Balza y la memoria

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Recién, un amante de la buena narrativa como es Porfirio Parada (amante secreto también del jazz y los buenos sonidos) leyó en solitario textos de un vibrante poeta y narrador como lo es José Balza (Delta del Orinoco, 1939). El sitio ideal, ese espacio del disenso como es la Librería Sin Límite. No pudimos asistir por un trance de salud. La tensión y los excesos gastronómicos me privaron de la fiesta. Sin embargo, llevaba para ese encuentro varios textos a compartir con tan bello público. Digo bello, a sabiendas de que en una sociedad tan fea y mal educada como

Recién, un amante de la buena narrativa como es Porfirio Parada (amante secreto también del jazz y los buenos sonidos) leyó en solitario textos de un vibrante poeta y narrador como lo es José Balza (Delta del Orinoco, 1939).

El sitio ideal, ese espacio del disenso como es la Librería Sin Límite. jose balzaNo pudimos asistir por un trance de salud. La tensión y los excesos gastronómicos me privaron de la fiesta. Sin embargo, llevaba para ese encuentro varios textos a compartir con tan bello público. Digo bello, a sabiendas de que en una sociedad tan fea y mal educada como la nuestra, llena de estereotipos culturales y fetiches, un autor como José Balza es posible que sea casi desconocido. Pero sigue siendo y será un referente aunque tienda a olvidarlo nuestra Venezuela patriotera.

Este vigoroso narrador ha tocado con certera belleza la memoria conculcada de los venezolanos. Una extraña memoria atraviesa la obra de Balza: desde sus raíces indianas hasta la horrible modernidad petrolera. Balza es de esos narradores que se ejercita («ejercicios narrativos», llama a su obra) en hurgar en esta fangosa memoria amorosa que nos pesa y desconocemos la mayoría de los venezolanos. Punza los ritmos urbanos, como el bolero. Se pasea con perfecto dominio por los fetiches masivos creados por el cine y se detiene en iconos como Marilyn Monroe y recupera su recuerdo, limpio y seductor como una imagen desnuda que expide el aroma a Chanel No. 5.

De este escritor vital deberíamos aprender todos los amantes de los relatos y crónicas, como una vuelta a nuestras raíces, como un canto para conjurar tanta chabacanería que piensa más en la copia infiel de los ancestros que en ese juego ético y estético que como narradores deberíamos hacer de nuestra memoria. Un trayecto delirante para salir al encuentro de nuestras raíces creadoras. Desafiar (nos) con estos narradores que no dan tregua a los ramplones poetastros de mal oficio de la palabra.

Cierro con esta reflexión del propio Balza, de sus Notas sobre crítica (2005):

Que un niño imagine dentro de sí al hombre o al anciano futuros; que un hombre adulto sea adolescente o viejo; que un hombre mayor permanezca en la pubertad y en la plenitud. Que un individuo pertenezca a un tiempo preciso -el suyo- y a todos los tiempos; que en él no haya límites para el sexo; que su memoria sea íntima y colectiva: todo ello puede mostrar una presencia de la multiplicidad psíquica.
Sólo a fuerza de ser lo otro se puede ser único. 

(Otto Rosales Cárdenas)

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