, los apóstoles y los santos. Desde la plataforma de un camión y acompañados de unos pocos penitentes vestidos con capirotes o capuchas, que protegen su identidad y el contagio del virus, las imágenes transitaban calles solitarias mientras los fieles les rezaban desde las puertas y ventanas de sus casas. Las ceremonias se seguían por la radio y la confesión y comunión quedaba pendiente para cuando todo esto pase. Incluso, debido a la dificultad que se ha originado por encontrar y consumir alimentos, se recomendó cierta discreción en las regulaciones de alimentos propias de estos tiempos, el ayuno y abstinencia.

                Ayuno y abstinencia es el nombre de esta disciplina cuaresmal recomendada a los fieles como parte de la penitencia instituida como norma de comportamiento de todos los creyentes. La abstinencia consiste en el no consumo de carnes de ningún tipo, así como los huevos, leche y sus productos derivados, durante los días miércoles, jueves y viernes del tiempo de cuaresma y durante toda la semana santa. No está del todo claro por qué no se incluye el pescado dentro de los alimentos prohibidos, aunque otros productos de mares y ríos, como camarones y mariscos, si entran en el veto. El ayuno consiste en no consumir ningún tipo de alimento durante todo el día. Esta práctica está restringida para los días de inicio y finalización de la cuaresma, es decir miércoles de ceniza y viernes santo.

               Pero esta no ha sido la única vez que la semana santa, sus rituales y sus regulaciones, han sido modificadas como consecuencia de días inciertos de epidemias, terremotos, guerras y otras catástrofes sufridas por la población tachirense. El 25 de febrero de 1874 el ilustrísimo señor obispo de Mérida, monseñor doctor Juan Hilario Boset, concede un indulto “prorrogados hasta los días de semana santa” para poder consumir “carnes, huevos, lacticinios en días de abstinencia”, conservando sólo el ayuno de miércoles de ceniza y viernes santo.

            Y es que, desde el terremoto del 26 de febrero de 1849, la población había vivido muchos años de incertidumbres. Se había menguado alarmantemente la producción agrícola, la gente se mantenía gracias a la pequeña e incipiente ganadería. Por un lado, las gentes se dedicaban a darle vida a unas nuevas poblaciones que los alejaran de los feos recuerdos de sus pueblos destruidos por el movimiento de tierra. Todo esto originó un nuevo reordenamiento poblacional que va a modificar los espacios de cultivo y la producción agrícola como tal. Por otro lado, los constantes alzamientos mermaron también la mano de obra dedicada a la producción de alimentos. Los hombres jóvenes, trabajadores del campo, eran los primeros en ser reclutados para participar en montoneras y ejércitos. Muchos no volverían.

           Desde el mismo año del terremoto y como consecuencia de este, las condiciones sanitarias de las deterioradas poblaciones, originaron muchas enfermedades y afecciones que llegaron al grado de epidemia. El 14 de diciembre de 1849, la Diputación Provincial de Mérida dicta una ordenanza sobre salubridad en el expendio de carnes en los cantones de la provincia. Pero sin duda, fueron los hechos políticos la epidemia que más daño causó a los tachirenses. En 1854 los paecistas andinos se alzaron contra el gobierno de José Gregorio Monagas, llegan a ocupar a San Cristóbal entre julio y agosto, hasta ser derrotados por las fuerzas del gobierno. Un nuevo alzamiento sucede en diciembre, produciéndose fuertes enfrentamientos en La Grita.

                Para 1861 es el virus de la federación el que afecta a la población, cuando fuerzas del General Jesús Contreras se enfrentan a los conservadores tachirenses, liderados por el General Jerónimo Sabino, en los sitios de Lobatera y El Peronilo, cerca de San Juan de Lobatera, hoy Colón. En 1863 los cantones proclaman la soberanía del Estado Táchira, pero continúan las tensiones entre federalistas y centralistas que se agudizan en 1865 con la invasión del jefe militar designado desde Caracas, Hermenegildo Zarvace. Al año siguiente una nueva invasión de Eduardo Pérez desde Colombia en contra del gobierno. Entre 1867 y 1868, se produce un nuevo movimiento de tropas para controlar los alzamientos que reclamaban la autonomía regional tras la anexión del Táchira al Zulia. En 1870, invasión de las tropas Guzmancistas encabezadas por el general Francisco Alvarado para sacar del gobierno regional a los conservadores. Entre 1872 los conservadores derrotados se alzan e intenta una nueva invasión desde el vecino país, esta vez bajo la dirección del general Manuel Bautista. Ante esta situación de abandono del campo y de la producción agrícola, sólo el escuálido ganado pudo sostener a los pobladores de los pueblos y ciudades de los andes. De allí ese indulto del pastor diocesano. Se pudo hacer parrilla en cuaresma.

            El 18 de enero de 1885, en una carta pastoral del obispo de la diócesis de Mérida Monseñor Román Lovera, nuevamente se otorga una “dispensa para comer lacticinios y carnes en vigilias, témporas y días de cuaresma durante 1885, excepto miércoles de ceniza, viernes de cuaresma, jueves viernes y sábado de semana santa”. El obispo conocía muy bien la situación de la Provincia del Táchira ya que el año anterior había estado de visita pastoral por las parroquias de la región, permaneciendo un buen tiempo en La Grita y San Juan de Colón, desde donde produjo una espacial correspondencia.

            La comarca había sido sacudida en 1874 por otro terremoto. La lepra había dejado muchas víctimas en los caminos tachirenses y las autoridades deciden la creación de varios lazaretos, que más que centros de atención eran espacios de reclusión y abandono. Otro terrible acontecimiento que terminó con la poca producción agrícola fue la plaga de langosta del año 1882. Provenientes del sur del lago estos insectos afectarían la agricultura y se repetirían sus migraciones durante varios años. De allí la dispensa de monseñor Lovera, langosta no come vaca.

            Un último indulto de este tipo aparece en los libros de gobierno eclesiástico, para la cuaresma de 1893. En esta oportunidad son los estragos de la guerra los que originan una grave situación de desabastecimiento de comida. La decisión es tomada por monseñor Rafael Antonio González, canónico de la catedral y vicario capitular de la diócesis, sede vacante. Los motivos expuestos son muy claros y contundentes, “días angustiosos han corrido para la diócesis que hoy está atormentada por las recientes y deplorables calamidades de la guerra que ha sufrido Venezuela…”. Y es que la guerra ha sido la epidemia recurrente más dañina para la cual la humanidad no ha encontrado cura.

 
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