Carta 5 / Marilyn

Literatura, Mujeres en Correspondencia, Publicación

8 de mayo, 2020 Hola Fania, Desde que volviste a tener comunicación conmigo hace unos días, me sentí muy contenta de volver a tenerte cerca, conversar y sobre todo saber que te sentías bien. En estas épocas extrañas, donde no sabemos qué sucede con certeza en el exterior y mucho menos podemos saber qué será del futuro, mirarse hacia adentro y dialogar con los otros sobre lo que nos pasa, hacemos, sentimos, etc., creo que puede ser un buen ejercicio de autoconocimiento compartido con otros. En este caso serían otras, detalle que me parece especial. También me parece muy gracioso

8 de mayo, 2020

Hola Fania,

Desde que volviste a tener comunicación conmigo hace unos días, me sentí muy contenta de volver a tenerte cerca, conversar y sobre todo saber que te sentías bien. En estas épocas extrañas, donde no sabemos qué sucede con certeza en el exterior y mucho menos podemos saber qué será del futuro, mirarse hacia adentro y dialogar con los otros sobre lo que nos pasa, hacemos, sentimos, etc., creo que puede ser un buen ejercicio de autoconocimiento compartido con otros. En este caso serían otras, detalle que me parece especial.

También me parece muy gracioso lo que dices sobre el nombre Cuarentena, y que estamos rondando los años 40… jajaja pues sí, aunque no lo crea este año voy a cumplir 38, y me parece mentira.

Como sabes, soy la hija menor de mi familia. Eso es algo que sigo llevando hasta ahora. Mi mamá me sigue llamando «mi niñita» cuando me quiere decir algo con cariño. Y claro, me parece lindo, pero a veces reflexiono y creo que empiezo a entender muchas cosas por ahí. El por qué en muchos momentos me siento como si estuviera incapacitada para la vida, el que una parte de mí preferiría mil veces seguir siendo una niña, no asumir ningún tipo de responsabilidad y tener la presencia de esa persona mayor, madre o padre, que me proteja por siempre. 

El primero de mayo pasado cumplí 2 años de haber salido del país y de vivir en Ecuador. Durante este tiempo me ha venido una imagen a la mente, en los momentos más difíciles que he pasado: ¡Que me encantaría volver al vientre de mi madre!. Será justamente por esa necesidad de protección, pero sé que esa protección me la tengo que proporcionar yo misma. Sin embargo, sueño con adoptar la posición fetal en mi cama, hacerme una bolita pequeña y regresar de manera inmediata al lugar de donde no debí salir. O enrollarme en una hamaca, esconderme, y que alguien con el que tenga un vínculo emocional fuerte viniera a arroparme. Si es con una hamaca, mucho mejor. Esas son las imágenes y los deseos que me han rondado cuando peor me he sentido, cuando más sola he estado.

Ya ha pasado un buen tiempo desde la última vez que esos deseos rondaron mi cabeza, igual las imágenes están ahí y las relaciono con todo esto que te he contado. No es la primera vez que vivo sola y estoy lejos de mi familia. Siempre busqué la forma de alejarme de ellos, mientras estudié y después otras veces por trabajo en otras ciudades. Me daba nostalgia estar lejos, pero disfrutaba mucho poder volver en cualquier momento y tener esa lejanía necesaria para extrañar. 

En este momento ya no pienso de la misma manera, pero sí reflexiono más sobre la relación que he tenido con mi madre, las cosas que me hacían sentir mal cuando estaba con ella, lo similares que somos (aunque siempre me he creído diferente a ella, o he querido ser diferente), mi relación con mi hermana y con otros de mi familia. 

La lejanía ahora no es solo para extrañar, este distanciamiento ha servido para más. 

Por ahora te escribo esto, mientras espero que la sopa que estoy haciendo esté lista. Hice un locro de papas y espinaca, que es una sopa de aquí de Ecuador.

Te envío un gran abrazo,

Marilyn

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