Andrés Caicedo: Unos pocos buenos amigos (Reseña)

Cine, Literatura, Publicación

Luis Ospina Colombia (1986)   “Si dejas obra, muere tranquilo, confiando en unos pocos buenos amigos” Andrés Caicedo   ¿Conoce usted a Andrés Caicedo? ¿Sabe quién fue Andrés Caicedo? Si estas preguntas dejan perplejo a cualquier transeúnte de Cali, no es de extrañar que a cualquier latinoamericano le resulte desconocido el hombre por quien se pregunta. Desde el Valle del Cauca resuena aún -desde 1986- el testimonio de los amigos y conocidos del poeta, guionista y escritor colombiano Andrés Caicedo, en este filme con naturaleza de documental dirigido por quien fuera su gran amigo, de noches de copas, de baile

Luis Ospina

Colombia (1986)

 
“Si dejas obra,
muere tranquilo,
confiando en unos pocos buenos amigos”

Andrés Caicedo

 

¿Conoce usted a Andrés Caicedo? ¿Sabe quién fue Andrés Caicedo? Si estas preguntas dejan perplejo a cualquier transeúnte de Cali, no es de extrañar que a cualquier latinoamericano le resulte desconocido el hombre por quien se pregunta. Desde el Valle del Cauca resuena aún -desde 1986- el testimonio de los amigos y conocidos del poeta, guionista y escritor colombiano Andrés Caicedo, en este filme con naturaleza de documental dirigido por quien fuera su gran amigo, de noches de copas, de baile y tertulias literarias, Luis Ospina.

De Caicedo trascienden sus cuentos y poemas; la narrativa extensa fue poco trabajada por el joven colombiano, quien incluso dejó algunas novelas sin acabar (Noches sin fortuna, 1975; La estatua del soldadito de plomo, 1967, entre otras). Pero lo que destaca Ospina en este filme es la trayectoria de Caicedo como amante del séptimo arte, de la masificación de ese arte en improvisadas salas de cine del Valle del Cauca y de las representaciones teatrales de las cuales fue autor y actor. De hecho, ambos (Caicedo y Ospina) formaron parte del grupo de fundadores del Cine Club de Cali, congregación de jóvenes amantes del cine que se establecieron en una destartalada casa de la ciudad colombiana y establecieron el sitio de encuentro de referencia obligada en esa ciudad para aquellos que querían conocer más sobre la pantalla grande.

La primera parte del filme muestra la trayectoria de un joven Andrés como guionista. La influencia de Jerry Louis y Pier Pasolini es comentada en los testimonios de quienes compartieron con él la experiencia de vivir en la “Ciudad Solar”, casa de encuentro del cine club que formaron; y es que el documental se hilvana por sí solo a través de los comentarios de sus amigos, de su padre, de su profesor de teatro y de compañeros de clase, quienes ponen sobre el tapete la personalidad del poeta colombiano y lo muestran en el trabajo de Ospina, formando un perfil de la figura del joven que solo podrían conocer sus más allegados. Es así como vivencias personales, gustos, virtudes y defectos salen a la luz en boca de quienes hablan a un entrevistador fuera de plano.

El eje central de esta primera parte lo constituyen los testimonios acerca de una película que rodara Caicedo junto a otro de los fundadores del cine club, Carlos Mayolo. El rodaje se titula “Angelita y Miguel Angel” (1971), cuyo tema es el amor juvenil y que presenta varios planos surrealistas, pero que los jóvenes bohemios no terminaron de filmar. Escenas de este trabajo son presentadas en paralelo a las entrevistas y permiten conocer, en primer plano, una faceta de Andrés Caicedo como guionista, director y actor que se encuentra opacada por su producción literaria, que a fin de cuentas es la que ha catapultado al poeta caleño.

En la segunda parte, el hombre de cine deja espacio al hombre poeta, al Caicedo en sí mismo, a su intimidad, a sus inquietudes, a sus amores y desprecios amorosos, a su pasión por la literatura y al temor del acecho de muerte que le agobiaba, según declaraciones de su padre. El perfil de un muchacho atemorizado a morir parece construirse a través de sus propias palabras, que igualmente parecen ver el deceso como una cumbre de la vida: “La muerte debe ser la primera consecuencia de la felicidad. (…) Necesito mi muerte, pero soy demasiado infeliz para morir”. Así, el suicidio asomará en la mente de Caicedo como una salida en contra de esa sociedad tan cargada de tabúes a la que huía. Y lo lograría en 1977, un 4 de marzo, ingiriendo 60 pastillas de un sedante, una dosis letal.

Andrés Caicedo: Unos pocos buenos amigos es rescatable de la década de los 80´ por mostrar al artista caleño más allá del poeta. Su pasión por el cine, no solo con la fundación del Cine Club de Cali, sino también con la edición de una revista especializada en la gran pantalla, “Ojo al Cine”, demuestra lo multifacético que fue. La idea de proyectar películas al alcance de todos (muchos westerns, los cuales amaba; y películas de Louis) es plausible porque permite conocer a un Andrés con otra cara de artista, pero que terminó escapando a la vida de una manera trágica, curiosamente en paralelo con la publicación de su primera novela terminada -¡Que viva la música! (1977)-, mostrando una dualidad que se debate entre cumbre y muerte, o entre fama y muerte, o entre cine y literatura; en fin, entre el poeta y el olvido. (Jhonn Benítez Colmenares)

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