Antología de nóveles escritores (Jesús Montoya: Poemas)

Literatura

Jesús Montoya (Tovar, Mérida, 1993). Estudiante de Letras mención Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana de la Universidad de Los Andes. Es fundador del grupo literario Los hijos del lápiz. Fue merecedor del tercer lugar en la mención de poesía del concurso Explosión Cultural Bicentenaria en el ámbito nacional junto a Josué Calderón y a Fernando Vanegas por el poemario Once poemas en los cuadernos de noviembre (Caracas, 2011). Obtuvo una mención de honor en el primer Concurso Literario Internacional “Casa de la UNCO” (Chile, 2012). Mención de honor en el concurso literario para estudiantes: Homenaje a José “Pepe” Barroeta convocado por la

Jesús Montoya (Tovar, Mérida, 1993). Estudiante de Letras mención Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana de la Universidad de Los Andes. Es fundador del grupo literario Los hijos del lápiz. Fue merecedor del tercer lugar en la mención de poesía del concurso Explosión Cultural Bicentenaria en el ámbito nacional junto a Josué Calderón y a Fernando Vanegas por el poemario Once poemas en los cuadernos de noviembre (Caracas, 2011). Obtuvo una mención de honor en el primer Concurso Literario Internacional “Casa de la UNCO” (Chile, 2012). Mención de honor en el concurso literario para estudiantes: Homenaje a José “Pepe” Barroeta convocado por la Dirección General de Cultura y Extensión (DIGECEX) de la Universidad de Los Andes (Mérida, 2012). Ganador del segundo lugar de las VII Jornadas Estudiantiles de Creación Literaria: Homenaje a Hernando Track de la Universidad de los Andes (Mérida, 2013). Ganador del I Concurso literario Manuel Felipe Rugeles, convocado por el Gabinete de cultura del estado Táchira (San Cristóbal, 2013). Ganador del primer lugar en la mención de poesía por la obra Primer viaje, así como una mención especial en la categoría de ensayo por el texto titulado Apuntes de la ironía en el cuento “El príncipe feliz” dentro de la sociedad victoriana del XXIII Concurso de cuento, poesía y ensayo, convocado por la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAES) de la Universidad de Los Andes (Mérida, 2013). Participó en el proyecto Sesión de Nuevas Voces del Movimiento Poético de Maracaibo (2014). Ganador de la edición XII del Concurso para Autores Inéditos de Monte Ávila Editores en la mención de poesía con el poemario Las noches de mis años (2014). Obtuvo el primer lugar del XVII Concurso Nacional de Poesía Joven Lydda Franco Farías convocado por la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello por la obra Fueron las olas (2014).     a Elbano Rangel Me acusan incansablemente de arrastrarme junto a los equivocados en el sendero equivocado. Me acusan y señalan con sus dedos temblorosos cuando mis ojos descansan en un sueño distinto, lejano. Me acusan por aplastar una a una mis pasiones sin arrepentimiento, por traicionarme al escribir poemas desde una voz insensata que destroza en su recorrido las ventanas. Estoy decidido a ser el primero que echen a la calle de sus asquerosos recintos, pues mis ojos apuntan hacia todas las direcciones que marca el viento con su paso. Me acusan de ser invisible aunque esté tan cerca como el aliento, pero mi soledad no sabe cómo comportarse. Me han insistido que sea feliz desde la ausencia, y he fracasado. Me han invitado a pudrirme en la locura como las hojas amarillas cuando cambian su color. Me han maltratado por tener esta memoria larga y sucia hecha de caricias. Pues bien, les digo: Soy el movimiento fino con que el cielo cambia de rumbo a las estrellas. Acúsenme, nada traigo en mi defensa más que la humilde pena de quien ama las palabras. Vengo con el rostro hueco por esta sonrisa adolescente que inútilmente se me va borrando, que inútilmente se me va quedando en otra infancia. Mi voz se mece en los jardines y se pierde en el espacio. Nada traigo en mi corazón, no me acusen porque cante. Nada traigo desde el precario y misterioso río del tiempo. Nada tengo más que el lamento de quien en silencio busca la distancia. Acúsenme, medité la alegría y la perdí. ***   He visto tus ojos nacer en los míos. He bajado por tu mirada como una escalera eterna para encontrar el mar. Ya no habrá una mentira que valga. Tengo la cara retorcida y el destino roto, el magnífico destino, brillante, brillante. Ahora vendrán todos mis amores perdidos como un centenar de olas a acurrucarse en mis pies. Te odio. Te odio. La honestidad me está matando. Le conté a mi hermano que tus ojos son maravillosos y se burló de mí. La honestidad es una huella. Les dije a tres amigos que me hice poeta cuando mamá intentó matarse y ninguno me creyó. La honestidad me aturde. Escribí poemas sin parar a los quince años para olvidar mi pasado y todavía lo recuerdo. La honestidad es imprudente. Mi padre me abrazó con sus lágrimas una mañana en la cárcel de ese pueblo. La honestidad es un sueño. No recuerdo lo esencial de mi infancia. No he vagado en su rendija. La honestidad me contempla. Arrastro el corazón contra el suelo. Me he enamorado tantas veces que perdí la fe y con ella el mismo amor. La honestidad es una estrella. He vivido de la culpa y del odio. He interrumpido mi estupidez con un grandioso beso que me olvidó para siempre. He bajado desde tu mirada y el mar se ha vuelto un muelle en las tinieblas. Si pudiese huir de este infierno no lo haría. Si consiguiese dejar de imaginar el ritmo de las cosas no podría. Noches de mis años, canto como la primera vez. Noches de mis años, me han llevado hasta el fondo y ya no sé para quién