Antología de nóveles escritores (Christian Yorba: Prosa)

Literatura

Christian Yorba (Cúcuta, Colombia): 22 años, realizador audiovisual.   Buenos días, mi nombre es Christian Yorba de la ciudad de Cúcuta, Colombia, tengo 22 años, soy realizador audiovisualrevis y envío los siguientes poemas de mi autoría a vuestra convocatoria. Al no especificarse límite elegí tres, ustedes determinarán cuál o cuáles aplican para la publicación. En caso de ser prudente algún apoyo visual para los textos pueden escribirme, tengo material disponible o podría hacerlo. Gracias por considerarme. ABRIR EL HUECO Si se muere esta noche yo creo que voy a poder limpiar la casa con propiedad en la mañana. Que podré

Christian Yorba (Cúcuta, Colombia): 22 años, realizador audiovisual.   Buenos días, mi nombre es Christian Yorba de la ciudad de Cúcuta, Colombia, tengo 22 años, soy realizador audiovisualrevis y envío los siguientes poemas de mi autoría a vuestra convocatoria. Al no especificarse límite elegí tres, ustedes determinarán cuál o cuáles aplican para la publicación. En caso de ser prudente algún apoyo visual para los textos pueden escribirme, tengo material disponible o podría hacerlo. Gracias por considerarme. ABRIR EL HUECO Si se muere esta noche yo creo que voy a poder limpiar la casa con propiedad en la mañana. Que podré vestirme de negro seguro que las prendas me halagarán más que avergonzarme. Que las paredes eventualmente y con trabajo volverán a ser blancas. Si me abandona definitivamente no tendré que justificar otra vez su apariencia pobre y sus ojos de necesidad, y mis amigos dejarán de preguntar cuando ya no tengan nada de qué hablarme por cómo está, por qué tan grande, por cuánto tiene. Yo sólo veo ventajas francamente. Él no es realmente mi hijo, no es mi hermano, ni mi amante. Es una carga impuesta que llevo aguantando por años porque nadie más lo va a recibir como regalo y moralmente no estoy lo suficientemente apto como para tirarlo a la calle, para envenenar su comida, para ahorcarlo con mis manos. Yo lo acaricio por los buenos momentos y por los malos. Me despido bajito por vigésima vez desde que está conmigo aunque probablemente hoy tampoco me de el golpe definitivo. Yo reconozco que también me he matado de hambre por capricho y todo lo malo que veo en él es un reflejo indiscutible de lo mío. Así que me dopo dentro de la casa, escondido. La música escandinava me repite que yo no valgo la pena, ni él, ni la casa, ni limpiar, ni vivir con lástima. Yo me desplomo de tanto llorar porque siento su sufrir y el mío saltando por los muebles y descansando debajo de ellos. Al abrir la puerta para sacar la basura, después de lo que parece una eternidad de torturas me canto con júbilo agridulce, en el patio de mi casa hay un perro muerto, tieso. 11171607_838271882913270_121990153_o   DESERTORES Ángel mío, como tu primer gran terrorista me encantaría inventar mil palabras absurdas para despedirme de ti con gracia, para hacerte la pena minúscula. Pero mi intención nunca fue evitarte tragedias ni ahorrarte dolores fue causártelos todos, no dejar abiertos los brazos a la nada. No condenarnos a la morbidez. Ahora ya no me ves, ahora en dos horas o dos meses ya no sabes nada de mí, ya no tienes tiempo para ver mis fotos, ni se te pasa por la cabeza lo que está pasando por la mía. Ya ninguna de las canciones de tu playlist te recuerda a mí. Te olvidas por elección o descuido de mis contradicciones y onomatopeyas. Te gustan cosas nuevas. Sucumbes a otros abrazos y descubres nuevos besos. Te enamoras de toreros, y guerrilleros. Te casas con bandidos, y príncipes. Te parten el culo y el corazón mil veces. Te hacen muy feliz. Te olvidas de mí.      
SODA CÁUSTICA Le dejé a mis enemigos diurnos, y a mis romances nocturnos, en quienes pienso ahora poquísimo –casi nada, mejor dicho-. Le dejé mis pipas artesanales y dibujos, un bulto de cabello mal cortado intoxicado en las madrugadas por sus malos tratos, por su abandono. Le dejé una sombrilla rota que encontré en el parque mientras ya volvía empapado. Le dejé con su neblina, me fui, me largué, me abrí porque ya no podía quedarme, porque me veía los huesos. Porque el perico era menos costoso y la hierba sólo me daba sueño. Porque de las tuberías que bebía sólo brotaba vodka barato. Porque me partía el culo, me cerraba puertas, me tachaba de incompetente, me veía llorando en cafés o buscando desayunos que acababan siendo cigarrillos comprados en cacetas que siempre mantenían abiertas para mí.En su calidad de vagabunda le dejé decenas de papel enrollando los fluidos de todas las personas que durmieron conmigo cada vez que me sentía solo. Le dejé la humedad que pudre las cosas, que pudre la vida. Los más de cinco pares de zapatos que nunca se secaron, que dejé en cada cuartucho, en cada casa de familia de la que me volé. Ah sí, le dejé mil deudas y dos amenazas de muerte. Una cantidad de amigos prescindibles e incultos. Le dejé los rumores totalmente ciertos de  favores sexuales a cambio de elementos básicos de la canasta familiar. Le dejé toda mi miseria en un empaque usado para que recuerde que cuando estaba ahí yo daba asco, para que sepa que aún doy asco, porque aunque ya no la esté pisando, ella todavía me pisa a mí. De arriba para abajo.Me pregunto si se acuerda de mí, si sabe que sobreviví.
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