Dos lecturas a Bordes

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El reciente VII Seminario Bordes efectuado los primeros días de noviembre marcó una nueva etapa del grupo de investigación en su estrategia por centrar su trabajo productivo e intelectual. Digo intelectual a sabiendas del desprecio ganado contra el intelecto en una sociedad que maltrata todo lo que significa uso adecuado del goce productivo, como el arte, el baile, la fiesta que genera un encuentro entre pares que dialogan con sus temas: la muerte y la espiritualidad en el humano vivir. Vivimos una sociedad atolondrada por el lujo, la vida fácil, el escolar por encima de todo. Curioso que ahora todo

El reciente VII Seminario Bordes efectuado los primeros días de noviembre marcó una nueva etapa del grupo de investigación en su estrategia por centrar su trabajo productivo e intelectual. Digo intelectual a sabiendas del desprecio ganado contra el intelecto en una sociedad que maltrata todo lo que significa uso adecuado del goce productivo, como el arte, el baile, la fiesta que genera un encuentro entre pares que dialogan con sus temas: la muerte y la espiritualidad en el humano vivir.

Vivimos una sociedad atolondrada por el lujo, la vida fácil, el escolar por encima de todo. Curioso que ahora todo es tan telemático que nos quejamos de la invasión de los medios masivos en nuestra vida privada, si todavía queda. Los invitados al seminario, entre los que destacaron Nelson Garrido y Armando Rojas Guardia, volvieron a hurgar el curso imposible del diario vivir. Garrido con su muestra rebelde e iconoclasta punzó una vez más nuestra pacata moral, a sabiendas que ese agujero no solo se llena con un cuerpo expuesto irreverente sino con una ética ante el mal vivir que nos imponemos con nuestros obsoletos prejuicios y normas. Garrido con su muestra desafiante volvió a abofetear nuestra miseria humana ante la esplendez del cuerpo abierto, roto, gozoso. No faltaron los comentarios de doble moral: “eso no es arte”; “eso es una blasfemia”; “eso no es…”.

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Claro que no es. Una mirada que nos despeja lo corrosivo de su propuesta. Garrido punza con mayor ardor los convencionalismos sobre nuestra mentirosa y vanidosa lectura de la corporeidad y la vuelve una poética del desarraigo ante el mundo. Un mundo que nos da vueltas y no termina por definir su sentido de medias verdades y medias mentiras, que nos suelta a cada instante. Garrido no deja cabo suelto: abre el cuerpo para mostrarlo en su más plena desnudez, y nos provoca a deshacerlo en una poética de la rajadura. Una ética para volver a gozarlo sin tanta amarra moral.

El otro invitado, Rojas Guardia, se arremolinó desde su voz cansada por su castigado andar entre los infiernos humanos y asomó como un dios a la intemperie el drama diario vivido lejos de un orden místico que nos devuelva al murmullo secreto de la naturaleza.

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Rojas Guardia nos espetó el poco cuido que tenemos de sí, la poca delicadeza para con nuestra alma y cuerpo, ahora convertida en un vulgar fetiche de belleza, una belleza sosa, pobre, mísera, donde olvidamos el trabajo hacia adentro. Ya no basta la oración, falta desgranarla en un camino hacia lo interior, que nos procure algo de sosiego en esta sociedad atolondrada de gritos, ruidos y velocidad. En la ciudad tomada por la furia del consumo vulgar. El trajín cotidiano vuelto una colcha de retazos que nos distrae de esa antigua tradición de recuperar el anhelado sosiego, evaporado en el tumulto moderno.

Delicia humana este encuentro con estos dos invitados, donde el teatro experimental, el canto lírico, el circo callejero o la risa pícara de los niños nos muestra cuán complejo es vivir muriendo en una sociedad sin norte ni sentido de una espiritualidad que tenemos que hacerla más cómplice con el trayecto vuelto huellas cotidianas.

(Otto Rosales Cárdenas)
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