Por Anyela Libre
Estaban los dos, algo cansados, algo distraídos. Comían un gran plato de lluvia, los dos del mismo plato. Aunque era sólo lluvia, para ella tenía sabor a tranquilidad; para él un poco a tristeza. Estaban perdidos en sus sabores, tan perdidos que todo desapareció: era cada cual y la lluvia. Fue así por un largo rato, hasta que mecánicamente chocaron sus cucharas, se miraron a los ojos, y en ese instante mezclaron sus sabores, sumergiéndose en ellos y ahogándose en la lluvia con mucho gusto. Anyela Libre Estudiante de Comunicación Social – ULA Táchira.