El artista (Reseña)

Cine, Publicación

El artista Gastón Duprat y Mariano Cohn (2009) Argentina Julio 2015.- Ciertamente, mucho se ha escrito sobre esta película argentina. Blogs dedicados a difundir la crítica cinematográfica -buena crítica, valga decir, nada que pisotee la producción del director- presentan en sus portadas extensos comentarios sobre este filme, pero poco o nada se comenta acerca del “artista fantasma”, del “artista negro”, esto usando el concepto de ghostwriter en otro campo del arte. Este creador es protagonista junto al artista verdadero en esta historia, tejiendo así el retrato de la vida de Jorge Ramírez, un enfermero de un geriátrico, y de Romano, un anciano al cuidado

El artista

Gastón Duprat y Mariano Cohn (2009)

Argentina

Julio 2015.- Ciertamente, mucho se ha escrito sobre esta película argentina. Blogs dedicados a difundir la crítica cinematográfica -buena crítica, valga decir, nada que pisotee la producción del director- presentan en sus portadas extensos comentarios sobre este filme, pero poco o nada se comenta acerca del “artista fantasma”, del “artista negro”, esto usando el concepto de ghostwriter en otro campo del arte. Este creador es protagonista junto al artista verdadero en esta historia, tejiendo así el retrato de la vida de Jorge Ramírez, un enfermero de un geriátrico, y de Romano, un anciano al cuidado del primero, que vivirán juntos la experiencia de una fama explícita y oculta para cada uno, respectivamente.

El argumento es sencillo, pero no por ello menospreciable: Jorge conoce en el ancianato a Romano, un abuelo en silla de ruedas que solo habla para pedir cigarrillos a su cuidador, pero que es capaz de realizar ilustraciones fuera del común de los ancianos sumisos que esperan el golpe final. Esas ilustraciones son guardadas por el enfermero en su propia casa, a sabiendas de que guarda con ellas un talento que bien merece ver la luz pública. De allí que un día decida asistir a una galería de arte para presentar las producciones de Romano como suyas, y salvarlas del deterioro al cual las tenía sometidas. Romano, en tanto, produce en un estado fuera de la razón humana; con movimientos extraños, una mirada perdida y un bigote que en parte oculta sus expresiones labiales realiza las enigmáticas muestras que Jorge presenta al director de la galería, quien solo ve en ellas un negocio, calco fiel de muchos “patrocinadores” del arte contemporáneo.

Ahora bien, esas muestras que se autoproclama Jorge nunca son presentadas a los espectadores del filme, nunca se muestran, nunca las vemos. Resultan un enigma en la película, y logran -parece mentira creerlo- que como público seamos capaces de sentir admiración por la producción del viejo Romano, nada más lejos de la realidad cuando alabamos a un director, a un pintor o a un escritor sin conocer sus producciones, solo por la estima de otros y por su fama en el campo del arte, sin entrar en la masificación mediática que, muchas veces y contradictoriamente, merece desestimación.

Pero el “artista fantasma” se mueve en esta película en el campo del arrope mediático, sin llegar a alcanzar la ridícula prensa rosa. Presentando así un vuelco a lo tradicional cuando Jorge asiste a entrevistas, cocteles y presentaciones de su presunta producción y se convierte en el centro de atención de la reunión del momento, sin ser en absoluto conocedor de lo que le rodea, mientras el verdadero maestro -Romano- está en casa al cuidado de una enfermera, y no se lleva la gloria de su talento; un talento catalogado por la crítica como “arte de locos”.

La ignorancia de este “artista fantasma” sirve como muestra de que muchas veces la producción del arte contemporáneo es capaz de hablar per se de sus influencias, de conexiones y sus desagravios. Y no solo eso, en contraparte, también que muchas veces se interpreta una obra de arte fuera del contexto de la producción del autor, quien solo busca expresarse a través de lo que crea y que son los críticos los que muchas veces encuentran relaciones extrañas, antecedentes inexistentes y daños y reparos hechos al arte en sí que no existieron en la mente del artista al hacer sus producciones.

El arte es inútil aseguró Oscar Wilde y precisamente esa inutilidad hace que nos acerquemos a él para disfrutarlo. Un anciano senil nos muestra en El artista que el arte contemporáneo escapa de las interpretaciones, a veces también inútiles, cuando lo que importa a los espectadores es disfrutar del producto final. Con un reparto de bueno actores, uno incluso casi mudo, Gastón Duprat y Mariano Cohn nos presentan un filme cuya sencillez no es excusa para crear una buena historia, y que la desconocida muestra del abuelo Romano queda a nuestra imaginación sin tomar en cuenta las interpretaciones de los críticos, salvo la mención a un “arte de locos”. (Jhonn Benítez Colmenares)

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