aleafaR y los viajes (Crónica)

Artes Visuales, Cine, Publicación

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Tengo una amiga que se llama Carmen. La conocí en Trujillo, donde la conoce todo el mundo, porque siendo la capital del estado es un pueblo, o una ciudad pequeñita. Es una ciudad metida en las montañas, donde hay un núcleo de la Universidad de los Andes y varios grupos de estudio independientes. De psicoanálisis, de mitología, de literatura…

Carmen tiene una historia larga de trabajo en Trujillo, frente al Museo de Arte Popular Salvador Valero, y una relación amorosa con los artistas populares de esa tierra y con el arte popular en general. Digo el arte popular aunque quizá debiera decir el arte sin apellidos, pero es que Carmen parece tener un amor especial por quienes se acercan a la creación de manera espontánea, sin formación académica, sin otras pretensiones que las de la expresión auténtica, porque sí, porque es necesaria, esa que surge del instinto y la intuición, quizá también de los dioses y duendes.

Día de locos de Salvador Valero

Carmen tiene un vínculo especial con un ícono del arte popular venezolano que es Rafaela Baroni. Es como una hija. De verdad me impresiona verlas. Una vez invitamos a aleafaR a San Cristóbal y Carmen vino con ella y sentí que era realmente necesaria. Vino María Luz Cárdenas también y esa es una mujer brillante y sensible, que conoce a Rafaela y la ha estudiado, valoro mucho sus aportes a ese encuentro. Lo de Carmen fue otra cosa. Hizo el montaje de la exposición de aleafaR, no digo que viniera sólo de compañía, dijo cosas importantes, participó en el performance del matrimonio. Pero principalmente, las vi como madre e hija. A veces se volteaban los roles. Y es que Rafaela Baroni era un huracán de mujer, un vendaval. No cualquiera podría hacer una dupla con ella. No sé bien si hay que tener temple o templanza. Quizá ambas.

Ahora Carmen está fuera de Venezuela, como tantos amigos, como tantas personas valiosas que hemos perdido. No imagino a Carmen en una gran ciudad, después de verla en su casa en las montañas de Trujillo. No la imagino sin su museo y sin su mamá, sin sus artistas. Sin Rafaela.

Me cuenta Carmen que Rafaela murió, finalmente. Ahora sí es de verdad. Después de dos catalepsias y tantos performance de velorio, cabe la duda. 

Rafaela Baroni por Daniel Peñaloza

Recuerdo que en 2015 la llamé para invitarla a venir a un Seminario Bordes sobre Identidades mínimas. Yo quería que hiciéramos un velorio. Pero Rafaela me dijo que no, que el último que había organizado había resultado en la muerte del organizador. Así que hicimos un matrimonio. Viendo las fotos ahora, me alegra haberme dejado convencer (aunque probablemente no tenía de otra). Encuentro a tantos amigos que participaron y los veo riendo, haciendo de cura, padrinos, madre, pajecitos, damas de honor… Incluso a los simples invitados a presenciar la ceremonia y degustar el sancocho y la torta se les ve alegres.

 

Matrimonio de aleafaR de las Flores por Daniel Cáceres

En esa época Daniel Peñaloza, un chamo que había trabajado con Bordes desde adolescente cuando asistía a los cine foros que hacíamos, ya no estaba acá, se había ido a estudiar cine en Mérida. Pero vino al evento, y se enamoró de Rafaela. Quiso hacer su tarea para la universidad sobre este personaje. De modo que nos pusimos en plan producción de cine documental y le acompañamos a contar la historia de aleafaR. Gracias a eso tenemos un registro audiovisual muy lindo de nuestro encuentro con ella, pero quizá más que eso agradezco que la decisión de Daniel nos empujara a conocerla un poco más.

No sólo viajó aleafaR a San Cristóbal, nosotros viajamos también hasta la casa de aleafaR en Betijoque. Los primeros días del año 2016, Daniel, Igor, Vladimir y yo conocimos los cielos de madera de Rafaela, el paraíso que forjó en una tierra más bien árida, casi inhóspita. La fuerza avasallante de esa mujer la convirtió en un lugar mágico, donde las piedras y árboles tenían alma. 

Rafaela tenía su tumba lista en esa casa, un lugar creado por ella con mucho esmero.

Me pregunto si estará descansando allí o habrán dispuesto otra cosa los familiares o los gobiernos. 

El relato documental de Daniel muestra imágenes de algunos animales. Loros, tortugas, gatos… Rafaela los llamaba y venían corriendo. Nunca había visto un gato que se dejara convocar así. Pero es que Rafaela se llevó unas plantas de esas de estanque, flor de loto y «paticos» de acá de San Cristóbal y logró que se dieran en ese desierto. Mi sensación fue de una voluntad y una confianza en su propio poder, que no había visto antes, no con esa intensidad. 

Estas imágenes son fotogramas del documental al que hago mención, y pueden verlo aquí.

La voz narradora es la de Carmen. A quien siento cerca mientras hago este relato de mi experiencia de conocer a Rafaela. A quien quisiera abrazar, ahora, y en estos tiempos de migración venezolana y de pandemia debo contentarme con mandar cariños por whatsapp o por cartas. 

Fania Castillo

ULA / BORDES

 

 

 

 

 

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