“No creo que en Venezuela podamos ver al cine como una industria, todavía no”

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Yajaira Gonzáles, Venezuela y el futuro del cine Escritora y humorista audiovisual, quien escribió para Radio Rochela, Humor a Primera Vista, Muñecotes, y creadora de personajes como Los Jordan, Los Waperó y Rafucho el Maracucho; también maestra de escritura de guiones de comedia quien ha impartido talleres y cursos en todo el país, comparte su visión sobre el actual cine venezolano y como se forman las vías para el cine que vendrá.   Era sonámbula a los cinco años; me daba por ordenar cosas. Dejé esa práctica a los seis porque botaron a la señora que limpiaba, y si yo no hacía los

Yajaira Gonzáles, Venezuela y el futuro del cine

Escritora y humorista audiovisual, quien escribió para Radio Rochela, Humor a Primera Vista, Muñecotes, y creadora de personajes como Los Jordan, Los Waperó y Rafucho el Maracucho; también maestra de escritura de guiones de comedia quien ha impartido talleres y cursos en todo el país, comparte su visión sobre el actual cine venezolano y como se forman las vías para el cine que vendrá.

 

Era sonámbula a los cinco años; me daba por ordenar cosas. Dejé esa práctica a los seis porque botaron a la señora que limpiaba, y si yo no hacía los quehaceres, me levantaban en la madrugada para convencerme de las virtudes del sonambulismo. No hice la primera comunión porque a mi mamá se le olvidó comprarme el vestido. Mi hermano me convenció de que fuera en pantalones cortos a la iglesia con una vela, y no me dejaron entrar. Creía que el mar era una creación humana, agarraban un gran trozo de hielo y lo pintaban de azul y cuando se derretía, eso era una playa. Me negaba a comer queso de mano porque entendía «queso humano» y me daba asco. Aprendí a leer a los cinco años, pero lo oculté hasta los ocho para poder leer libros prohibidos. Las cosas más simples de la vida siguen siendo un misterio para mí. Entendí los semáforos después de los 15 años. Lo único que aprendí en la escuela fueron la preposiciones, pero no sé para qué me sirve ese conocimiento. Le tenía terror a las láminas del espacio. Siempre quise asaltar un banco.

Por eso escribo cine.

 

Con experiencia de décadas en el mundo del cine y la televisión, ¿cómo visualiza el futuro del cine venezolano?

– El cine venezolano atraviesa por una grave crisis, no es ajeno a todo lo que nos acontece como país, pero por otra parte, he visto surgir grandes iniciativas de cine independiente, Papita, maní, tostón (2013), es una muestra de ello, y estàn próximos a sacar la segunda parte. La película más taquillera de la historia del cine venezolano y sin financiamiento del CNAC, así que mientras exista gente combativa y con ganas de hacer cine, moverá cielo y tierra para hacerlo, cuando yo comencé en Super 8, nadie nos financió nada, y fue bastante lo que hicimos.

¿Cómo es todo luego de la época del Super 8?

– Si no te financia el CNAC, que por desgracia cayó en manos del gobierno, eres libre, puedes hacer cine criticando o denunciando lo que sucede en el país en este momento y nadie te va hacer nada, claro, con la exhibición no sé cómo es el asunto, fíjate lo que le pasó al hijo de El Ciudadano que hizo la película de Roque Valero, todavía no ha podido pasarla en Venezuela.

¿Y antes?

– Yo empecé en el super 8 hace 2.564 años -risas- igual que todos los cineastas de esa época, como Diego Rízquez, Carlos Castillo, y pare usted de contar, el Super 8 habitaba un espacio muy personal, muy íntimo, eras tú y lo que pensabas del mundo, desenfadado, sin pararle demasiado a las ‘normas del buen cine’, era la libertad absoluta, la felicidad de hacer, el amor más genuino jamás visto por el cine, cero egos, cero egoísmo, trabajabas de gratis, ayudabas a tus amigos, éramos un equipo de gente haciendo cine, experimental básicamente, con unas propuestas que nunca más he visto en el cine de este momento, tan preocupado por mostrar malandros, drogas y esas cosas, cero arte, cero expresión personal, mucho ego.

 

“No existía el cine latinoamericano, ni feminista, ni del tercer mundo ni nada de esa paja de etiquetas, era cine, arte, amor y ganas de hacer.”

 

¿Qué piensa del cine como industria? ¿Cómo sería el cine venezolano si fuera una industria como lo ha sido Hollywood?

– Eso es impensable, nunca jamás nadie será como Hollywood, y sí, el cine es una industria tan grande que hasta da para hacer artistas. Creo en el cine independiente pero respeto infinitamente a Hollywood, en este momento escribo para el cine independiente, algo que jamás sería financiado por el CNAC.

La industria ciertamente permite que haya libertad para cine de autor, en ese caso, ¿le serviría al cine venezolano ver el cine más como industria?

– El cine venezolano tiene unas propuestas muy variadas y que respeto mucho, por ejemplo, vi una película que me fascinó, creo que es la que más me ha gustado en muchos años, Desde allá (2015), que no tiene nada que ver con Pelo Malo (2013), la película que menos me ha gustado de las que he visto, también está Piedra, papel o tijera (2012), mucho más comercial pero excelente, con un guión impecable. No creo que en Venezuela podamos ver al cine como una industria, todavía no.

¿Y qué necesita el cine venezolano para ser industria?

– Los deseos, la convicción, gente con visión, empresarios, más humildad de parte de los cineastas y el conocimiento para convertirlo en una industria.

Y por parte de la academia, ¿cree que hace falta más inversión en educación cinematográfica? Por parte de entes privados, por ejemplo. ¿Ha tenido alguna oportunidad de trabajar como profesora con instituciones o empresas privadas en el país?

– Desde hace algunos años trabajo para escuelas privadas, ya no me llaman del CNAC, ellos tienen su gente, si en Venezuela hubiera o quedara empresa privada como tal, seguramente invertirían en cine, sobre todo en estos tiempos, pero ya no queda sino unos pocos empresarios sobreviviendo, es todo. Y claro que hace falta más educación en todos los sentidos, mi esposo está dando clases en escuelas privada de producción audiovisual.

 

“A una isla desierta me llevaría Blade Runner (1982), El Laberinto del Fauno (2006) y El Piano (1993).”

 

Y de todas esas personas que están sumergidas en el aprendizaje audiovisual, ¿ven motivación de hacer cine aquí? Conociendo la oleada de emigrantes de los últimos años, sobre todo de personas en edad universitaria.

– La gran mayoría se quiere ir, toman talleres por ‘el papelito’ o certificado, pero veo mucha desesperanza, lo que escribo es para venezolanos pero no para producirlo en Venezuela, hay mucha gente fuera que contratan escritores venezolanos no porque sean muy solidarios, sino porque les sale super barato.

¿Qué sería lo que más le gustaría que sucediera con el cine venezolano?

– Me gustaría que se hiciera mucho más cine, que hubiesen salas alternativas, y que el gobierno sacara sus garras del CNAC.

 

Jesús Baclini

Publicada en Yajaira González, entrevista

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