Crónicas de días Inciertos II

Dias inciertos, Literatura, Publicación

Epidemias en Venezuela             Europeos y africanos que arribaron al continente durante la conquista y colonización, trajeron de sus regiones respectivas sus caracteres físicos y psíquicos particulares, así como también sus enfermedades. Los europeos transportaron al nuevo mundo el paludismo, la peste, lepra, fiebre tifoidea, tosferina, difteria, sarampión, varicela, rabia canina y viruela. Algunas ya habían diezmado importantes segmentos de la población del viejo continente mediante el contagio, en grado de epidemia. Las pésimas condiciones sanitarias de los pueblos y ciudades, los casi inexistentes hábitos de limpieza e higiene personal y las constantes guerras y conflictos sociales, se presentaron como

Epidemias en Venezuela

            Europeos y africanos que arribaron al continente durante la conquista y colonización, trajeron de sus regiones respectivas sus caracteres físicos y psíquicos particulares, así como también sus enfermedades. Los europeos transportaron al nuevo mundo el paludismo, la peste, lepra, fiebre tifoidea, tosferina, difteria, sarampión, varicela, rabia canina y viruela. Algunas ya habían diezmado importantes segmentos de la población del viejo continente mediante el contagio, en grado de epidemia. Las pésimas condiciones sanitarias de los pueblos y ciudades, los casi inexistentes hábitos de limpieza e higiene personal y las constantes guerras y conflictos sociales, se presentaron como el escenario ideal para la feroz propagación de lo que se pensó era el ángel de la muerte anunciando el comienzo del fin del mundo. Los sobrevivientes de estas terribles mortandades lograron crear los anticuerpos necesarios para soportar el embate de los patógenos y lidiar así con lo que seguían siendo cotidianas afecciones.

            En los barcos en que traían a los africanos esclavizados, llegaron también las particulares dolencias del llamado continente negro. Desconocidas en estas latitudes eran la fiebre amarilla, bilharziasis, anquilostomiasis, oncocersiasis, filarciasis y malaria. Pero además de los objetos y la cultura de los embarcados en estas largas travesías, también se colaron unos polizones desconocidos en américa. Ratas y ratones se escondieron en los oscuros e insalubres rincones de las carabelas. En las humanidades de los conquistadores y en los animales traídos por ellos a estas aventuras, nuevos artrópodos. Piojos, pulgas, garrapatas. Zumbando en la penumbra de las bodegas de los barcos, mosquitos como el aedes, vectores y reservorios de enfermedades. El nativo también haría su aporte mórbido con la buba, carare, leishmaniasis, tripnosomiasia americana y las micosis profundas, que también enfermaron a los nuevos pobladores.

            El mestizaje de estos grupos humanos, generó un forzoso e inevitable intercambio de procesos infecciosos nuevos contra los cuales ni los nativos, ni los inmigrantes, tenían protección natural. Esta situación no tardó en producir epidemias, algunas de ellas muy extensas y de alta mortalidad. Las informaciones de las primeras de ellas son muy escasas, vagas y discontinuas, narradas desde la subjetividad de los cronistas. Sin embargo, existen algunos datos muy importantes de la aparición de brotes de viruela en Caracas y el litoral a lo largo del siglo XVI. En 1580 la primera de estas epidemias mataría a más de la mitad de los indios de la provincia. Tres epidemias más de esta enfermedad, se desarrollarían durante el resto del siglo. Durante el siglo XVII se contabilizaron 13 epidemias de viruela. La más grave ocurrió alrededor de 1623 y fue originada por el desembarco clandestino de negros esclavos en la costa de Morón y se extendería por los valles de Aragua, La Guaira y Caracas.

            La viruela con sus altísimas fiebres y sus erupciones pustulosas que dejan en el sobreviviente hoyuelos permanentes, se vuelve una epidemia endémica que se repite con mucha frecuencia y extensión, durante el siglo XVII. La epidemia más larga y mortal se originó en la década de 1760, fue comentada por Alejandro Humboldt y Agustín Codazzi. En Caracas se informa la muerte de 8000 personas, siendo abandonada la ciudad por sus habitantes que se dispersaron a los campos vecinos. Otra víctima de esta epidemia fueron los árboles caraqueños, talados por orden del obispo de entonces quien, tras una extraña iluminación, consideró que eran los culpables de la propagación de la enfermedad. Muy pocos se salvaron. La epidemia se extendería al resto del país a partir de 1764, causando gran mortandad en la población indígena. Esta epidemia fue la culpable de la destrucción de la obra de los misioneros capuchinos en Guayana.

            En el siglo XIX, la viruela se multiplica, aunque más circunscrita a regiones determinadas, sumando 35 brotes en más de 20 poblaciones. Es ante esta circunstancia que, en la región andina dependiente para entonces de la provincia de Maracaibo, se ordena entre 1804 y 1805 un proceso de vacunación masivo ante una epidemia de viruela que se extendía desde el Nuevo Reino de Granada. En Capitán general de la provincia, Don Fernando Mijares González, es quien ordena la vacunación y el aislamiento de los enfermos a espacios determinados por las autoridades. En el Táchira, muchos de los infectados fueron trasladados al sitio conocido como “El Degredo”, en las inmediaciones de Lobatera, espacio que años después, a partir de 1877, albergaría a los enfermos de lepra.

                  El sarampión, con su erupción de manchas rojas, fiebre y catarro, figuró entre las enfermedades de mayor importancia. En 1612 se presentó en las poblaciones del Orinoco y en la década de 1690 azotó varios pueblos del oriente y precedió las epidemias de viruela y fiebre amarilla que castigaron al país entre 1694 y 1696.