hablo. La honestidad es una cicatriz, canta conmigo. *** Canta canta canta canta canta canta La noche no me deja soñar. Olvidé decir que quien se esconde en las palabras se derrumba. Y si escribo desde el suelo, polvo sobre el asfalto quemado he de ser entre los otros, polvo pegado a otras manos he de ser, otra piel he de tener, otra huella, otra esperanza. Los libros están repletos de polvo, la historia es un retrato de polvo, polvo en los espejos limpian mis manos de polvo, mi oscuro gesto crispado en el aire es de polvo. Estos son mis labios de polvo que el viento lleva furiosamente consigo en plena danza. Estos son mis labios roídos, carcomidos. Estos son mis labios como decías avergonzado, solitario. Más no es esta mi canción que se queda de espaldas al mundo como los dioses, y sin embargo, parece verlo todo con una mirada vana e innombrable. Más no es esta la máscara de la hermosura, ni el fantasma que arropa el rostro y encierra la crueldad de un corazón para siempre. Es más bien una mirada que se ha quedado sola. Danzo colgado de una estrella en una calle vieja de mi pueblo, la calle no tiene nombre, o quizá no lo conozco, solo sé que es vieja y que el amanecer en ella es un arco brillante que no ha regresado a cargarse la parranda. En mi cabeza brilla un sombrero marrón de ala larga que mi primer amor me regaló. Tengo en mi mente su imagen fugaz, pero mi edad sepultada no recuerda. Mi testimonio no está deshecho, tenía un mensaje para ustedes esta noche y lo olvidé. Danzo y las calles de mi pueblo se ensanchan. Danzo desenfrenadamente y todos persiguen mi ritmo misterioso. Soy como un niño sin pasado, como un niño que tropieza siempre con la misma piedra para cantarla, soy como un niño y esta misma noche me han caído a patadas, me han dejado el rostro repleto de sangre, quizá por eso olvidé mi testimonio, quizá por eso el ron me sabe tan amargo, quizá por eso veo las montañas de mi pueblo más inmensas y distantes. Danzo bajo la carcajada arrogante de la muerte y no paro de reír con ella. Danzo en medio de la santísima trinidad de borrachos del barrio. Esta noche y para siempre perderé la armonía del poema en busca de una sinceridad que no entenderá nadie. Pertenezco a un grupo de farsantes que escriben para compadecerse de sí mismos, para que otros los compadezcan, para que se forme una compasión irremediable en cada hombre de la tierra, hasta donde la lengua alcance, hasta donde la lengua sea capaz de sembrar rosas con su dulcísimo murmullo, donde la lengua pueda colgar aves en un cielo que el viento de ningún siglo destruya, donde la lengua plante una tierra en que las líneas antiguas de los países solo sean marcas de polvo, donde las fronteras de los pueblos solo sean cuerdas que los niños saltan, hasta donde la lengua consiga manifestar que la sangre de cada hombre es una, que el cuerpo de cada hombre es un mismo cuerpo, que los átomos y el mirar son el mismo desde siempre, hasta donde la lengua no sea más lengua ni frío ni ardor. Mi testimonio sólo me ha prometido cientos de páginas blancas que nunca podré llenar; por eso lo traigo en los puños y en los dientes, en una desafiante guerra que emprendí contra la oscuridad de los años que nos negó el canto como una realidad de la memoria y no de la piel; en mis huesos galopan pequeñas canciones como caballos, en su unión, en su íntima sospecha del mundo. ***   Escucha, porque las imágenes no hacen eco, ni pánico, ni forma. Escucha, deja que la noche corra coronada de estrellas. Escucha, hazme volver al mismo cuerpo. Escucha, a veces no entiendo lo que escribo. Escucha, no es la primera vez que el viento abraza al mar. Escucha, proclamo fielmente la belleza de mi oficio. Escucha, esta noche es rimbombante. Escucha, he vuelto a trazar una súplica natural sobre las paredes manchadas de esta bellísima ciudad de mierda:             Poetas, que sus voces sean pájaros, pero más infinitas. Poetas, que sus voces no estén pintadas de sueños, sino que pinten nuestros sueños de voces. Nunca se hagan de lluvia si la lluvia no está. No guarden su rostro en sus páginas, sino en la arena. No dejen que su lengua sea fruto de una nostalgia que no es verdadera. Poetas, hagan todo lo contrario a lo que digo, y también lo que digo. Pierdan su destino en cada ciudad. Aten su locura en nuestros ojos. No olviden que su impulso es tan ancestral como cotidiano. Poetas, sepan ser instrumento de su catástrofe, nosotros hallaremos en ustedes la nuestra. Poetas, los árboles son hombres sin memoria, háganlos recordar. No repitan las canciones de otros, sean ustedes su propia melodía. Poetas, no canten al mar si el mar no lo pide. No canten la llegada de la aurora si no ha entrado en silencio en sus corazones enterrados. No canten un rumor natural si no estalla en sus memorias. No canten, no canten si no van a llenar el vacío de rosas transparentes. No canten, no arrastren nuestras cabezas hacia las tinieblas si no han derramado su vida en la aflicción y el miedo. No canten, no canten si no nos van a encerrar en sus jaulas, si no nos van perfumar en su aliento, si no nos van dar un sentido intacto de la vida. No canten nada que no se parezca a lo que son. Poetas, hágannos confundir los ríos con las montañas, los corazones con el agua, los muelles con la primavera, los caballos con los bosques, las golondrinas con la nieve, los demonios con las piedras, la luna con la muerte, la sangre con las mariposas, las riveras con los mares, los girasoles con las manos; pero sobre todo, hágannos creer. (De Primer viaje)
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