Antología de nóveles escritores: Diego niño (Prosa)

Literatura

Diego Niño  (San Cristóbal, 22 de Noviembre de 1988) Estudiante de Publicidad y Mercadeo. Ejerce de obrero a ratos, se ha desempeñado tambien en radio debido a sus conocimientos y prácticas en edición de imagen, audio y video. Ha participado en el Taller de Ficción dictado por Pedro Pisanu, el Taller de Literatura Ciencia Ficción de la Dirección de Cultura del Estado Táchira, el Grupo NeoNaTa (Nueva Narrativa Tachirense). Asimismo ha publicado en Ciudad en la Niebla y en la Revista el Recital, así como también una mención honor en el el Primer Concurso de Cuento Breve de El Recital.  Ha publicado una novela

Diego Niño  (San Cristóbal, 22 de Noviembre de 1988) Estudiante de Publicidad y Mercadeo. Ejerce de obrero a ratos, se ha desempeñado tambien en radio debido a sus conocimientos y prácticas en edición de imagen, audio y video. Ha participado en el Taller de Ficción dictado por Pedro Pisanu, el Taller de Literatura Ciencia Ficción de la Dirección de Cultura del Estado Táchira, el Grupo NeoNaTa (Nueva Narrativa Tachirense). Asimismo ha publicado en Ciudad en la Niebla y en la Revista el Recital, así como también una mención honor en el el Primer Concurso de Cuento Breve de El Recital.  Ha publicado una novela en Bubok, Los Niños de Neo San Cristóbal. Sobre la temática y sus intereses particulares en la literatura afirma: “Me gusta escribir. Mi fuerte, casi al 100% es la parte narrativa: cuentos, novelas. En un principio la temática que he utilizado en mis relatos es la ciencia ficción, sobre todo la parte del cyberpunk. De hecho, mi novela “Los Niños de Neo San Cristóbal” es un experimento de este genero en Venezuela. “Con el tiempo también he ido trabajando el relato policial, combinado con elementos de la ciencia ficción” “ (llámese viajes en el espacio, superpoderes, robots, viajes en el tiempo, etc). Escribir es una experiencia mimética. Uno escribe porque al leer se dice uno mismo que puede escribir y reescribir lo leído. A mí, por ejemplo, me gusta leer mucho de ciencia ficción. Entre mis escritores favoritos están Asimov, Arthur Clarke, William Gibson, Larry Niven, Bacigaluppi, Philip Dick, Ursula Le Guin, Aldous Huxley, Ballard, Verne (…)  “También hay algo social en lo que escribo, algo mágico, algo esotérico, pese a que cada día me afirmo como una persona escéptica, agnóstica. Mi mayor logro y reconocimiento es que, quienes me han leído han disfrutado de lo que he escrito, por muy mal escrito que esté. La escritura es un ejercicio continuo y cada día el aspirante aspira volverse escritor. (…) aun me considero aspirante”.  Del cuento con el que obtuvo una mención honor en El Recital («Hierofanía»), y que presentamos a continuación indica: “deja de lado la ciencia ficción y se transforma en un relato detectivesco, que a la vez está combinado con algunos elementos esotéricos”.   HIEROFANÍA Las nuevas hierofanías. Darsanas. Sacrificio, iluminación y manifestaciones sagradas. Actos extremos de amor extremo hacia la divinidad. Darme un caso enredado para investigar. Porque la juventud podía perderse en drogas y sexo, pero aquellas pruebas de fe estaban saliéndose de control. Debí haberme dado cuenta el día del funeral de uno de los chicos. Cuando me acerqué al féretro no lo vi. La urna estaba cerrada. El chico estaba muy destruido para mostrarlo al público. Claro, yo lo vi en la morgue. Lo que quedaba de él. Piezas de un muñeco armable. Lo apodaban El Gato, porque tenía un rostro felino. “Era un buen muchacho”, me dijo un familiar. “Es el de la derecha” dijo otro familiar señalando en  una fotografía, “el más alto”. Y delgado. Huesos y pellejo.Como un gato mojado. Practicaba motocross. Eso explica muchas cosas. Que haya impactado de frente a un camión de carga, por ejemplo. “La gente suele morir” escuché en la oficina de