Alicia en un país…

LIMBO, Publicación

Marzo 2016.- (Por Otto Rosales) Las tardes calurosas deparan encuentros extraños. Sentado en un rincón revisando un texto que escribía sobre los jóvenes, sobre el cuerpo joven como mito y lo que cuenta sobre nuestra trágica sociedad sin alma. La chica llegó como caída del cielo. Menuda y de movimientos rápidos. Cabello ensortijado, como un ángel perdido entre papeles, cuadernos y teorías. Me dijo: “me han pedido que hable con expertos, para investigar por qué los jóvenes no rinden en la escuela, por qué están tan atraídos por internet”. Sus ojos vivaces brillaban con la luz propia de una inteligencia aguda.

Marzo 2016.- (Por Otto Rosales) Las tardes calurosas deparan encuentros extraños. Sentado en un rincón revisando un texto que escribía sobre los jóvenes, sobre el cuerpo joven como mito y lo que cuenta sobre nuestra trágica sociedad sin alma.

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La chica llegó como caída del cielo. Menuda y de movimientos rápidos. Cabello ensortijado, como un ángel perdido entre papeles, cuadernos y teorías. Me dijo: “me han pedido que hable con expertos, para investigar por qué los jóvenes no rinden en la escuela, por qué están tan atraídos por internet”. Sus ojos vivaces brillaban con la luz propia de una inteligencia aguda. Sus manos giraban, dando vueltas para desenredar las metáforas. “El profesor pidió que no buscaran las respuestas en la red, que use la conversación con expertos, sólo nos acepta la teoría científica”.

Qué lástima verlos como atolondrados, buscando “teorías científicas”, cuando su “profesor” no quiere enterarse de los nuevos lenguajes de los jóvenes. Un joven, querido amigo, es un alma altamente peligrosa. Y más, si está poseído por la duda metódica e intuitiva de que algo anormal asoma en su formación. Formar-nos con los jóvenes es volver a descubrir la alegría de los lenguajes que se nos cuelan en la vida diaria. Y ahí es donde debemos construir una reflexión con ellos, y no dejarlos a la deriva con socarronas mentiras.

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Estuvimos charlando algún rato, con esa imagen de Jesús perdido y hallado en el templo. Como con una aparición, dialogaba con esa niña que soñaba una sociedad donde se crucen el arte y la vida, la educación como proceso de acompañar en el arte de existir. Casi como una eco-utopía, esa sociedad donde todos aprendemos con todos. Crecer aprendiendo de y con la naturaleza, y no destruyéndola.

Esa tarde, bella y calurosa, la joven me dio una vez más la clave para refrescar mis teorías del cuerpo joven como mito. Un mito que nos cuesta leer como un alma o consciencia que nos narra su trágica existencia; estar en una escolaridad que le tema a los nuevos lenguajes de la vida, aún en la atorrante modernidad.

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Al salir, atinó a dejar como una sentencia en el aire. “Estudiaré medicina y música porque creo y siento que esta sociedad está enferma y falta de música”. Como para hacer otra tesis, con los cabellos ensortijados de Alicia y sus agudas metáforas, sobre una escolaridad petrificada, que se niega a cambiar, a escuchar al otro. Alicia en un país donde el espejo es la autoridad inconmovible.

Me quedo pensando en la ética nómada de los jóvenes, espacio móvil donde, si lo permitiéramos, estaría una salida para la construcción de otro país posible.

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