Carta 1. (Elena)

Literatura, Mujeres en Correspondencia, Publicación

Jueves, 7 de mayo de 2020   Hola Fania,   Como me ha gustado mucho tu propuesta, he decidido escribirte así, en el primer impulso. Primero, porque soy despistada y se me van quedando enterradas cosas que quiero hacer a medida que pasan los días, y segundo, por agarrar la propuesta «en caliente».   No tengo muchas ganas de hablar de la pandemia y su incertidumbre, más que para decir que a mí personalmente el parón obligatorio me ha lanzado a vivir más el presente, y a apreciar la suerte que tengo porque todos mis seres queridos estén bien, por

Jueves, 7 de mayo de 2020
 
Hola Fania,
 

Como me ha gustado mucho tu propuesta, he decidido escribirte así, en el primer impulso. Primero, porque soy despistada y se me van quedando enterradas cosas que quiero hacer a medida que pasan los días, y segundo, por agarrar la propuesta «en caliente».

 

No tengo muchas ganas de hablar de la pandemia y su incertidumbre, más que para decir que a mí personalmente el parón obligatorio me ha lanzado a vivir más el presente, y a apreciar la suerte que tengo porque todos mis seres queridos estén bien, por tener una casa agradable, estar en buena compañía y poder seguir manteniéndome. Disfruto más que nada de las labores que puedo terminar en un día, ya sea un dibujo, unas berenjenas rellenas o el cuidado de alguna parte de la casa.

 

El año pasado fue muy de ansiedad y estrés, y trajo consigo también el regreso de fantasmas del pasado. Y al final todo eso me tiene pensando en dos cosas que tengo pegadas como se pega un chicle en el pelo, no sé si a ti te pasa. Una es el tema de las expectativas, sobre todo en el terreno romántico: esa idea del amor absoluto, ideal, que por lo que he podido comprobar hasta ahora, en realidad no existe; o bien es pasajero (y está inflado de un montón de proyecciones en el otro), una especie de promesa imposible que ensombrece el presente muchas veces.

 

Y la otra, que de alguna manera va unida a la anterior, que es la bendita autoestima. La cuestión es cómo separar esa autoestima de la valoración de los otros, especialmente de amantes y parejas. Cómo hacer para no medirse a una misma a través del atractivo físico, cómo dejar de cuestionar las propias ideas y la inteligencia, pensando siempre que los demás saben más o piensan mejor.

 

Eso es algo que creo que tiene que ver mucho con ser mujeres, y de hecho saqué ayer de la estantería un libro que me resultó muy revelador en ese sentido, El mito de la belleza, de Naomi Wolf (se puede leer en inglés aquí). Ese pensamiento de no dar nunca la talla, de convertirse a una misma en una obra de reforma y mejora infinita, aun cuando racionalmente sé que quien me quiere, me quiere por lo que soy como un todo, y no por ese atributo específico que me obsesiona.

 

Hablaba por chat el otro día con una amiga sobre esto. Ella me contaba lo siguiente: «Una vez un tipo se refirió a Ana, mi amiga, como ‘la gorda’. Hacía muchos años ya que la conocía y jamás había pensado en ella así. Como ‘la gorda’ o ‘una gorda’. ¡Pero lo sorprendente (o no) es que a mí nunca me pareciera gorda! Era Ana, singular, entera, más allá de cualquier calificativo».

 

Eso me puso a pensar. Y lo curioso es que luego mi amiga me habló de una canción de Cecilia, una cantante española de los setenta, que justo estuve escuchando un par de días antes de hablar con ella, al hilo de otra conversación con un amigo. La canción se llama Con los ojos en paz (aquí se puede escuchar), y dice estos versos (toda la canción es así de lúcida): «Quién pudiera mirar con los ojos en paz / y verme a mí misma por el mismo prisma que a los demás».

 

Y bueno, como no quiero que esto sea eterno, voy a ir terminando. Cuarenta años para ir dándome cuenta de cosas que parecen obviedades, y que sin embargo son dificilísimas de integrar en el día a día de una. Espero poder despejar el espacio que todo eso ocupa, y llenarlo de otras cosas mejores, más brillantes. Expandir el horizonte, pues.

 

Nada que ver, pero mando una imagen con un set de cartas pintadas por Eva Švankmajerová, pintora, que fue colaboradora y esposa del gran animador checo Jan Švankmajer.

 
Un abrazo,
Elena
 
Eva Švankmajerová (1940 – 2005)
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