investigación. También la gente suele matarse. El Gato tenía un amigo que practicaba apnea. Se guardaba el oxígeno en los pulmones y luego se sumergía en el agua, con sendas chapaletas. “Llegó a los 50 metros” me dijo su padre, orgulloso “no es mucho, pero fue el que llegó más lejos de sus compañeros”. Pero tampoco llegó vivo a la superficie. “Se llamaba Sam” el viejo puso una mirada triste y me dieron ganas de salir corriendo. “Era un buen muchacho, pero muy intrépido. Si quiere saber un poco más, debería hablar con El Gato”. “Se murió” le dije. El viejo sonrió. “Es la manifestación de lo sagrado, supongo. La nueva hierofanía, decía Sam”. ¿Sabía usted que al amigo Alfredo se le vino la brillante idea de viajar a USA y unirse a un grupo cazador de tornados? Pues, Alfredo corrió lo suficiente lento para ser abrazado por un F4. Alguien consiguió una mano horas después. Pero no era la de Alfredo, era una mano negra, con la palma muy blanca y llena de tajos. Adentro del ataúd, en el funeral de Alfredo, solo estaba esa mano. ¿Y sabía usted que un viejo amigo de El Gato, primo de Alfredo, por cierto, se lanzó de un avión para practicar skyboarding? Hay un video en internet. Patinaba en las nubes, como un experto. Pero no quiso abrir el paracaídas. Conclusión: una mancha de salsa de tomate en alguna parte de la tierra. ¿Y sabía que a la novia del hermano menor de Alfredo viajó a Hawai para surfear olas de más de 20 metros? Sobrevivió para contarlo. No ha vuelto a practicar surf desde entonces. Toma pastillas para controlar los nervios. Mala pata. Llegar loco a la meta. Ellos escucharon la voz. Es cosa del demonio. En sueños le oyeron. Venga, vamos a hacer algo extremo. Lanzarse de un despeñadero con el traje de ardilla voladora. Los miedos hay que superarlos. Los miedos son barreras. Los miedos no nos dejan avanzar. “Era un monstruo con cabeza de pulpo” le confesó Sonia a su psicoanalista. Ella hizo algo “extremo”. Lanzarse en puenting diez veces seguidas, en un día. “Tenía cabeza de pulpo y cuerpo de hombre, pero de hombre musculoso. Y tentáculos”. Cthulhu. El de los cuentos de Lovecraft. El psicoanalista encendió un cigarrillo cuando lo entrevisté. “¿Recuerda que hice el juramento hipocrático?” me preguntó y asentí con la cabeza “Muchas veces he estado a punto de violarlo. Y no lo he hecho. No puedo decirle más, investigador. El resto es un secreto entre mi paciente y yo”. Y todos los amigos de Sonia. Porque ella les contó todo. “No investigue más, viejo” me dijo un colega. “Déjese llevar por la voz”. “¿Cuál voz?” le pregunté. “La de las hierofanías. Darsanas. Iluminaciones. Acercarse a Dios mediante un acto físico. Gente que se crucifica viva, se da latigazos, se corona espinas. Colgarse hierros en las bolas, para sacar el poder tántrico. Los aztecas sacaban corazones. Usted sabe más de eso que yo”. Le acompañé al baño. Mi colega se encerró en un cubículo y yo entré en el que le seguía. “¿Y Cthulhu?” le pregunté. “Mucha gente lee a Lovecraft hoy en día. Por ejemplo, usted” respondió. “Investigador, sé que le preocupa el caso de El Gato. Era un muchacho joven. A todos nos preocupó. Y, tal vez, usted quiere darle a la investigación un tono más personal. Cuénteme, investigador, ¿usted también escuchó la voz de Cthulhu?” Sí, bueno. Mejor dejo el maldito caso cerrado. Se murieron y ya. Ah, y quemo los papeles, los informes. Desaparezco del mapa. Porque, como dijo mi colega mientras se lavaba las manos al salir del baño, “el día que descubran que la voz de Cthulhu era la suya, se meterá en un verdadero lío”. Pueblo chico, infierno grande.¿En qué me he metido? Observo desde la ventana de mi oficina la calle. Una visión de las nuevas hierofanías. Debería huir, pero queda un último juego con el hermano menor de Alfredo. La ruleta rusa. Cosa del demonio, creo.
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