                    Como “calenturas” se designaron las epidemias de paludismo y fiebre amarilla que eran confundidas durante la colonia y la república. La primera epidemia de fiebre amarilla se registró en Caracas en 1694, un cronista de la época escribe que “era tan violento el mal que los atacados no podían recibir el viático por la frecuencia de los vómitos y morirían sin este auxilio espiritual”. En el siglo XVIII la fiebre amarilla azotó Caracas, La Guaira, Coro y Puerto cabello. En el siglo XIX Caracas, Valles de Aragua, Ciudad Bolívar, Upata, Valencia, Montalbán, Maracaibo y Barquisimeto. Esta llega incluso a afectar las tropas del ejército patriota del general Manrique durante la campaña de Maracaibo en 1815. En la provincia de Trujillo hubo epidemias en Valera, Sabana Mendoza, Trujillo, y Betijoque entre 1853 y 1894, que exterminó la tercera parte de su población. Las últimas epidemias de fiebre amarilla de registraron en Caracas en 1902 y en Coro en 1918.

            El paludismo o malaria, traída por los europeos y africanos a un continente sin anófeles, sin especies de mosquitos transmisores, fue uno de los peores males vividos durante las exploraciones en la época de la colonia. Ya para 1675 las “calenturas” habían provocado el abandono de muchos pueblos al poco tiempo de haber sido fundados, especialmente en la región llanera. Para los siglos siguientes, toda la región la región del Orinoco y el Meta sufriría los estragos de otra epidemia palúdica. La enfermedad llegó a cubrir, con su amenaza constante, a todas las regiones por debajo de los 500msnm. En el siglo XX figuraba entre las primeras causas de morbilidad, con un tenebroso repunte los años de 1916 y 1918. En 1936 se creó la División de Malariología.

            En el Táchira el paludismo fue un terrible enemigo de los procesos de desarrollo y aprovechamiento de las zonas del piedemonte y especialmente del Sur del Lago de Maracaibo. A finales de siglo XIX y principios del XX, los trabajadores del Gran Ferrocarril del Táchira temían más a los mosquitos, portadores del paludismo, que a las fieras salvajes, los demonios y espíritus de los montes y las flechas envenenadas de los Barí. Al inaugurarse la vía férrea y durante mucho tiempo, los trenes se desplazaban entre el puerto fluvial de Encontrados, a orillas del río Catatumbo y la aldea tachirense de la Santísima Trinidad. Muy pronto esta estación cambiaría su nombre por el de La Fría. Y es que así era llamado el paludismo en la región, pues a pesar del fuerte calor, los contagiados se quejaban de un terrible frio que llegaba hasta los huesos y los hacia temblar. El viejo escudo de armas del primero distrito y después municipio García de Hevia, con su capital La Fría, tenía en uno de sus cuarteles la figura de un anófeles transmisor del paludismo, malaria o fría.

               Epidemias de peste bubónica se registraron en la isla de Margarita en 1648 y en Caracas en 1658 donde dejaría un total de 10.000 muertes. Tal fue la magnitud del desastre que el Cabildo Eclesiástico solicitó al Ayuntamiento solicitar permiso al Rey para traer 2.000 esclavos a la provincia de modo de reponer los braceros perdidos. Las pulgas de las ratas continuaron diseminando la peste durante el siglo XIX, especialmente en Aragua en 1804 y 1808, dejando cuantiosas pérdidas en las plantaciones de tabaco. Resalta también el brote de la epidemia en 1908 en La Guaira de donde se extendió a Caracas y Miranda, permaneciendo hasta 1919.

                La escarlatina, con sus fiebres, enrojecimiento de las mucosas de la piel o rubicundez y angina, inflamación de laringe y pecho, se presentó como epidemia durante la guerra de la independencia, diezmando las filas de realistas y patriotas. Estas calenturas se presentaron de manera violenta en Puerto Cabello en 1813 y 1822. El sarampión, como mortífera epidemia, azotó Caracas en 1851. La tosferina se generalizó a partir de 1850, atacando fuertemente a Caracas en 1850.

              Entre 1854 y 1857 el país es azotado por la gran epidemia de cólera que sólo en Caracas causó 1.309 defunciones en un año. Sin embargo, esta epidemia ya se había presentado anteriormente en algunas regiones, como en los andes. En octubre de 1832 el jefe político del Cantón del Táchira, da a conocer una comunicación del Gobierno de la Provincia de Mérida donde se dictan unas “Instrucciones sanitarias para la llegada del cólera morbus”. En ellas se prohíbe la existencia de carnicerías en el centro de las poblaciones, la manipulación de carnes y alimentos por personas con “llagas”. Recomienda además asolear las carnes sin salar antes de consumir y el aseo permanente de las casas particulares.

                Los procesos de higiene y la acción de los organismos públicos en el área de sanidad y epidemiología, han logrado controlar exitosamente, la propagación de enfermedades que habían sido mortales para la población. Sin embargo, se registraron algunos brotes epidémicos de fiebre selvática en 1941 y 1954, fiebre tifoidea en 1946, 1949 y 1954, gastroenteritis, disentería, encefalitis humana, difteria, varicela, meningitis cerebro espinal, dengue y gripes virales. Hoy es el coronavirus que en pleno siglo XX estremece la población mundial. Las enfermedades siguen viajando ya no solo a bordo de barcos, sino además en buses y aviones. Los virus siguen acompañando la trashumancia de la especie humana.

Anderson Jaimes R.

Grupo de investigación Bordes

Museo del Táchira

Galería de Arte El Punto

San Juan de Colón

Táchira, Venezuela

Mayo de 2020

 
Share this

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *