La llama (Poesía)

Literatura

Por Jonathan Rojas La llama, el cáliz bendito de la pasión. El desenfreno, el loco suspiro de la sudoración y el corazón hendido como aire. El arrobamiento y la debilidad; la fragilidad de toda naturaleza humana, el misterio de las incógnitas. Mi alma, su tendencia de lo infinito, su sed incontenible de fronteras y espejismos. Algo del misterio se reveló entre los labios y la lengua. Algo del misterio fue condenado por los deseos de las manos, por la ansiedad de la finalización de los mares. Y en el mar han quedado los residuos, los ademanes de las manos, las

Por Jonathan Rojas

La llama, el cáliz bendito de la pasión. El desenfreno, el loco suspiro de la sudoración y el corazón hendido como aire. El arrobamiento y la debilidad; la fragilidad de toda naturaleza humana, el misterio de las incógnitas. Mi alma, su tendencia de lo infinito, su sed incontenible de fronteras y espejismos. Algo del misterio se reveló entre los labios y la lengua. Algo del misterio fue condenado por los deseos de las manos, por la ansiedad de la finalización de los mares. Y en el mar han quedado los residuos, los ademanes de las manos, las costumbres solitarias de las manos. Todo se fue al mar. Yo vivo en el mar, en el seno de la agitación, en el vientre del horizonte. La llama floreció por vez primera. Al cielo elevó su vértigo de tensión y ardor. Floreció ciega, floreció iracunda, volátil. Aquella hora, fue la hora del deseo, la hora de la vida y el misterio.
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