ABDOMINIA Los poemas extraviados de Freddy Pereyra (Reseña)

Literatura

Habitaba cerca del Olimpo un sátiro, y era el viejo rey de su selva. Los dioses le habían dicho: «Goza, el bosque es tuyo; sé un feliz bribón, persigue ninfas y suena tu flauta». El sátiro se divertía. Ruben Darío. En uno de sus poemas comienza diciendo: “Yo era un bello sátiro”. Ese sátiro confeso no es otro que el polifacético Freddy Pereyra. En la peña literaria “Manuel Felipe Rugeles” se hizo la presentación y bautizo del poemario póstumo “Abdominia”, del artista Freddy Pereyra. Contentivo en su mayoría de poemas inéditos, algunos que alguna vez aparecieron en las páginas del

Habitaba cerca del Olimpo un sátiro, y era el viejo rey de su selva. Los dioses le habían dicho: «Goza, el bosque es tuyo; sé un feliz bribón, persigue ninfas y suena tu flauta». El sátiro se divertía. Ruben Darío.

En uno de sus poemas comienza diciendo: “Yo era un bello sátiro”. Ese sátiro confeso no es otro que el polifacético Freddy Pereyra.

En la peña literaria “Manuel Felipe Rugeles” se hizo la presentación y bautizo del poemario póstumo “Abdominia”, del artista Freddy Pereyra. Contentivo en su mayoría de poemas inéditos, algunos que alguna vez aparecieron en las páginas del diario La Nación y el famoso y legendario “Soliloquio Letánico con la pared de mi casa…” que figuró en algún catálogo de exposición del artista. El libro fue publicado por la familia Pereyra, quienes entienden de sobra que el legado del célebre poeta va más allá del círculo familiar y que es extensivo a toda la comunidad tachirense, a todo el país.

Hace varios meses Cristina Pereira (hermana de Freddy) consiguió en el abigarrado taller del artista un maletín, era un maletín viejo de tipo ejecutivo, dentro habían muchos papeles sueltos con anotaciones y escritos, un par de cuadernos a medio llenar y entre esas hojas polvorientas y amarillosas estaba la maqueta de “Abdominia”, en hojas de formato A5 y escritas a máquina, con enmendaduras y tachones hechos a mano, la mayoría de las hojas estaban enumeradas, el libro ya había sido concebido por el propio Freddy Pereyra. Respetando las características de la maqueta original, fue digitalizado, y se le agregaron ilustraciones realizadas por Freddy pertenecientes a la serie de los “Gatos eróticos”, unos exquisitos dibujos hechos con plumilla y tinta china. Todos estos detalles confirman que estamos ante un libro que porta el sello personalísimo de su autor, pues su competencia se extiende más allá de la mera escritura, abarcando el diseño, la diagramación y la ilustración.

Pero… ¿Qué es abdominia?

Al parecer es una palabra en desuso que significa Voracidad. Se define como una especie de gula insaciable de naturaleza compulsiva que ocurre en episodios periódicos durante algún tiempo. El título del libro resulta muy acertado ya que el espíritu contenido en sus páginas responde a una naturaleza desmedida, a una voracidad insaciable de vida, de una vida dedicada por entero a la creación. También puede interpretarse como un devorarse a sí mismo, lo cual nos remite al símbolo del ouroboro y es que Freddy Pereyra buscó conocerse hasta la saciedad, en eso era voraz, y lo hizo a través del arte y como el arte perpetúa al hombre y lo inscribe en la rueda de la historia, el ouroboro es símbolo pertinente pues pareciera que Freddy al actuar, al pintar y al escribir se devoraba y eternizaba al mismo tiempo, en lo que bien podría entenderse como una paradoja fundamental.

La definición de Abdominia también hace referencia a lo compulsivo y a través de las páginas de este poemario vemos que temas como el sexo, la pasión, el miedo, la frustración o el abandono son explorados desde la vehemencia y el sarcasmo, con matices de absurdo y pinceladas surrealistas que lo convierten en un plato extraño a nuestro paladar.

Sabemos que hay escritores que se inspiran desde la calma y la contemplación pero hay otros, como Freddy, que requieren de la acción y se nutren de los acontecimientos. Mucho de lo que encontramos en Abdominia son experiencias de vida por lo tanto veremos que esta obra tiene un fuerte cariz autobiográfico, tal es el caso del famoso “Soliloquio letánico con la pared de mi casa…”. Es obligatorio hacer mención del espíritu transgresor e irreverente de este poemario, donde se tocan temas delicados con el mayor desenfado, como los versos: dime Dios perverso / el ámbar de tu endiablado sexo / quiero tu excremento para renunciar a la necesidad de ver con otros ojos la vida. Hay un acercamiento al caligrama, tal es el caso del poema titulado “Autorretrato”. En ocasiones trastoca el uso gramatical de algunas palabras convirtiéndolas a su antojo en verbos, como en el poema titulado “Nina Haegen” cuando dice: Me Alemania, me América y me vagina. También suele recurrir una rima fácil para enfatizar la burla y la ironía, o para evocar un sínico aire de canción infantil. Quizás está demás decir que el desenfado y desparpajo que inundan estas páginas son fiel reflejo de la forma de ser nuestro recordado poeta.

Creo que estas son las características más importantes del libro, pero sería injusto referirse a esta obra sin hacer referencia a “La Cueva Pictolírica”, pues muy probablemente el espíritu transgresor de este poemario emergiera de las profundidades esa cueva en la que Freddy habitó en la década del 6O.

Esa irreverencia seguramente se gestó en ese histórico grupo, conformado entre otros por: Rafael Guerrero, Miriam González, Pablo Mora, Rubén Darío Becerra, Agustín Guerrero, Juan Michelangeli, José Campos Biscardi, Ulacio Sandoval, Hugo Mendoza, Luís Castro Medina, Jesús Alviárez Hurtado, Salvador Weg y el que ahora nos ocupa; Freddy Pereyra. Esta mención es pertinente pues la historia recuerda que la Cueva Pictolírica fue contemporánea con la Peña Manuel Felipe Rugeles, los primeros se reunían en el centro y los segundos en La Guacara, estos dos grupos siempre estuvieron en contacto, de eso es testigo la Ceiba centenaria del Tennis Club. Y para cerrar la mención a la Cueva Pictolírica hay que subrayar que sus integrantes también se hacían llamar: “homotractores” y cuan acertado le quedaba ese nombre al poeta Freddy Pereyra que ciertamente tenía una fuerza creativa y de trabajo equiparable a la de un tractor, en total contradicción con su delgada contextura física. San Cristóbal fue testigo de cuan prolífica fue su producción plástica a través de las muchas exposiciones que realizó, igualmente atestiguó su maratónico accionar en el teatro regional y nacional y ahora con la publicación de este poemario, no queda duda alguna de que Freddy Pereyra era un auténtico HOMOTRACTOR.

Aunque Abdominia pueda ser considerada su opera prima, en cuanto a su producción poética se refiere, debo decirles que en aquel viejo maletín, que consiguió Cristina, habían muchos más poemas, lo que significa que aún quedan versos por desentrañar de este insigne artista.

Obitual Pérez

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