Carta 4 / Perséfone

Literatura, Mujeres en Correspondencia, Publicación

8 de mayo, 2020 Saludos,Me alegra esta propuesta, escribir y escribir, tal vez desahogar. Soy muy inconstante en escribir, describir-me, y teclear estas palabras para amigas virtuales puede que sea más fácil.Cuando inició la cuarentena de algún modo sentí un alivio, a pesar del miedo que causó todo el tema del virus. Sentía que necesitaba esta pausa, el ajetreo de madrugar, hacer, correr, salir de la comodidad de la casa. Aunque realmente tengo horarios flexibles, pero como que sí lo necesitaba, y el planeta también.Como buena mujer cíclica, inicié la «pausa» queriendo hacer de todo en casa: dedicarle tiempo a

8 de mayo, 2020

Saludos,
Me alegra esta propuesta, escribir y escribir, tal vez desahogar. Soy muy inconstante en escribir, describir-me, y teclear estas palabras para amigas virtuales puede que sea más fácil.
Cuando inició la cuarentena de algún modo sentí un alivio, a pesar del miedo que causó todo el tema del virus. Sentía que necesitaba esta pausa, el ajetreo de madrugar, hacer, correr, salir de la comodidad de la casa. Aunque realmente tengo horarios flexibles, pero como que sí lo necesitaba, y el planeta también.
Como buena mujer cíclica, inicié la «pausa» queriendo hacer de todo en casa: dedicarle tiempo a mi hija; hacer ejercicios para los que, según, «no tenía tiempo» antes; escribir, leer, ver películas… Estaba encantada con los proyectos que publicaba la gente en sus estados de las redes sociales, ese optimismo de #quedatencasa.
El empeño me duró como dos semanas. Luego me decía: «bueno, una hora más de sueño», o «bueno, nos podemos trasnochar viendo esta película», y a empezar a levantarnos a media mañana y cambiar todo el ritmo. Cuando te das cuenta ya es mediodía y no has hecho nada. Vas aflojando. Dos semanas más tarde, ya ni siquiera estaba «ejercitándome» y empecé a notar que la extensión de mi brazo era digital. Que tenía tiempo, pero no lo estaba tomando en serio, que se me va el día entre hacer tareas de 1er grado con mi hija y escribir por mensajes, y el único momento en que me escuchaba era cuando escribía mis sueños rápidamente al despertar…
Ojo, aún no consigo la solución, sigo en este ritmo, aunque haciendo unos cursos online de mi interés que me están alegrando la vida. Esto pese a la inestabilidad económica… Mis finanzas que van en bajada constante y en fuerte aumento el desprecio que me generan todos los que se siguen mostrando optimistas en las redes. Jajajaja, no lo puedo evitar, ya no tolero a la gente fitness, ni a los que usan frases motivadoras y muestran esas máscaras felices.

Carol Rama, Appassionata, 1939, acuarela sobre papel. Imagen extraída de Artishock: https://artishockrevista.com/2014/10/29/queer-povera-la-pasion-segun-carol-rama/


Para completar la cereza del pastel, leo hace unos días a un maestro que admiro, con quien empecé a hacer teatro de adolescente, hablando de los actores a quienes ha dirigido. Los más talentosos, los desordenados, los obreros organizados sin talento… Y aparece mi nombre en esa entrevista, publicada en las redes. Identificada como una más del montón de discípulas menos talentosas de su historia. Útil como asistente. Organizada, como “no pueden serlo los verdaderos artistas” (según él).
Yo respiro, intento no prestar atención. Hace mucho que ni lo veo, he trabajado ya con otros directores, también he dirigido y enseñado. Pero me quedó retumbando eso, cuestionándome sobre el cómo me ven los demás. ¿Realmente tengo talento? ¿Será que mi único talento es para organizar? Luego también, reflexionando, ¿Quién tiene el poder de decir quién es talentoso y quién no? ¿Qué es bueno y malo en el arte? O en cualquier área.
Intento dejar ese asunto atrás. Me digo que su opinión no me pertenece, es una mirada externa. Pero me persigue.
Justo estoy leyendo el libro «Mujeres que corren con lobos” de Clarissa Pinkola Estés, y fue como una sacudida en mi cabeza el darme cuenta que tal vez solo estaba dejando espacio al depredador.
Entonces tengo la suerte de salir a la calle para hacer mercado y toparme con gente que tengo mil años sin ver, sin hablar, y que me juzguen también… decirme:
“¡Ay chica, pero tú no eras así!” “Estás gorda. Te recuerdo flaca, con mini falda y el cabello largo y perfecto.»
Me dije, ¿será que a esta gente le importa un poquito lo que está diciendo? ¿Acaso es su problema? ¿Le afectará mi peso y mi pelo agarrado en un moño horrible para un día de mercado? Y presté mucha atención a la conversación que sostenía. Tuve mucho cuidado, y en ningún momento de mi boca salió nada para juzgar o señalar. A veces puedo burlarme también de los demás, no soy una santa, pero me dije, “Oye, debes cuidar mejor lo que dices a las otras personas, no sabes qué batalla estén librando para decir cosas que quizás puedan afectarle, hay que tener más empatía”. Aunque más en el fondo también me dije: “Y este zopenco qué se cree? No, pues… ¡la última maravilla! Jajajaja”
Para cerrar, les contaré un sueño que tuve anoche, que puede sonar a paranoia por el covid, pero luego dije: “No, no, esto es más profundo”:


Un señor tocaba la puerta de mi casa para vender algo. Yo abría un poco, no por completo, pero el señor se asoma y me tocó el antebrazo. Yo le dije, ferozmente: ¿Usted no sabe que no se puede tocar a las personas? Cerré y me lavé la marca que me dejó. Luego subí a la bodega de la esquina y me encontré con otra persona que me saludaba, me pedía unas monedas para completar algo que debía y yo saco las monedas y se las doy. Ella me toma por el mismo brazo, y repito alzando mi voz… “Pero ¿qué pasa con la gente? ¿No saben que no pueden tocar a las otras personas de esta manera? Y bajo a casa a limpiarme nuevamente.
Lo asocié a los hechos anteriormente relatados. A ensuciarse, limpiarse y seguir, a dejar claro que no puedes dejar que te afecte todo lo que viene de afuera, hay que escudarse cuando sea necesario.


Linda noche,
Dulces sueños.
Perséfone

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