Columbus (2017), la conexión entre las personas y el poder de las decisiones

Cine, Publicación

  Por Jesús Baclini El ser humano, desde su raciocinio, siempre ha intentado darle explicaciones de algún tipo a lo que le rodea, acontecimientos, sucesos, momentos, decisiones personales y ajenas, dejándose arrastrar muchas veces hasta lo onírico o irreal con tal de sentirse a gusto sobre su entendimiento sobre el mundo y, sobre todo, sobre sí mismo, dando paso a una gran cadena de reflexiones filosóficas, místicas, religiosas, meramente nihilistas, como también científicas sobre el mundo, el universo y como cada individuo lo percibe. Columbus (2017) es un discurso parcelado en cuadros, cada uno pintado por un personaje, y cada

  Por Jesús Baclini

El ser humano, desde su raciocinio, siempre ha intentado darle explicaciones de algún tipo a lo que le rodea, acontecimientos, sucesos, momentos, decisiones personales y ajenas, dejándose arrastrar muchas veces hasta lo onírico o irreal con tal de sentirse a gusto sobre su entendimiento sobre el mundo y, sobre todo, sobre sí mismo, dando paso a una gran cadena de reflexiones filosóficas, místicas, religiosas, meramente nihilistas, como también científicas sobre el mundo, el universo y como cada individuo lo percibe.

Columbus (2017) es un discurso parcelado en cuadros, cada uno pintado por un personaje, y cada uno también intervenido por los demás autores, en este caso los personajes que mueven una historia que, a simple vista parece tener un movimiento lento, pero que en el interior arrastra el tiempo de un modo vertiginoso, mostrando las cualidades que tiene la mente y nuestras decisiones, en este caso las de ellos, para ralentizar el tiempo, o mostrarnos buenas o malas circunstancias como todo lo contrario, o ambas a la vez.

Las casualidades, o lo que podemos decir de ellas, pueden o no ser solamente circunstanciales, causalidades, conexiones invisibles que al hacerse tangibles nos hace creer que el mundo es solo un juego y nosotros fichas en él, pero más allá de las atribuciones que le podemos dar al universo y al tiempo, lo que percibimos y el modo en como lo hacemos nos afecta y afecta a lo que nos rodea, directa o indirectamente. La cinta es un paseo por la cotidianidad de unos seres que, bien de haberse encontrado o no, habrían marcado la diferencia, pero el hecho de haberse cruzado entre sí, provocaron un cambio específico, y Kogonada nos quiere enseñar eso, que nunca estamos o estaremos en el camino equivocado, que las cosas se den de un modo u otro, bien o mal, como lo esperemos o no, el camino siempre se trazara del modo en que queramos que sea, siempre que nos demos cuenta que lo que queremos, realmente es para nosotros.

En un momento tan grave como la situación actual de Venezuela, historias como esta nos hace reflexionar sobre las decisiones, que nunca son difíciles cuando deben ser tomadas por las circunstancias como motor principal de las mismas, que cada palabra puede significar una gran brecha o un largo puente entre dos personas, que el permanecer o el quedarse debe ser una decisión individual, y el individuo, como tal, debe saber pesar en una balanza lo que para sí corresponde el bien mayor, y si en el interior, el paso que dé, sea el que su alma verdaderamente elige con los ojos cerrados.

Los gustos, las pasiones, los desencuentros y los lazos, unidos o rotos, deben mover al individuo en su propio camino, puede ser junto al de alguien más, o al de varios, pero nunca sobre montando unas vías sobre otras. El perseguir los sueños, el anhelar a más, a lo que nos gusta o nos hace felices, es la punta del Everest que muchos no se atreven ni a observar. La arquitectura en la película, como sueño, como gusto, como pasión, como desdeño o recuerdo de algo que pudo o podría ser, indiferentemente del personaje que lo discurse, es una buena analogía de como la mente construye y deconstruye el mundo, su mundo, el universo entero, y puede hacer con él lo que le plazca, siempre y cuando tenga la voluntad, o la encuentre, para hacerlo.

 
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